Para: AWiggin%Ganges@LigaCol.adm
De: hgraff%listret@ComFl.adm
Asunto: Bienvenido de nuevo al universo humano
Mis condolencias por el fallecimiento de tus padres, naturalmente. Pero supe por ellos que antes de su muerte os escribisteis para gran satisfacción mutua. La muerte de tu hermano puede que fuese más sorprendente. Era ¡oven, pero le falló el corazón. No prestes atención a los rumores estúpidos que siempre acompañan la muerte de los grandes. Vi la autopsia, y Peter tenía un corazón débil a pesar de llevar un estilo de vida muy saludable. Fue rápido, un coágulo que detuvo su vida mientras dormía. Murió en el punto más alto de su capacidad y su poder. No es mala forma de irse. Espero que leas el excelente ensayo sobre su vida escrito supuestamente por el mismo autor de La Reina Colmena. Se llama El Hegemón y te lo adjunto.
Me sucedió algo interesante mientras tú estabas en estasis, volando de Shakespeare a Ganges. Me despidieron.
Es algo que no preví (créeme, he previsto muy pocas cosas durante mi larga vida; sobreviví y logré cosas simplemente adaptándome con rapidez), aunque debería haberlo pensado. Cuando te pasas diez meses al año en estasis, hay un efecto secundario: tus subordinados y superiores empiezan a tomarse tus despertares como intromisiones. Los que te eran absolutamente leales se retiran, siguen su carrera por otra vía o los apartan mediante maniobras. Pronto, todos los que te rodean se son leales a sí mismos, lo son a sus carreras o a alguien que quiere tu puesto.
Cuando despertaba, todos se aseguraban de mostrarse deferentes. Me informaban de cómo se habían ejecutado todas mis decisiones desde el último despertar... o me explicaban por qué no había podido ser.
Durante los últimos tres despertares me debería haber dado cuenta de que esas explicaciones se habían vuelto muy poco convincentes, y de con qué poca efectividad habían cumplido mis órdenes. Debería haberme dado cuenta de que la sopa burocrática por la que había navegado durante tantos años había empezado a solidificarse a mi alrededor; debería haberme dado cuenta de que mis largas ausencias me estaban dejando sin poder.
Como no me divertía, no comprendí que mis meses en estasis eran, a todos los efectos, vacaciones. Eran un intento de prolongar mi tiempo en el cargo sin ocuparme de sus asuntos.
¿Cuándo ha sido algo así una buena idea?
Fue pura vanidad, Ender. Era imposible que saliese bien; era imposible que durase. Me desperté para descubrir que mi nombre ya no estaba en la puerta de la oficina. Me encontraba en la lista de jubilados de la ComFI... y con paga de coronel, para que fuese todavía más insultante. Y en cuanto a una pensión del MinCol, descartada, ya que no me habían jubilado, me habían destituido por no cumplir con mis obligaciones. Citaron años de reuniones a las que no había ido porque estaba en estasis; citaron que ni siquiera había pedido permiso; incluso se remontaron al viejo consejo de guerra para demostrar un «patrón de comportamiento negligente». Por tanto... destituido con motivo y a vivir con la media paga de coronel.
Creo que simplemente dieron por supuesto que había logrado enriquecerme durante mi periodo en el cargo. Pero yo nunca fui de esos políticos.
Sin embargo, me importan poco los asuntos materiales. Vuelvo a la Tierra, donde todavía tengo algunas propiedades... me aseguré de que se siguiesen pagando los impuestos. Podré vivir una jubilación tranquila en un trozo encantador de tierra en Irlanda del que me enamoré y que adquirí durante los años en que recorría el mundo en busca de niños a los que explotar y posiblemente destruir en la Escuela de Batalla. Allí nadie sabrá quién soy... o, más bien, quién fui. He sobrevivido a mi infamia.
Un detalle sobre la jubilación: ya no tendré privilegios de ansible. Incluso esta carta parte con una prioridad tan baja que pasarán años antes de que la transmitan. Pero los ordenadores no olvidan y no los puede emplear nadie tan vengativo como para querer evitar que me despida de los viejos amigos. Verifiqué la seguridad del sistema, y los líderes de la F.I. y el PLT comprenden la importancia de mantener la independencia de las redes. Verás este mensaje cuando tú mismo salgas de estasis y llegues a Ganges, dentro de cuatro años.
Te escribo con dos propósitos. Primero, quiero que sepas que comprendo y recuerdo la gran deuda que yo y todo el mundo tenemos contigo. Hace cincuenta y seis años, antes de que fueses a Shakespeare, reuní tu paga durante la guerra (retroactivamente con la graduación de almirante), las bonificaciones en metálico que votaron para que fueran tuyas, y de tu jeesh durante la primera oleada de gratitud y tu salario como gobernador de Shakespeare, y lo invertí todo en seis fondos de inversión diferentes de reputación inmejorable.
Serán auditadas continuamente por el mejor software que pude encontrar, que, te hará gracia, está basado en el núcleo del Juego de Fantasía (o «juego mental», como también lo llamábamos en la Escuela de Batalla). La capacidad del programa para autocontrolarse y controlar sus fuentes de datos y entradas, y para reprogramarse en respuesta a la información nueva, aparentemente lo convertían en la mejor opción para garantizar que los intereses financieros estuviesen protegidos. Los administradores financieros humanos pueden ser incompetentes, sufrir la tentación de malversar o morir y ser reemplazados por alguien peor.
Puedes disponer libremente de los intereses generados sin pagar impuestos hasta que no llegues a la mayoría de edad... que, como ahora viajan tantos niños, se computa legalmente sumando la duración del viaje en tiempo de la nave y los días pasados en tiempo real entre viajes, considerando cero el tiempo en estasis. He hecho lo posible por apuntalar el futuro contra las vicisitudes del tiempo.
Lo que me lleva al segundo propósito. Soy un viejo que creyó que podía manipular el tiempo y vivir para ver como se completaban todos sus planes. En cierta forma, supongo que así ha sido. He tirado de muchos hilos y la mayoría de mis marionetas han dejado de bailar. He sobrevivido a la mayoría de la gente que conocía y a todos mis amigos.
A menos que tú seas mi amigo. He acabado considerándote así; espero no excederme en mi papel, porque lo que te ofrezco ahora es un consejo de amigo.
Al releer el mensaje en que me pedías que te enviase a Ganges, he visto en la expresión
«razones personales» la posibilidad de que estés usando el viaje espacial como yo usaba la estasis: como una forma de vivir más. Pero en tu caso no aspiras a ver como se completan todos tus planes. Creo más bien que aspiras a dejar décadas, quizá siglos, entre tu pasado y tú.
Creo que es un plan muy inteligente, si pretendes sobrevivir a tu fama y vivir anónimamente en algún lugar, casarte, tener hijos y volver a unirte a la especie humana, pero entre personas que ni siquiera puedan concebir la idea de que su vecino, Andrew Wiggin, tenga alguna relación con el gran Ender Wiggin que salvó al mundo.
Pero me temo que estés intentando distanciarte de algo más. Me temo que crees que puedes ocultarte de lo que hiciste (sin saberlo), de los asuntos que se explotaron en ese desafortunado consejo de guerra. Temo que estés intentando dejar atrás la muerte de Stilson, de Bonzo Madrid, de miles de humanos y de miles de millones de insectores en la guerra que tan brillantemente y tan milagrosamente ganaste para nosotros.
No puedes hacerlo, Ender. Lo llevas todo contigo. Seguirán vividos en tu mente cuando el resto del mundo los haya olvidado. Te defendiste de niños que pretendían destruirte, y lo hiciste con efectividad; de no haberlo hecho, ¿hubieras sido capaz de lograr tus grandes victorias? Defendiste a la especie humana contra un enemigo no-verbal que, en el proceso de tomar lo que quería (nuestro mundo, nuestro hogar, nuestros logros, el futuro del planeta Tierra), destruía vidas humanas despreocupadamente. Yo te honro por aquello por lo que tú te culpas. Por favor, escucha mentalmente mi voz junto con la de tu autocensura. Intenta que estén en equilibrio.
Eres el hombre que siempre has sido: uno que acepta la responsabilidad, uno que prevé consecuencias y actúa para proteger a los demás y, sí, a sí mismo. Un hombre así no entregará una carga con demasiada facilidad.
Pero no uses el viaje estelar como una droga, empleándolo para encontrar el olvido. Puedo decirte por experiencia propia que una vida vivida con cortas visitas a la especie humana no es una vida. Sólo somos humanos cuando formamos parte de una comunidad. Cuando llegaste a la Escuela de Batalla intenté aislarte, pero no fue posible. Te rodeé de hostilidad; pero tú tomaste a la mayoría de tus enemigos y rivales y los convertiste en amigos. Enseñaste con
libertad todo lo que sabías y apoyaste a estudiantes que nosotros, los profesores, francamente, habíamos dado por perdidos; algunos de ellos acabaron encontrando la grandeza en su interior y lograron muchos éxitos. Tú eras parte de ellos; te llevaron dentro toda su vida. Nuestro trabajo se te daba mucho mejor a ti que a nosotros.
Tu ¡eesh te adoraba, Ender, con una devoción que sólo puedo envidiar... he tenido muchos amigos, pero nunca me han demostrado la pasión que esos niños te demostraban. Hasta el último de ellos habría muerto por ti. Porque sabían que tú habrías muerto por ellos. Y los informes que he tenido de la colonia Shakespeare (de Sel Menach, de Ix Tolo y sus hijos, Po y Abra, y de los colonos que no llegaron a conocerte pero encontraron el lugar que tú les habías preparado) me permiten afirmar que se te amaba y se te respetaba, y que todos ellos te consideraban el mejor miembro de su comunidad, su benefactor y amigo.
Te lo cuento porque temo que la primera lección que te enseñé sea la que mejor aprendiste: que siempre estás solo, que nadie te ayudará, que lo que sea preciso hacer sólo lo puedes hacer tú. No puedo hablar a los recovecos de tu mente, sólo a la parte superior, a la mente consciente que durante tantos años me ha hablado y escrito con tanta elocuencia. Por tanto, espero que puedas oír mi mensaje y lo transmitas a esa parte de tu mente que al principio no querrá creerlo:
Eres la persona menos sola que he conocido. Tu corazón siempre ha incluido a todos los que te permitían amarlos, y a muchos que no te lo permitían. El punto de encuentro de todas esas comunidades que formaste era tu propio corazón; sabían que los llevabas ahí, y eso los mantenía unidos. Sin embargo, el regalo que tú les hiciste nadie podía dártelo a ti, y me temo que eso será porque cumplí demasiado bien con mi labor malvada y levanté en tu mente un muro que no te permite recibir el conocimiento de lo que eres y de quién eres.
Me irrita ver a ese «La voz de los muertos» lograr, con sus estúpidos libros, la influencia que sólo tú mereces. La gente los está convirtiendo en religión. Los hay que se denominan
«voces de los muertos» y que tienen la presunción de hablar en los funerales y contar «la verdad» sobre el fallecido, una horrible profanación; ¿quién puede conocer la verdad sobre nadie? He dejado instrucciones en mi testamento para que no se permita a ninguno de esos impostores asistir a mi funeral, si alguien se molesta en celebrarlo. Tú salvaste al mundo y jamás se te permitió volver a casa. Ese charlatán se inventa una historia falsa sobre los insectores, luego escribe una apología de tu hermano Peter y la gente lo convierte en religión. La especie humana es estúpida.
Tienes a Valentine a tu lado. Muéstrale esta carta y comprueba si no afirma que todo lo que he dicho sobre ti es cierto. Puede que yo no esté vivo cuando la leas, pero muchos que te conocieron como estudiantes de la Escuela de Batalla siguen con vida, incluida buena parte de tu jeesh. Son viejos, pero ninguno te ha olvidado. (De vez en cuando me escribo con Petra; se ha quedado viuda en dos ocasiones pero sigue siendo un alma asombrosamente feliz y optimista. Se mantiene en contacto con todos los demás.) Ellos, Valentine y yo podemos atestiguar que tú has pertenecido a la especie humana más profunda y plenamente de lo que podría imaginar la mayoría de la gente.
Encuentra la forma de creerlo y no te escondas de la vida en las profundidades oscuras e insondables del espacio relativista.
En mi vida he logrado muchas cosas, pero mi mayor logro fue encontrarte, entender lo que eras y, de alguna forma, lograr no destrozarte antes de que pudieses salvar al mundo. Sólo desearía haberte podido sanar a continuación. Pero ese logro tendrá que ser tuyo... o quizá de Valentine. O quizá vendrá por los hijos que debes (debes) tener algún día.
Porque de eso es de lo que más me arrepiento. Nunca me casé ni tuve hijos. En lugar de eso robé los hijos a otros y los entrené... no los eduqué. Es muy fácil decir que puedes adoptar a toda la especie humana como a tus hijos, pero no es lo mismo que vivir en casa con un niño y adaptar todo lo que haces para ayudarle a ser feliz, completo y bueno. No vivas tu vida sin sostener un niño en los brazos, o en el regazo, en tu hogar, y sentir los brazos de un niño a tu alrededor, oír su voz en tu oreja y ver su sonrisa, que él te ofrece porque tú lo llevas en el corazón.
Yo no tuve tales momentos, porque no traté así a mis niños secuestrados de la Escuela de Batalla. Yo no fui, biológicamente ni por adopción, el padre de nadie. Cásate, Ender. Ten hijos, adóptalos o tómalos prestados... lo que haga falta. Pero no vivas una vida como la mía.
He hecho grandes cosas, pero ahora, al final, no me siento feliz. Me gustaría haber dejado que el futuro se ocupase de sí mismo y, en lugar de saltar a través del tiempo, haberme detenido, haber formado una familia y haber muerto en su momento, rodeado de hijos.
¿Ves como te revelo mi corazón? De alguna forma, también me aceptaste en el jeesh. Perdona los sentimentalismos de los ancianos; cuando tengas mi edad me comprenderás.
Cuando te tuve en mi poder jamás te traté como a un hijo, pero te he amado como a un hijo, y en esta carta te he hablado como me gustaría pensar que hubiese hablado a los hijos que nunca tuve. Te digo: «Bien hecho, Ender.» Ahora, sé feliz.
Hyrum Graff Coronel retirado de la F.I.
A Ender, al salir de la estasis al final del viaje, le conmocionó el cambio de Valentine.
—Te dije que no entraría en estasis hasta que no terminase el libro —dijo ella al ver su expresión.
—No has estado despierta durante todo el viaje.
—Sí—dijo—. No ha sido un viaje de cuarenta años en dos años como el primero, sólo uno de dieciocho años en poco más de catorce meses. —Ender hizo cuentas rápidamente y comprobó que tenía razón. La aceleración y desaceleración siempre
llevaban más o menos la misma cantidad de tiempo, mientras que el viaje intermedio determinaba la diferencia de tiempo subjetivo.
—Aun así—dijo—. Eres una mujer.
—Qué halagador que te hayas dado cuenta. Me decepcionó no tener ningún capitán de nave que se enamorase de mí.
—Quizá se debiese en parte a que el capitán Hong se trajo a su esposa y familia.
—Poco a poco aprenden que no hay que sacrificarlo todo para ser un viajero estelar —dijo Valentine.
—Aritmética... yo sigo teniendo diecisiete años y tú tienes casi veintiuno.
—Tengo veintiuno —dijo—. Considérame tu tiíta Val.
—No lo haré —dijo él—. ¿Has terminado el libro?
—Escribí la historia de la colonia Shakespeare hasta el momento de tu llegada. No habría podido hacerlo si hubieses estado despierto.
—¿Porque hubiese exigido precisión?
—Porque no me habrías permitido tener libre acceso a tu correspondencia con Kolmogorov.
—Mi correspondencia está cifrada con una contraseña doble.
—Oh, Ender, hablas conmigo —dijo Valentine—. ¿Creías que no sería capaz de adivinar «Stilson» y «Bonzo»?
—No usé sus nombres, así, sin más.
—Para mí estaban claros, Ender. Crees que nadie te comprende de verdad, pero yo puedo adivinar tus contraseñas. Eso me convierte en tu colega de contraseñas.
—Eso te convierte en una espía —dijo Ender—. No veo la hora de leer el libro.
—No te preocupes. No menciono tu nombre. Cito sus mensajes como «cartas a un amigo», fechadas.
—¡Qué considerada!
—No te pongas tonto. Hace catorce meses que no te veo y te echaba de menos. No me hagas cambiar de opinión.
—Yo te vi ayer y desde entonces has hurgado en mis archivos. No esperes que lo pase por alto. ¿Dónde más has fisgado?
—En ningún sitio —repuso Valentine—. Tienes el equipaje bien cerrado. No soy una randa.
—¿Cuándo puedo leer el libro?
—Cuando lo compres y lo descargues. Te puedes permitir pagar.
—No tengo dinero.
—Todavía no has leído la carta de Hyrum Graff—dijo Valentine—. Te consiguió una buena pensión y puedes disponer de ella sin pagar impuestos hasta que seas mayor de edad.
—Así que no te limitaste a tu tema de investigación.
—No puedo saber si una carta contiene datos importantes si no la leo, ¿verdad?
—Por tanto, ¿para escribir este libro leíste todas las cartas escritas durante toda la historia de la especie humana?
—Sólo las escritas desde la fundación de la colonia Uno, tras la Tercera Guerra Insectora. —Le dio un beso en la mejilla—. Buenos días, Ender. Bienvenido otra vez al mundo.
Ender negó con la cabeza.
—Ender no —corrigió—. Aquí no. Soy Andrew.
—Ah —dijo ella—. ¿Por qué no Andy o Drew?
—Andrew —repitió Ender.
—Bien, se lo deberías haber dicho a la gobernadora, porque su carta de invitación va dirigida a «Ender Wiggin».
Ender frunció el ceño.
—No llegamos a conocernos en la Escuela de Batalla.
—Imagino que ella cree conocerte, después de haber estado tan íntimamente implicada con la mitad de tu jeesh.
—Después de que derrotase por completo su ejército —dijo Ender.
—Es una forma de intimidad, ¿no? ¿Una relación Grant-Lee?
—Supongo que Graff tenía que advertirle de mi llegada.
—Tu nombre también aparecía en el manifiesto, que incluye el hecho de que tú eras el gobernador de Shakespeare hasta el final de tu mandato de dos años. Eso reduce mucho las posibilidades dentro del conjunto de Andrew Wiggin que hay en la especie humana.
—¿Has bajado a la superficie?
—Nadie lo ha hecho. Le he pedido al capitán que me permitiese despertarte para que puedas ir en el primer transbordador. Por supuesto, estuvo encantado de hacer lo que fuese por el gran Ender Wiggin. Pertenece a esa generación; estaba en Eros cuando obtuviste la victoria final. Dice que en más de una ocasión te vio por los pasillos.
Ender pensó en su breve encuentro con el capitán antes de pasar a estasis.
—No le reconocí.
—No esperaba que le reconocieses. Realmente es muy buen tipo. Su trabajo se le da mucho mejor que a aquel viejo.
—Quincy Morgan.
—Recordaba su nombre, Ender. Simplemente no quería decirlo ni oírlo.
Ender se aseó. La estasis le dejaba con una especie de capa de suciedad cubriéndole el cuerpo; cuando se movía le parecía que la piel le crujía un poco.
Esto no te conviene, pensó mientras se frotaba para limpiarse y su piel protestaba con pinchazos de dolor. Pero Graff se pasa en estasis diez meses al año y sigue fuerte.
Y me consiguió una pensión. Eso está bien. No puedo imaginarme que Ganges use dinero de la Hegemonía, de la misma forma que Shakespeare no lo usaba, pero una vez que se inicie el comercio interestelar, quizás el dólar PLT tenga algún poder de compra.
Seco y vestido, Ender recogió el equipaje y, en la privacidad del camarote cerrado de Valentine, del que ella había salido discretamente, abrió la caja que contenía el capullo de la última reina colmena del universo.
Por un momento tuvo miedo de que hubiese muerto durante el viaje. Pero no. Después de sostener el capullo durante unos minutos en sus manos desnudas, una imagen parpadeó en su mente. O más bien, una serie rápida de imágenes: los rostros de cientos de reinas colmena, un millar, en tan rápida sucesión que no pudo registrar ninguna. Era como si, al despertar (al reiniciar), todos los antepasados de la memoria de la reina colmena tuviesen que aparecer en su mente antes de retroceder y permitirle tener el control de su propio cerebro.
Lo que hubo a continuación no fue una conversación... no podía serlo. Pero Ender lo recordó como una conversación, incluso con diálogos. Era como si su cerebro no estuviese diseñado para recordar lo sucedido: la transferencia directa de recuerdos formados. En lugar de eso traducía el intercambio al modo normal humano de lenguaje discursivo.
—¿Éste es mi nuevo hogar? ¿Me dejarás salir? —le preguntó... o más bien, se mostró a sí misma surgiendo del capullo en el aire frío de una cueva, y la sensación de una pregunta, ¿o era una exigencia?, acompañó a las imágenes.
—Demasiado pronto —dijo él... y en su mente realmente eran palabras, o al menos ideas que podían adoptar la forma del lenguaje—. Todavía nadie lo ha olvidado. Los aterrorizaría. Te matarían en cuanto te descubriesen, o si descubriesen a alguno de tus hijos.
—Esperar más —dijo ella—. Espera eterna.
—Sí—confirmó él—. Viajaré todo lo que pueda, todo lo lejos que pueda. Quinientos años. Mil años. No sé cuánto tiempo hará falta antes de que pueda dejarte salir con seguridad, ni dónde será.
Ella le recordó que no le afectaba el efecto relativista del viaje en el tiempo.
—Nuestras mentes funcionan según el principio de vuestro ansible. Estamos siempre conectados con el tiempo real del universo. —En este caso usó imágenes de relojes que extrajo de los recuerdos de Ender. Su metáfora para el tiempo era el movimiento del sol por el cielo durante días, y su deriva al norte y al sur para indicar los años. Las reinas colmena nunca habían necesitado subdividir el tiempo en horas, minutos y segundos, porque con sus propios hijos, los insectores, todo era infinitamente ahora.
—Lamento que debas experimentar todo el tiempo del viaje —dijo Ender—. Pero quieres que yo esté en estasis durante el mismo y que siga joven el tiempo suficiente para encontrarte un hogar.
Estasis... ella comparó su experiencia con su etapa de crisálida.
—Pero tú surges igual. Sin cambios.
—Los humanos no cambiamos al salir del capullo. Estamos despiertos durante el proceso de maduración.
—Por tanto, para ti dormir no es nacer.
—No —dijo Ender—. Es una muerte temporal. Un apagarse, excepto que entre las cenizas queda una chispa. Ni siquiera sueño.
—Todo lo que yo hago es soñar —dijo ella—. Sueño toda la historia de mi gente. Son mis madres, pero ahora también son mis hermanas, porque recuerdo hacer todo lo que ellas hacen.
En este caso, había conjurado la imagen de Valentine y Peter para decir
«hermanas». Y cuando apareció el rostro de Peter, había temor y dolor en el recuerdo.
—Ya no le temo —dijo Ender—. Ni tampoco le odio. Acabó siendo un gran hombre.
Pero la reina colmena no le creyó. Extrajo de su mente la imagen del anciano en las conversaciones de ansible y la comparó con el niño Peter de los recuerdos más profundos de Ender. Eran demasiado diferentes para ser el mismo.
Y Ender tampoco podía discutírselo. Peter el Hegemón no era Peter el monstruo. Quizá nunca lo hubiera sido. Quizá los dos fuesen una ilusión. Pero Peter el monstruo era el que se encontraba en los recuerdos más profundos de Ender, y no era probable que algún día llegase a desaparecer.
Volvió a ocultar el capullo en su caja, la cerró y la dejó en el carrito de equipaje para la superficie.
* * *
Virlomi acudió a recibir el transbordador; dejó claro de inmediato que tal cortesía se debía sólo por Ender. Subió al transbordador para hablar con él.
Ender no lo consideró una buena señal. Mientras esperaban a que subiese a bordo, le dijo a Valentine.
—No me quiere aquí. Quiere que regrese a la nave.
—Espera y comprueba qué quiere —sugirió Valentine—. Quizá sólo quiera conocer tus intenciones.
Virlomi parecía mucho mayor que la chica cuyo rostro Ender había visto en todos esos vídeos de la guerra. Un año o dos rumiando la derrota, y luego dieciséis gobernando la colonia... tenían que acabar por dejar huella.
—Gracias por permitirme una visita tan temprana —dijo ella.
—Nos halaga enormemente que hayas venido a recibirnos personalmente — contestó Ender.
—Tenía que verte antes de que salieses a la colonia. Juro que no le he dicho a nadie que venías.
—Te creo —dijo Ender—. Pero tu comentario parece dar a entender que la gente sabe que estoy aquí.
—No —dijo—. No, no hay tal rumor, gracias a Dios.
¿Qué Dios?, se preguntó Ender. O, teniendo fama de diosa, ¿se daba las gracias a sí misma?
—Cuando el coronel Graff... o el título que tenga ahora, para mí siempre será el coronel Graff... me dijo que te había pedido que vinieses, fue porque anticipaba problemas con una madre y un hijo concretos.
—Nichelle y Randall Firth —dijo Ender.
—Sí —confirmó ella—. Resulta que yo también los había considerado problemas potenciales durante los preparativos en la Escuela de Batalla, Ellis Island, o como lo llamasen. Así que comprendo su preocupación. Lo que no sabía era por qué creía que tú podrías ocuparte del asunto mejor que yo.
—No estoy seguro de que pensase que pudiese hacerlo. Quizá sólo quería tener un recurso a mano, por si se me ocurría alguna idea. ¿Han dado problemas?
—La madre era una reclusa paranoica normal —dijo Virlomi—. Pero trabajaba duro y, si era obsesivamente protectora con su hijo, la relación no tenía nada de perversa... nunca intentó dormir con él, por ejemplo, y jamás le bañó cuando dejó de
ser un niño... ninguna de las señales de peligro. Era un bebé muy pequeño. Casi como un juguete. Pero empezó a caminar y a hablar cuando era increíblemente joven. Sorprendentemente joven.
—Y siguió siendo bajito hasta la adolescencia —dijo Ender—. Luego crecía al ritmo normal y no paró. Imagino que ahora será un gigante.
—Dos metros y no parece que vaya a parar —dijo Virlomi—. ¿Cómo lo sabes?
—Por sus padres. Virlomi jadeó.
—Graff sabe quién es su verdadero padre y no me lo dijo. ¿Cómo se supone que iba a afrontar la situación si no me daba toda la información?
—Discúlpame por recordártelo —dijo Ender—, pero en aquella época no se confiaba mucho en ti.
—No —dijo—. Pero pensé que si me hacía gobernadora, él me daría... pero eso ya ha pasado.
Ender se preguntó si efectivamente Graff ya habría pasado. No aparecía en ninguno de los registros a los que podía acceder... pero no disfrutaba de los privilegios de ansible de antes, cuando era un nuevo gobernador de camino a su colonia. Había búsquedas profundas que, simplemente, no tenía tiempo de ejecutar.
—Graff no pretendía dejarte sin información. Pero me la entregó a mí y me permitió juzgar cuánto decirte.
—Entonces, ¿tú tampoco confías en mí? —El tono era jocoso, pero había dolor subyacente.
—No te conozco —justificó Ender—. Hiciste la guerra contra mis amigos. Liberaste tu país de los invasores. Pero a continuación tú misma te convertiste en una invasora vengativa. No sé qué hacer con esta información. Deja que me decida a medida que te conozca.
Valentine habló por primera vez desde el saludo inicial.
—¿Qué ha sucedido que te ha impulsado a asegurarnos que no le habías dicho a nadie que Ender llegaba?
Virlomi se volvió respetuosamente hacia ella.
—Forma parte del largo enfrentamiento entre Randall Firth yyo.
—¿No sigue siendo un niño? Virlomi rió amargamente.
—¿De verdad los graduados de la Escuela de Batalla se dicen esas cosas? Ender rió.
—Aparentemente sí. ¿Cuánto hace que dura ese enfrentamiento ?
—Cuando cumplió doce años era un orador tan... precoz... que tenía a los antiguos colonos y a los colonos no indios que vinieron conmigo comiendo de su mano. Al principio era como una mascota inteligente. Ahora es algo más parecido a un líder espiritual, un...
—Un Virlomi —interrumpió Ender.
—Sí, se ha convertido en el equivalente de lo que los indios me consideran a mí— dijo—. Nunca afirmé ser una diosa.
—No discutamos por asuntos del pasado.
—Sólo quiero que sepas la verdad.
—No, Virlomi —dijo Valentine, interrumpiendo de nuevo, o eso daba a entender la expresión de Virlomi—. Deliberadamente construiste la imagen de diosa, y cuando la gente te preguntaba, tú ofrecías desmentidos que no desmentían nada. «¿Desde cuándo las diosas caminan sobre la tierra?» «¿Una diosa fallaría tan a menudo ?» Y la más repugnantemente engañosa de todas: «¿Qué piensas tú?»
Virlomi suspiró.
—No tienes piedad —se lamentó.
—No —dijo Valentine—. Soy muy piadosa. Lo que no tengo son modales.
—Sí —confirmó Virlomi—. Él ha aprendido observándome a mí, viendo como manejo a los indios, como me adoran. Su grupo no tiene una religión común, ninguna tradición propia. Pero él construyó una, sobre todo porque todos conocían el perverso libro La Reina Colmena.
—¿Cómo es que es perverso? —preguntó Ender.
—Porque es un montón de mentiras. ¿Quién podría saber lo que las reinas colmena pensaban, sentían, recordaban o intentaban hacer? Pero en la mente de los tontos impresionables que han memorizado ese libro maldito, ha convertido a los insectores en figuras trágicas.
Ender rió.
—Chico listo.
—¿Qué? —inquirió Virlomi, mirándole con suspicacia.
—Supongo que me lo cuentas porque de alguna forma afirma ser el heredero de las reinas colmena.
—Lo que es completamente absurdo, porque la nuestra es la primera colonia que no se fundó sobre las ruinas de la civilización insectora.
—Entonces, ¿cómo lo logra? —preguntó Ender.
—Afirma que la población india, un ochenta por ciento del total, no pretende más que reproducir exactamente la misma cultura que tenía en la Tierra. Mientras que él y los otros son los que intentan crear algo nuevo. Incluso tiene el valor de llamar a su movimiento los Nativos de Ganges. Y dice que los indios son como los chacales que se han asentado en otros mundos... destruyendo a los nativos y apoderándose de todos sus logros.
—¿Y la gente se lo cree?
—Curiosamente —dijo ella—, aunque no son muchos. La mayoría de los colonos no indios simplemente quieren vivir en paz.
—Pero algunos le creen —objetó Ender.
—Millones.
—No hay tantos colonos —dijo Valentine.
—No sólo habla a la multitud local —dijo Virlomi—. Envía sus escritos por ansible. Hay delegaciones de los Nativos de Ganges en la mayoría de las grandes ciudades de la Tierra. Incluso en la India. Millones, como he dicho.
Valentine suspiró.
—En las redes vi referencias a «los Nativos» y no me interesaron. ¿Se originaron aquí?
—Consideran La Reina Colmena su texto sagrado, y a los insectores sus antepasados espirituales —dijo Virlomi—. En la Tierra, su doctrina es casi la opuesta de lo que Randall predica aquí. Afirman que el PLT debería desaparecer porque borra todas las culturas «genuinas», «nativas» de la Tierra. Se niegan a hablar común. Hacen lo posible por seguir religiones nativas y que se sepa.
—Mientras que aquí, Randall condena a los tuyos por hacer precisamente eso — observó Ender—. Preservar su cultura terrestre.
—Sí —dijo Virlomi—. Pero él afirma que no es una contradicción... la cultura india no se originó aquí. Éste es un lugar nuevo y, por tanto, él y sus Nativos de Ganges están creando la verdadera cultura nativa de este mundo, en lugar de una copia recalentada de una vieja traída de la Tierra.
Ender rió.
—A ti te parece gracioso —dijo Virlomi.
—En absoluto —dijo Ender—. Simplemente pensaba que Graff era un genio. No tan listo como los chicos a los que entrenó en la Escuela de Batalla, pero... Siendo Randall un bebé en brazos de su madre ya sabía que causaría problemas.
—Y te envió a ti para salvarme —añadió.
—Dudo que sea preciso salvarte.
—No, no me hace falta —dijo ella—. Ya lo he resuelto. Le provoqué para que me atacase en mi casa. Está grabado en vídeo, ya hemos celebrado el juicio y le hemos condenado al exilio. Vuelve a la Tierra... junto con cualquiera de sus descontentos que quiera ir con él.
Ender agitó la cabeza.
—¿Y no piensas que quizás eso es precisamente lo que quiere que hagas?
—Claro que sí. Pero tampoco me importa, siempre que no tenga que enfrentarme a él.
Ender suspiró.
—Claro que te importa, Virlomi. Si allí ya tiene seguidores, y luego regresa a la Tierra como exiliado del que llama su «mundo natal», entonces acabas de sembrar la simiente que puede derribar al PLT y devolver a la Tierra al espantoso caos de odio y guerra al que Peter Wiggin puso fin hace tan poco.
—Eso no es problema mío —dijo Virlomi.
—Nuestra generación ha perdido el poder, Virlomi —dijo Ender—, excepto en algunas pocas colonias remotas. Peter ha muerto. Sus sucesores son sustitutos mediocres. ¿Crees que serán capaces de lidiar con Randall Firth?
Virlomi vaciló.
—No.
—Por tanto, si a sabiendas infestas a alguien con un virus que sabes que su cuerpo no puede resistir, ¿no le has asesinado?
Virlomi enterró la cara entre las manos.
—Lo sé —confesó—. Intentaba no saberlo, pero lo sé.
—Lo que todavía no entiendo —dijo Valentine— es por qué tus primeras palabras fueron para decir que no le habías dicho a nadie que Ender venía. ¿Por qué iba a importar?
Virlomi levantó la cara.
—Porque durante el juicio y desde entonces te ha estado usando. Y se ha estado comparando con su padre monstruoso. El que él cree que es su padre.
—Concretamente... —insistió Valentine.
—Te llama «Ender el Xenocida» —dijo Virlomi—. Dice que eres el peor criminal de guerra de toda la historia, porque fuiste tú el que exterminó a todos los nativos de estos mundos para que los ladrones pudiesen venir a robar sus casas y sus tierras.
—Predecible —dijo Ender.
—Y a Peter lo llama el «Hermano del Xenocida» que intentó exterminar todas las culturas nativas de la Tierra.
—Vaya —dijo Ender.
—Y Achilles Flandres no era un monstruo... eso no es más que propaganda del partido proxenocida. Fue el único que se enfrentó a los planes malvados de Peter y Ender. Intentó detenerte en la Escuela de Batalla, por lo que tus amigos lo encerraron en un asilo para locos de la Tierra. Luego, tras escapar e iniciar su labor de oponerse a la amenaza de que el Hegemón se convirtiese en dictador del mundo, la máquina de propaganda de Peter se puso a trabajar, difamándole. —Virlomi suspiró—. Y he aquí la ironía. Diciendo todo esto, finge honrarme enormemente. Como la heroína que se enfrentó al jeesh de los xenocidas: a Han Tzu, Alai, Petra y todos lo que sirvieron contigo.
—Y aun así te golpeó.
—Afirma que le provoqué. Que fue un montaje. Que un hombre de su tamaño... de haber querido matarme ya estaría muerta. Sólo pretendía hacer que despertase y comprendiese la magnitud de las mentiras que contaba y creía. Sus seguidores aceptan por completo esa explicación. O no les importa si es cierta o no.
—Bien, es agradable comprobar que alguien me encontró útil mientras estaba en estasis.
—No es una broma —dijo Virlomi—. Por todas las redes sus tesis revisionistas ganan más y más adeptos. Se ha insistido mucho en todas esas tonterías del consejo de guerra de Graff. Fotografías de los cuerpos muertos de... esos matones...
—Oh, ya me imagino —dijo Ender.
—Debías saberlo antes de bajar del transbordador —dijo Virlomi—. El no podía saber que venías. Simplemente escogió este momento para invocar tu nombre. Creo que es su reacción a que yo usase el nombre de Achilles como ejemplo de monstruo. Así que él decidió usar tu nombre como el de monstruo peor que Achilles. Si no fuese por ese horrible montón de mentiras llamado La Reina Colmena no habría encontrado un terreno tan fértil para sus tonterías.
—Hice todo aquello de lo que me acusa —dijo Ender—. Los chicos murieron. Y también todos los insectores.
—Pero no eres un asesino. Yo también leí las transcripciones del consejo de guerra. Lo comprendí... era la Escuela de Batalla. Hablé con gente que te conoció. Todos sabíamos cómo los adultos nos controlaban y daban forma a nuestras vidas. Y todos aceptamos que tu devastadora autodefensa obedecía a un perfecto adoctrinamiento militar.
Ender hizo lo que siempre hacía cuando alguien intentaba exonerarle: ignoró las palabras sin decir nada.
—Bien, Virlomi, no estoy seguro de qué crees que debería hacer yo.
—Podrías volver a la nave e irte.
ti.
—¿Es lo que me pides? —preguntó Ender.
—No ha venido a quitarte el puesto —dijo Valentine—. No es una amenaza para
Virlomi rió.
—No intento deshacerme de tu hermano, Valentine. Aquí es bienvenido. Si se
queda, entonces ciertamente precisaré de su consejo y lo aceptaré. Por mi parte, me alegra que esté aquí. Randall no tendrá más opción que dirigir su odio contra él. Por favor, quédate.
—Me alegro de que me lo pidas —dijo Ender—. Acepto.
—No —dijo Valentine—. Ésta es una de esas situaciones que acaban en violencia.
—Prometo no matar a nadie, Valentine —dijo Ender.
—Hablo de violencia contra ti —precisó ella.
—Yo también —confirmó Ender.
—Si Randall decide enfervorecer a la multitud...
—No —dijo Virlomi—. En ese aspecto no hay nada que temer. Te protegeremos totalmente.
—Nadie puede proteger a nadie totalmente —dijo Valentine.
—Oh, estoy seguro de que el personal de Virlomi hará un trabajo excelente —dijo Ender—. Como he dicho, acepto tu amable invitación. Ahora, salgamos de aquí y bajemos a la costa, ¿eh?
—Como desees —dijo Virlomi—. Me alegra que estés aquí. Pero también te he advertido y, mientras esta nave siga aquí, tienes libertad de movimientos. No disfrutarás cuando Randall dirija su furia contra ti. Se le dan bien las palabras.
—¿Sólo las palabras? —dijo Ender—. ¿No es violento?
—Por el momento —dijo Virlomi.
—Entonces estoy a salvo —dijo Ender—. Gracias por el gran honor que me has concedido. Por favor, anuncia que estoy aquí. Y que realmente soy ese Andrew Wiggin.
—¿Estás seguro? —preguntó Virlomi.
—Los locos siempre están seguros —dijo Valentine. Ender rió y también lo hizo Virlomi; una risa nerviosa.
—Os invitaría a cenar conmigo esta noche —dijo Virlomi—. Pero me precio de comer poco y, claro está, al ser hindú, sólo tomo platos vegetarianos.
—Suena genial —celebró Valentine.
—Dinos cuándo y dónde y allí estaremos —propuso Ender.
Con algunas palabras más de despedida, Virlomi se fue. Valentine se volvió hacia Ender, simultáneamente furiosa y triste.
—¿Me has traído aquí para verte morir?
—Yo no te he traído a ningún sitio —dijo Ender—. Tú viniste.
—Lo que no responde a mi pregunta.
—Todo el mundo muere, Valentine. Madre y padre han muerto. Peter ha muerto.
A estas alturas Graff probablemente esté muerto.
—Olvidas que te conozco, Ender—dijo Valentine—. Has decidido morir. Has decidido provocar a ese chico para que te mate.
—¿Por qué piensas tal cosa?
—¡Mira los nombres que escogiste como contraseña, Ender! No puedes vivir con tu culpa.
—No es culpa, Val —protestó Ender—. Es responsabilidad.
—No hagas que ese chico te mate —dijo Valentine.
—No haré que nadie haga nada. ¿Qué te parece?
—Debería haberme quedado en casa viendo a Peter conquistar el mundo.
—Oh, no, Valentine. Nosotros seguimos una trayectoria mucho más interesante a través del espacio-tiempo.
—No voy a dormir toda mi vida como tú, Ender, Tengo trabajo que hacer. Voy a escribir mis historias. No cargo con ningún deseo de morir.
—Si yo desease estar muerto —arguyó Ender—, habría dejado que Bonzo Madrid y sus amigos me golpeasen el cerebro en el baño de la Escuela de Batalla.
—Te conozco —dijo Valentine.
—Sé que crees conocerme —dijo Ender—. Y si muero, creerás que lo escogí. La verdad es mucho más complicada. No tengo intención de morir. Pero no temo el riesgo de morir. En ocasiones un soldado debe arriesgarse mucho para obtener la victoria.
—No es tu guerra —dijo Valentine. Ender rió.
—Siempre es mi guerra.