En uno de los rincones distantes de la estrella principal del Ojo Divino había una tierra que muchos habían pensado que había sufrido el aterrizaje de un meteorito. Era una tierra desierta, desprovista de todo salvo un enorme cráter.
Cualquier vida vegetal que hubiera crecido aquí se había marchitado y muerto, y un aura de muerte impregnaba el aire e impedía que las bestias se aventuraran cerca. La singularidad de este terreno había llamado la atención de muchos cultivadores. Sin embargo, no importa cuánto los cultivadores que vinieron a cazar buscaron la tierra por encima e incluso bajo tierra, se fueron sin nada.
Era como si nadie pudiera ver el ataúd a pesar de que yacía allí. Entonces, aunque todos tenían sus propias conjeturas sobre el lugar y creían que el meteorito estaba detrás de lo extraño de la tierra, comenzaron a prestar menos atención al área a medida que pasaba el tiempo.