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36.86% Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 87: 04.- Ender 04 Hijos de la Mente 19.- «HASTA QUE LA MUERTE NOS SORPRENDA ATODOS»

Chapitre 87: 04.- Ender 04 Hijos de la Mente 19.- «HASTA QUE LA MUERTE NOS SORPRENDA ATODOS»

«No digo que haya disfrutado mucho

del trabajo que los dioses me impusieron. Mi único placer

estuvo en mis días de instrucción,

en aquellas horas entre las acuciantes demandas de los dioses.

Me pongo gustosa a su disposición, siempre. Pero oh, era tan dulce

aprender lo ancho que podía ser el universo,

medirme contra mis profesores,

y equivocarme a veces, sin demasiadas consecuencias...»

de Los susurros divinos de Han Oing jao

-¿Queréis ir a la universidad y montar turnos en nuestra nueva red informática a prueba de dioses?

-preguntó Grace.

Por supuesto que Peter y Wang-mu querían ir. Pero para su sorpresa, Malu se echó a reír alborozado e insistió en ir también. La deidad una vez habitó en los ordenadores, ¿no? Y si encontraba el camino de regreso, ¿no debería estar Malu allí para saludarla?

Esto complicó un poco las cosas, pues la visita de Malu a la universidad requería una notificación previa al presidente para que éste pudiera orquestar una bienvenida adecuada. No era necesario hacerlo por Malu; que no era vanidoso ni le impresionaban demasiado las ceremonias que no tenían un sentido inmediato. Pero la cuestión era demostrarle al pueblo samoano que la universidad respetaba todavía las antiguas costumbres, de las que Malu era el más reverenciado protector y seguidor.

De luaus de fruta y pescado en la playa, de hogueras al descubierto, esteras de palma y chozas de techo de paja, a un hovercar, una autopista y los edificios de colores vivos de la universidad moderna... a Wang-mu le pareció un viaje a través de la historia de la raza humana. Y sin embargo ya había hecho ese viaje en otra ocasión, desde Sendero; formaba parte de su vida pasar de lo antiguo a lo moderno, una y otra vez. Sentía lástima por aquellos que sólo conocían una cosa y no la otra. Era mejor poder seleccionar de todo el menú de logros humanos que estar limitada a una estrecha gama.

Peter y Wang-mu bajaron discretamente del hovercar antes de que el vehículo llevara a Malu a la recepción oficial. El hijo de Grace los guió en un breve recorrido por las nuevas instalaciones informáticas.

-Estos nuevos ordenadores siguen todos los protocolos enviados por el Congreso Estelar. No habrá más conexiones directas entre redes informáticas y ansibles, sino un desfase temporal; cada infopaquete será inspeccionado por software de seguridad que detectará todo acto no autorizado.

-En otras palabras -dijo Peter-: Jane nunca volverá a entrar.

-Ése es el plan. -El muchacho (pues, a pesar de su tamaño, eso parecía ser) sonrió de oreja a oreja-

. Todo perfecto, todo nuevo, en total armonía.

Wang-mu se sintió asqueada. Así sería en los Cien Mundos: Jane bloqueada del todo. Y sin acceso a la enorme capacidad informática de las redes combinadas de toda la civilización humana, ¿cómo recuperaría el poder para lanzar una nave al Exterior y devolverla al Interior? Wang-mu se había alegrado de abandonar Sendero, pero no estaba segura de que quisiera pasar el resto de su vida en Pacífica. Sobre todo si tenía que quedarse con Peter, pues no había ninguna posibilidad de que él se contentara con la forma más lenta y relajada de vivir la vida que tenían en las islas. En realidad, era también demasiado lenta para ella. Le encantaba estar con los samoanos, pero la impaciencia por hacer algo crecía en su interior. Quizá quienes se educaban entre esta gente sublimaban de algún modo su ambición, o quizás había algo en el genotipo racial que la suprimía o la reemplazaba; pero el incesante impulso de Wang-mu por reforzar y expandir su papel en la vida no iba a desaparecer por un luau en la playa, por mucho que lo hubiera disfrutado y preciara su recuerdo.

El recorrido no había terminado aún, por supuesto, y Wang-mu siguió diligentemente al hijo de Grace. Sin embargo, prestaba la atención estrictamente necesaria para responder con amabilidad. Peter parecía aún más distraído, y Wang-mu imaginaba por qué. No sólo tendría los mismos sentimientos que ella, sino que también lamentaría la pérdida de conexión con Jane a través de la joya en su oído. Si ella no recuperaba su habilidad para controlar el flujo de datos a través de las comunicaciones de los satélites que orbitaban este mundo, él no volvería a oír su voz jamás.

Llegaron a una sección más antigua del campus, a unos edificios ajados de estilo arquitectónico más funcional.

-A nadie le gusta venir aquí, porque les recuerda lo recientemente que nuestra universidad ha dejado de ser sólo una escuela para formar ingenieros y maestros. Este edificio tiene trescientos años. Entremos.

-¿Tenemos que hacerlo? -preguntó Wang-mu-. Quiero decir, ¿es necesario? Creo que desde fuera nos hacemos una idea.

-Oh, pero creo que querréis ver este lugar. Es muy interesante porque en él se conservan algunas de las viejas maneras de hacer las cosas.

Wang-mu por supuesto accedió a seguirlo, como requería la cortesía, y Peter hizo lo mismo, en silencio. Entraron y oyeron el rumor de los antiguos sistemas de aire acondicionado y notaron el ambiente refrigerado.

-¿Éstas son las viejas mañeras? -preguntó Wang-mu-. No tan antiguas como la vida en la playa, creo.

-No tan antiguas, es verdad -dijo su guía-. Pero claro, aquí no conservamos lo mismo.

Entraron en una gran sala cubierta de parte a parte con cientos y cientos de ordenadores dispuestos en apretadas hileras de mesas. No había espacio para que nadie se sentara ante las máquinas; apenas lo había para que los técnicos pasaran de lado entre las mesas para atenderlos. Todos los ordenadores estaban encendidos, pero el aire sobre los terminales estaba vacío y no daba ninguna pista de lo que sucedía dentro de ellos.

-Teníamos que hacer algo con todos los viejos ordenadores que el Congreso Estelar nos mandó desconectar. Así que los pusimos aquí con los viejos ordenadores de las otras universidades y empresas de las islas; hawaianos, tahitianos, maoríes y todo eso... todo el mundo ayudó. Ocupa seis plantas igual que ésta en este edificio, y otros tres más, aunque éste es el más grande.

-Jane -dijo Peter, y sonrió.

-Aquí es donde almacenamos todo lo que ella nos dio. Naturalmente, de forma oficial estos ordenadores no están conectados a ninguna red. Sólo se utilizan para las prácticas de los estudiantes. Pero los inspectores del Congreso nunca vienen aquí. Vieron todo lo que quisieron cuando revisaron nuestra nueva instalación. Cumple las normas al detalle... ¡somos ciudadanos obedientes y leales! Pero me temo que aquí se han pasado algunas cosas por alto. Por ejemplo, parece haber una conexión intermitente con el ansible de la universidad. Cada vez que el ansible transmite mensajes fuera de este mundo, se conecta a un solo ordenador: el enlace oficial de salvaguarda con su demora temporal. Pero cuando el ansible conecta con unos cuantos destinos extravagantes (el satélite samoano, por ejemplo, o cierta colonia lejana que supuestamente está incomunicada con todos los ansibles de los Cien Mundos), entonces una vieja conexión olvidada entra en funcionamiento, y el ansible tiene acceso completo a todo esto.

Peter se rió con verdadera alegría. A Wang-mu le encantó el sonido de su risa, pero también sintió un poco de celos por la idea de que Jane pudiera volver con él.

-Y otra cosa extraña -dijo el hijo de Grace-. Uno de los nuevos ordenadores ha sido instalado aquí, sólo que con algunas alteraciones. No informa correctamente al programa principal, por lo que parece: olvida decirle que existe un enlace ultrarrápido en tiempo real con esta inexistente red al viejo estilo. Es una lástima que no se lo diga, porque eso permite una conexión completamente ilegal entre esta vieja red conectada al ansible y el nuevo programa a prueba de dioses. De ese modo las peticiones de información pueden ser aprobadas, y cualquier software inspector las considera perfectamente legales puesto que provienen de este nuevo ordenador perfectamente legal pero sorprendentemente defectuoso.

Peter sonreía de buena gana.

-Bien, alguien tuvo que trabajar muy rápido para lograr esto.

-Malu nos dijo que la deidad iba a morir, pero entre nosotros y ella trazamos un plan. Ahora la única pregunta es: ¿encontrará el camino de regreso?

-Creo que sí -dijo Peter-. Por supuesto, esto no es ni siquiera una pequeña fracción de lo que solía tener.

-Sabemos que tiene un par de instalaciones similares aquí y allá. No muchas, es verdad, y las nuevas barreras de retraso temporal permitirán que tenga acceso a toda la información pero le impedirán usar la mayoría de las nuevas redes como parte de sus procesos de pensamiento. Con todo, es algo. Tal vez sea suficiente.

-Sabíais quiénes éramos antes de que llegáramos -dijo Wang-mu-. Ya trabajabais con Jane.

-Creo que las pruebas son elocuentes -respondió el hijo de Grace.

-¿Entonces por qué Jane nos trajo aquí? ¿Qué era todo ese sinsentido de necesitarnos aquí para detener la Flota Lusitania?

-No lo sé -dijo Peter-. Y dudo que nadie lo sepa. Tal vez Jane simplemente quería tenernos en un entorno amigable para poder volver a encontrarnos. Dudo que haya nada así en Viento Divino.

-Y tal vez -dijo Wang-mu, siguiendo sus propias especulaciones-, tal vez quería que estuvieses aquí, con Malu y Grace, cuando le llegara el momento de morir.

-Y de morir yo también. Me refiero a mí como Ender, por supuesto.

-Y quizá, si ya no iba a estar aquí para protegernos con sus manipulaciones de datos, quería que estuviésemos entre amigos.

-Por supuesto -dijo el hijo de Grace-. Es una diosa, cuida de su gente.

-¿De sus adoradores? -preguntó Wang-mu. Peter hizo una mueca.

-Sus amigos -dijo el muchacho-. En Samoa tratamos a los dioses con gran respeto, pero también somos sus amigos, y ayudamos a los buenos cuando podemos. Los dioses necesitan de vez en cuando la ayuda de los humanos. Creo que lo hicimos bien, ¿no os parece?

-Hicisteis bien -dijo Peter-. Habéis sido fieles. El muchacho sonrió.

Pronto volvieron a la nueva instalación informática, y vieron cómo con gran ceremonia el presidente de la universidad pulsaba la tecla que iniciaba el programa que activaba y controlaba el ansible de la universidad. Inmediatamente llegaron mensajes y programas de prueba del Congreso Estelar; sondearon e inspeccionaron el sistema para asegurarse de que no había fallos de seguridad y de que todos los protocolos se habían seguido adecuadamente. Wang-mu notaba lo tenso que estaba todo el mundo (excepto Malu, que parecía incapaz de temer nada) hasta que, unos minutos más tarde, los programas terminaron su inspección y presentaron su informe. Inmediatamente llegó el mensaje del Congreso asegurando que la red era obediente y segura. Los trucos y subterfugios no habían sido detectados.

-En cualquier momento ya -murmuró Grace.

-¿Cómo sabremos si todo esto ha funcionado? -preguntó Wang-mu en voz baja.

-Peter nos lo dirá -le respondió Grace, sorprendida de que Wang-mu no lo hubiera comprendido-. La joya en su oreja... el satélite samoano le hablará.

Olhado y Grego contemplaban el texto del ansible que durante veinte años había contactado sólo con la lanzadera y la nave de Jakt. Volvía a recibir un mensaje. Se estaban estableciendo contactos con cuatro ansibles de otros mundos donde grupos de simpatizantes lusitanos (o al menos amigos de Jane) habían seguido sus instrucciones para esquivar parcialmente las nuevas regulaciones. No se enviaron mensajes reales porque los humanos no tenían nada que decirse. La cuestión era simplemente mantener el enlace vivo para que Jane pudiera viajar a través de él y conectarse con alguna pequeña parte de su antigua capacidad.

Nada de todo esto se había hecho con participación humana de Lusitania. Toda la programación requerida se había conseguido gracias a las implacablemente eficaces obreras de la Reina Colmena, con la ayuda de los pequeninos de vez en cuando. Olhado y Grego habían sido invitados en el último minuto, como simples observadores. Pero comprendían. Jane hablaba con la Reina Colmena y la Reina Colmena hablaba con los padres-árbol. Jane no había obrado a través de los humanos porque los lusitanos con los que se relacionaba eran Miro, que tenía otro trabajo que hacer para ella, y Ender, que se había quitado la joya de la oreja antes de morir. Olhado y Grego habían discutido sobre esto en cuanto el pequenino Zambullida les explicó lo que sucedía y les pidió que acudieran a observar.

-Considero su actitud un tanto desafiante -dijo Olhado-. Si Ender la rechazó y Miro estaba ocupado...

-O entusiasmado con la Joven Valentine, no lo olvides -repuso Grego.

-Bueno, lo ha hecho sin ayuda humana.

-¿Cómo puede funcionar? -dijo Grego-. Antes estaba conectada a miles de millones de ordenadores. Como mucho ahora tendrá varios millares, al menos utilizables de forma directa. No es suficiente. Ela y Quara no volverán jamás. Ni Miro.

-Tal vez no. No será la primera vez que perdamos a miembros de la familia al servicio de una causa superior.

Pensó en los famosos padres de su madre, Os Venerados, que dentro de pocos años serían santos... si un representante del Papa conseguía llegar a Lusitania para examinar las pruebas. Y en su verdadero padre, Libo, y en el padre de éste; ambos habían muerto antes de que los hijos de Novinha supieron que eran parientes. Todos muertos por la causa de la ciencia: Os Venerados en la lucha por contener la descolada. Pipo y Libo en el esfuerzo por comunicarse y comprender a los pequeninos. Su hermano Quim había muerto como un mártir, tratando de cerrar una peligrosa brecha en la relación entre humanos y pequeninos de Lusitania. Y ahora Ender, su padre adoptivo, había muerto por la causa de tratar de encontrar un modo de salvar la vida de Jane y, con ella, el viaje más rápido que la luz. Si Miro y Ela y Quara morían en el esfuerzo por entablar comunicación con los descoladores, seguirían la tradición familiar.

-Lo que me pregunto -dijo Olhado-, es qué tenemos nosotros de malo que no se nos ha pedido que muramos por una causa noble.

-No entiendo de causas nobles -respondió Grego-, pero tenemos una flota apuntándonos. Creo que eso bastará para matarnos.

Un súbito estallido de actividad en los terminales les dijo que la espera había terminado.

-Hemos conectado con Samoa -dijo Zambullida-. Y ahora con Memphis. Y Sendero. Y Hégira. -Hizo el pequeño mohín que invariablemente hacían los pequeninos cuando estaban contentos-. Todos van a conectar. Los programas rastreadores no los encontraron.

-¿Pero será suficiente? -preguntó Grego-. ¿Se mueven de nuevo las naves?

Zambullida se encogió estudiadamente de hombros.

-Lo sabremos cuando tu familia regrese, ¿no?

-Madre no quiere poner fecha para el funeral de Ender hasta que regresen -dijo Grego. A la mención del nombre de Ender, Zambullida se deprimió.

-El hombre que llevó a Humano a la Tercera Vida -dijo-. Y casi no tenemos nada que enterrar.

-Me preguntaba si pasarán días, semanas o meses antes de que Jane recupere sus poderes... si es que lo hace -dijo Grego.

-No lo sé -respondió Zambullida.

-Sólo tienen unas cuantas semanas de aire.

-No lo sabe, Grego -dijo Olhado.

-Ya. Pero la Reina Colmena lo sabe. Y se lo dirá a los padres árbol. Pensaba... que la noticia podía filtrarse.

-¿Cómo puede la Reina Colmena saber lo que sucederá en el futuro? -preguntó Olhado-. ¿Cómo puede saber nadie lo que Jane puede o no puede conseguir? Hemos vuelto a conectar con otros mundos. Algunas partes de su memoria central han sido devueltas a la red ansible, aunque subrepticiamente. Puede que las encuentre. Puede que no. Si las encuentra, puede que sea suficiente, o no. Pero Zambullida no lo sabe.

Grego se dio la vuelta.

-Lo sé -dijo.

-Todos tenemos miedo -le dijo Olhado-. Incluso la Reina Colmena. Ninguno de nosotros quiere morir.

-Jane murió, pero no está muerta -dijo Grego-. Según Miro, parece que el aiúa de Ender está viviendo como Peter en otro mundo. Las reinas colmena mueren y sus recuerdos siguen viviendo en las mentes de sus hijas. Los pequeninos logran vivir como árboles.

-Algunos de nosotros -dijo Zambullida.

-¿Pero y nosotros qué? -dijo Grego-. ¿Nos extinguiremos? ¿Qué diferencia habrá entonces; los que teníamos planes, qué importará el trabajo que hayamos hecho? ¿Los hijos que hayamos criado? -Miró a Olhado-. ¿Qué importará entonces que tengas una familia tan grande y feliz, si serás borrado en un instante por esa... bomba?

-Ningún momento de mi vida con mi familia ha sido un momento malgastado -dijo Olhado tranquilamente.

-Pero el sentido de la familia es la continuidad, ¿no? Conectar con el futuro.

-En parte, sí. Pero en parte el propósito es el ahora, el momento presente. Y en parte la red de conexiones, los enlaces de un alma a otra. Si el propósito de toda vida fuera sólo continuar hacia el futuro, entonces ninguna tendría significado, porque todo sería expectación y preparación. Está el goce, Grego. Está la felicidad que ya hemos tenido. La felicidad de cada momento. El final de nuestras vidas, aunque no haya continuación hacia delante ni descendencia, el final de nuestras vidas no borra el principio.

-Pero no habrá servido de nada. Si tus hijos mueren, entonces todo será un despilfarro.

-No -dijo Olhado tranquilamente-.

Dices eso porque no tienes hijos, Greguinho. Pero nada se desperdicia. El niño que sostuviste en tus brazos durante un día antes de que muriera no fue un despilfarro, porque ese día es un propósito suficiente en sí mismo. La entropía ha sido retrasada una hora, un día, una semana, un mes. El que todos podamos morir en este pequeño mundo no deshace las vidas antes de las muertes.

Grego sacudió la cabeza.

-Sí que lo hace, Olhado. La muerte lo deshace todo. Olhado se encogió de hombros.

-¿Entonces por qué te molestas en hacer nada, Grego? Porque algún día morirás. ¿Por qué debería nadie tener hijos? Algún día morirán, sus hijos morirán, todos morirán. Algún día las estrellas se apagarán o reventarán. Algún día la muerte nos cubrirá a todos como el agua de un lago y tal vez nada salga a la superficie para mostrar que estuvimos aquí. Pero estuvimos, y durante el tiempo que vivimos, estuvimos vivos. Ésa es la verdad: lo que es, lo que fue, lo que será... no lo que pudo ser, lo que debería haber sido, lo que nunca pudo ser. Si morimos, entonces nuestra muerte significa algo para el resto del universo. Aunque nuestras vidas sean desconocidas, el hecho de que alguien viviera antes, y muriera, tendrá repercusiones, dará forma al universo.

-¿Y eso es suficiente significado para ti? -dijo Grego-. ¿Morir y que sirva de lección? ¿Morir para que la gente pueda sentirse mal por haberte matado?

-Hay peores significados para una vida. Zambullida los interrumpió.

-El último de los ansibles que esperábamos está en línea. Ya están todos conectados.

Dejaron de hablar. Era hora de que Jane encontrara el camino de regreso a sí misma, si podía. Esperaron.

A través de una de sus obreras, la Reina Colmena veía y oía la noticia de la restauración de los enlaces ansible.

<¿Puede hacerlo? ¿Puedes guiarla?>

<No puedo guiarla a un lugar al que yo misma no puedo ir -dijo la Reina Colmena-. Ella tiene que encontrar su propio camino. Lo único que puedo hacer es decirle que es la hora.>

<¿Así que sólo podemos mirar?>

<Yo sólo puedo mirar. Tú eres parte de ella, o ella de ti. Su aiúa está atado ahora a tu red a través de las madres-árbol. Prepárate.>

<¿Para qué?>

<Para lo que necesite Jane.>

<¿Qué necesitará? ¿Cuándo lo necesitará?>

<No tengo ni idea.>

En el terminal de la nave varada, la obrera de la Reina Colmena alzó súbitamente la cabeza, luego se levantó de su asiento y se acercó a Jane.

Jane interrumpió su trabajo.

-¿Qué pasa? -preguntó distraída.

Y entonces, al recordar la señal que estaba esperando, observó a Miro, que se había vuelto para ver qué sucedía.

-Tengo que irme -dijo ella.

Y se desplomó en su asiento como si se hubiera desmayado.

De inmediato, Miro se levantó; Ela lo imitó. La obrera había soltado ya a Jane de su silla y la estaba alzando. Miro la ayudó a llevar el cuerpo por los pasillos ingrávidos hasta las camas situadas en la parte trasera de la nave. Allí la tendieron y la ataron. Ela comprobó sus signos vitales.

-Duerme profundamente -dijo-. Respira muy despacio.

-¿Un coma? -preguntó Miro.

-Está haciendo lo mínimo para permanecer con vida -dijo Ela-. Aparte de eso, no hay nada.

-Vamos -dijo Quara desde la puerta-. Volvamos al trabajo. Miro se volvió hacia ella, furioso... pero Ela le contuvo.

-Puedes quedarte a cuidarla si quieres -dijo-, pero Quara tiene razón. Hay trabajo que hacer. Ella está haciendo el suyo.

Miro se giró hacia Jane y le tocó la mano, la cogió, la sostuvo. Los demás dejaron los dormitorios. No puedes oírme, no puedes sentirme, no puedes verme, dijo Miro en silencio. Así que supongo que para ti no estoy aquí. Sin embargo, no puedo dejarte. ¿De qué tengo miedo? Todo: moriremos si no tienes éxito en lo que estás haciendo ahora. Así que no es tu muerte lo que temo.

Temo a tu viejo yo, tu antigua existencia entre los ordenadores y los ansibles. Has probado un cuerpo humano, pero cuando tus antiguos poderes sean restaurados, tu vida humana será sólo una parte de ti otra vez. Sólo un aparato sensor entre millones. Un pequeño conjunto de recuerdos perdido en un abrumador mar de memoria. Podrás dedicarme una parte diminuta de tu atención, y yo nunca sabré que soy perpetuamente un pensamiento secundario en tu vida.

Es una de las pegas de amar a alguien mucho más grande que tú, se dijo Miro. Nunca notaré la diferencia. Ella volverá y yo seré feliz con todo el tiempo que tengamos juntos y nunca sabré el poco tiempo y esfuerzo que dedica a estar conmigo. Una diversión, eso es lo que soy.

Entonces sacudió la cabeza, soltó su mano, y salió de la habitación. No escucharé la voz de la desesperación, se dijo. ¿Domaría a este gran ser, la convertiría en mi esclava para que cada momento de su vida me perteneciera? ¿Enfocaría sus ojos para que no pudieran ver más que mi rostro? Debo alegrarme por ser parte de ella, en vez de lamentar no ser más.

Regresó a su puesto y volvió al trabajo. Pero unos momentos después se levantó y regresó con ella. Era inútil. Hasta que volviera, hasta que supiera el resultado, no podría pensar en nada más.

Jane no iba exactamente a la deriva. Tenía intacta su conexión con los tres ansibles de Lusitania, y los encontró con facilidad. Y con la misma soltura halló las nuevas conexiones de los ansibles de media docena de mundos. Desde allí, encontró rápidamente el camino a través de la maraña de interrupciones y cortes que protegían su entrada al sistema e impedían que fuera descubierta por los programas espía del Congreso. Todo marchó como ella y sus amigos habían planeado.

Era pequeño, poco espacioso, como sabía que iba a ser. Pero casi nunca había utilizado la capacidad total del sistema, excepto cuando controlaba las naves estelares. Entonces necesitaba toda la memoria para contener la imagen completa de la nave que transportaba.

Obviamente, no había suficiente capacidad en unos cuantos miles de máquinas. Sin embargo, era un alivio conectar con programas que había usado hacía tanto tiempo para que pensaran por ella: sirvientes que utilizaba como la Reina Colmena a sus obreras... Un aspecto más en el que soy como ella, advirtió Jane. Los puso en marcha, luego exploró los recuerdos que durante aquellos largos días habían estado dolorosamente ausentes. Una vez más estuvo en posesión de un sistema mental que le permitía prestar atención a docenas de procesos que se ejecutaban simultáneamente.

Y sin embargo todavía iba todo mal. Había estado en un cuerpo humano sólo un día y el yo electrónico que antes le había parecido tan rico le quedaba demasiado pequeño. No era porque tuviera tan pocos ordenadores cuando antes había dispuesto de tantos. Más bien, era pequeño por naturaleza. La ambigüedad de la carne proporcionaba una enormidad de posibilidades que simplemente no se daban en un mundo binario. Había estado viva, y ahora sabía que su habitáculo electrónico sólo le proporcionaba una fracción de vida. Por mucho que hubiera conseguido durante sus milenios de existencia en la máquina, no producía ninguna satisfacción comparado con unos pocos minutos en aquel cuerpo de carne y hueso.

Si había creído que alguna vez dejaría el cuerpo-Val, ahora sabía que no lo haría nunca. Esa era su raíz, ahora y siempre. De hecho, tendría que obligarse a extenderse en estos sistemas informáticos cuando los necesitara. Por inclinación natural, no entraría en ellos.

Pero no había motivos para contarle a nadie su decepción. Todavía no. Se lo diría a Miro cuando volviera con él. La escucharía y no se lo diría a nadie más. Probablemente, incluso se sentiría aliviado. Sin duda le preocupaba que ella se sintiera tentada de quedarse en los ordenadores y no volviera al cuerpo que todavía podía sentir, reclamando con fuerza su atención aunque sumido en la laxitud de un profundo sueño. Pero Miro no tenía nada que temer. ¿No había pasado muchos meses en un cuerpo que era tan limitado que apenas podía soportar vivir en él? Ella no desearía ser sólo una habitante informática de la misma forma que él no regresaría al cuerpo dañado cerebralmente que tanto le había torturado.

Sin embargo soy yo, es parte de mí. Eso era lo que aquellos amigos le habían dado, y no les diría lo doloroso que resultaba encajar en esta pequeña clase de vida. Mostró su antigua y familiar cara de Jane sobre un terminal en cada mundo, y les sonrió, y les habló:

-Gracias, amigos míos. Nunca olvidaré vuestro amor y lealtad hacia mí. Tardaré algún tiempo en descubrir cuánto está abierto ante mí, y cuánto está cerrado. Os diré lo que sepa cuando lo sepa. Pero os aseguro que, pueda o no conseguir algo comparable a lo que antes hacía, os debo esta restauración, a todos vosotros. Ya era vuestra amiga eterna; ahora estoy en deuda eterna.

Le respondieron; ella oyó todas las respuestas, conversó con ellos usando sólo pequeñas partes de su atención.

El resto exploraba. Encontró las interfaces ocultas de los principales sistemas informáticos que habían diseñado los programadores del Congreso Estelar. Fue bastante fácil saquearlos en busca de cualquier información que deseara; de hecho, en cuestión de segundos encontró el camino a los archivos más secretos del Congreso y descubrió cada especificación técnica y cada protocolo de las nuevas redes. Pero sondeó de forma indirecta, como si tanteara con la mano el contenido de una caja de galletas, a oscuras, incapaz de ver lo que tocaba. Enviaba pequeños programas de búsqueda que le

traían lo que quería; eran guiados por confusos protocolos que arrastraban información tangencial que de algún modo los forzaba a recogerla. Ciertamente, ella tenía el poder de sabotear, si hubiera querido castigarlos. Podría haberlo roto todo, destruido todos los datos. Pero nada de eso, ni encontrar secretos ni extender su venganza, tenía nada que ver con lo que ahora necesitaba. Sus amigos habían salvado la información más vital para ella. Lo que necesitaba era capacidad, y no la tenía. Las nuevas redes estaban separadas y tan desfasadas de los ansibles que no podía usarlas para pensar. Trató de encontrar medios de cargar y descargar rápidamente datos que pudiera usar para lanzar una nave al Exterior y de regreso al Interior, pero no era lo bastante veloz. Sólo trocitos y piezas de cada nave irían fuera, y casi nada regresaría.

Tengo todo mi conocimiento. Lo que no tengo es espacio.

Sin embargo, su aiúa recorría todo el circuito. Muchas veces por segundo pasaba a través del cuerpo-Val atado a la cama en la nave. Muchas veces por segundo tocaba los ansibles y ordenadores de su red restaurada aunque truncada. Y muchas veces por segundo deambulaba por los diáfanos enlaces de las madres-árbol.

Un millar, diez millares de veces su aiúa recorrió este circuito antes de que advirtiera por fin que las madres-árbol eran también un espacio de almacenamiento. Tenían pocos pensamientos propios, pero las estructuras estaban ahí y podían almacenar memoria sin desfases. Ella podía pensar, podía guardar el pensamiento, podía retirarlo al instante. Y las madres-árbol eran fractualmente profundas: podían almacenar la memoria por capas, pensamientos dentro de pensamientos, más y más profundamente en las estructuras y pautas de las células vivas, sin interferir jamás los tenues y dulces pensamientos de los propios árboles. Era un sistema mucho mejor que las redes informáticas; era por naturaleza más extenso que cualquier artilugio binario. Aunque había muchas menos madres-árbol que ordenadores, incluso en su nueva red encogida, la profundidad y riqueza de la memoria significaba que había mucho más espacio para datos que podían ser recuperados con más rapidez. Excepto los datos básicos, sus propios recuerdos de viajes estelares pasados, Jane no necesitaría para nada los ordenadores. El camino a las estrellas era ahora una larga avenida de árboles.

A solas en una nave en la superficie de Lusitania, una obrera de la Reina Colmena esperaba. Jane la encontró fácilmente, la encontró y recordó la forma de la nave. Aunque había «olvidado» cómo hacer un vuelo estelar durante un día o dos, el recuerdo regresó y lo hizo con facilidad: lanzó la nave al Exterior y la recuperó un instante después, sólo que a muchos kilómetros de distancia, en un claro, ante la entrada del nido de la Reina Colmena. La obrera se levantó, abrió la puerta y salió al exterior. Por supuesto, no hubo ninguna celebración. La Reina Colmena simplemente miró a través de los ojos de la obrera para verificar el éxito del vuelo; luego exploró el cuerpo de la obrera y la propia nave para asegurarse de que no se había perdido o dañado nada.

Jane pudo oír la voz de la Reina Colmena como si procediera de muy lejos, pues retrocedía instintivamente ante una fuente tan potente de pensamiento. Lo que oía era la transmisión del mensaje, la voz de Humano hablando en su mente.

<Todo va bien -le dijo Humano-. Puedes continuar.>

Regresó entonces a la nave que contenía su propio cuerpo viviente. Cuando transportaba a otra gente, dejaba que sus propios aiúas vigilaran su carne y la mantuvieran intacta. El resultado de eso habían sido las caóticas creaciones de Miro y Ender, con su ansia de cuerpos distintos a aquellos en los que vivían. Pero ese efecto se evitaba ahora fácilmente dejando que los viajeros estuvieran sólo una fracción de segundo en el Exterior, lo suficiente para asegurarse de que los trozos de todo y de todos estaban juntos. Esta vez, sin embargo, tendría que contener una nave y el cuerpo-Val, y también llevarse a Miro, Ela, Apagafuegos, Quara y una obrera de la Reina Colmena. No podía haber fallos.

Sin embargo, funcionó con bastante facilidad. Contuvo en la memoria la lanzadera familiar, la gente que había llevado tan a menudo antes. Su nuevo cuerpo le era ya tan conocido que, para su alivio, no hizo falta ningún esfuerzo especial para contenerlo junto con la nave. La única novedad fue que, en vez de enviar y recuperar, los acompañó. Su propio aiúa fue con el resto al Exterior.

Ése fue el único problema. Una vez en el Exterior, no tenía forma de saber cuánto tiempo habían pasado allí. Podría haber sido una hora. Un año. Un picosegundo. Nunca antes había salido al Exterior. Se distrajo, fue aturdidor, luego aterrador no tener ninguna raíz ni anclaje. ¿Cómo puedo regresar? ¿A qué estoy conectada?

Al formular la pregunta, encontró su anclaje, pues su aiúa acababa de terminar un solo circuito por el cuerpo-Val en el Exterior cuando saltó a su circuito de las madres-árbol. En ese momento llamó a la nave y todos sus ocupantes al Interior, y los colocó donde quería: la zona de aterrizaje del astropuerto de Lusitania.

Los inspeccionó rápidamente. Todos estaban allí. Había funcionado. No morirían en el espacio. Todavía podía controlar el vuelo espacial, incluso estando ella misma a bordo. Y aunque no iría de viaje muy a menudo (había sido demasiado aterrador, aunque su conexión con las madres-árbol la sostenía) ahora sabía que podía hacer volar las naves sin problema.

Malu gritó y los otros se volvieron a mirarlo. Todos habían visto la cara de Jane en el aire sobre los terminales, un centenar de caras de Jane por toda la sala. Habían aplaudido y lo habían celebrado en su momento. Por eso, Wang-mu se preguntó qué pasaba ahora.

-¡La deidad ha movido la nave! -gritó Malu-. ¡La deidad ha encontrado de nuevo su poder!

Wang-mu oyó las palabras y se preguntó cómo lo sabía. Pero Peter, no importaba qué dudas pudiera albergar, se tomó la noticia de modo más personal. La rodeó con sus brazos, la levantó del suelo, y giró con ella.

-Somos libres otra vez -exclamó, tan alegre como Malu-. ¡Somos libres para correr mundo de nuevo!

En ese momento Wang-mu finalmente comprendió que el hombre que amaba era, en lo más hondo, el mismo Ender Wiggin que había deambulado de mundo en mundo durante tres mil años. ¿Por qué había estado Peter tan silencioso y sombrío y explotaba de alegría ahora? Porque no podía soportar la idea de tener que consumir su vida en un solo mundo.

¿En dónde me he metido?, se preguntó Wang-mu. ¿Va a ser así mi vida, una semana aquí, un mes allí?

Y luego pensó: ¿Y qué? Si la semana es con Peter, si el mes es a su lado, será hogar suficiente para mí. Y si no, ya habrá tiempo de establecer algún tipo de compromiso. Incluso Ender se asentó por fin, en Lusitania.

Además, tal vez yo misma sea una vagabunda. Todavía soy joven, ¿cómo sé siquiera qué tipo de vida quiero llevar? Con Jane para llevarnos a cualquier parte en sólo un instante, podemos ver todos los Cien Mundos y las colonias más nuevas, y todo lo demás que queramos antes de tener que pensar en asentarnos.

Alguien gritaba en la sala de control. Miro sabía que tendría que dejar el cuerpo dormido de Jane y averiguarlo. Pero no quería soltarle la mano. No quería apartar los ojos de ella.

-¡Han cortado! -volvieron a gritar. Era Quara, aterrada y furiosa-. Estaba recibiendo sus emisiones y de repente nada.

Miro casi se rió en voz alta. ¿Cómo era posible que Quara no lo comprendiera? La razón por la que ya no podía recibir las emisiones de los descoladores era porque ya no estaban orbitando su planeta.

¿No notaba el peso de la gravedad? Jane lo había conseguido. Los había traído de vuelta a casa.

¿Pero había regresado ella? Miro le apretó la mano, se inclinó, le besó la mejilla.

-Jane -susurró-. No te pierdas ahí fuera. Ven aquí. Ven aquí conmigo.

-Muy bien -dijo ella.

Él alzó la cabeza, la miró a los ojos.

-Lo conseguiste.

-Y con bastante facilidad, después de tantas preocupaciones. Pero creo que mi cuerpo no fue diseñado para dormir tanprofundamente. No puedo moverme.

Miro pulsó el resorte rápido de la cama, y todas las bandas se soltaron.

-Oh -dijo ella-. Me habéis atado.

Trató de incorporarse, pero volvió a tenderse de inmediato.

-¿Mareada? -preguntó Miro.

-La habitación me da vueltas. Tal vez pueda hacer vuelos en el futuro sin tener que atarme tan a conciencia.

La puerta se abrió de golpe. Quara apareció en el umbral, temblando de furia.

-¡Cómo te atreves a hacerlo sin advertirme siquiera! Ela estaba detrás, discutiendo con ella.

-¡Por el amor de Dios, Quara, nos ha traído a casa! ¿No es suficiente?

-¡Podrías tener algo de decencia! -gritó Quara-. ¡Podrías habernos dicho que estabas llevando a cabo tu experimento!

-Te trajo con nosotros, ¿no? -dijo Miro, riendo. Su risa sólo enfureció aún más a Quara.

-¡No es humana! ¡Eso es lo que te gusta de ella, Miro! Nunca podrías haberte enamorado de una mujer de verdad. ¿Cuál es tu historia? Te enamoraste de una mujer que resultó ser tu hermanastra, luego de la autómata de Ender, y ahora de un ordenador que lleva un cuerpo humano como si fuera un

autómata. Claro que te ríes en un momento como éste. No tienes sentimientos humanos.

Jane se había puesto de pie, aunque su equilibrio era inestable. A Miro le complació ver que se recuperaba tan rápidamente de su estado comatoso. Apenas prestó atención a los insultos de Quara

-¡No me ignores, pretencioso y pedante hijo de puta! -le gritó Quara.

Él la ignoró, sintiéndose de hecho bastante pretencioso y pedante al hacerlo. Jane, sosteniéndole la mano, lo siguió fuera de la cámara. Mientras pasaba por su lado, Quara le gritó:

-¡No eres ninguna diosa que tenga derecho a menearme de un sitio a otro sin preguntar!

Y le dio un empujón.

No fue gran cosa. Pero Jane chocó contra Miro. Él se volvió temiendo que ella fuera a caerse. Al hacerlo, le dio tiempo de ver cómo Jane desplegaba los dedos contra el pecho de Quara y la empujaba, con mucha más fuerza. La cabeza de Quara chocó contra la pared del pasillo, y entonces, perdido completamente el equilibro, cayó al suelo a los pies de Ela.

-¡Ha tratado de matarme! -chilló Quara.

-Si quisiera matarte -respondió Ela suavemente-, estarías chupando espacio en la órbita del planeta de los descoladores.

-¡Todos me odiáis! -gritó Quara, y se echó a llorar.

Miro abrió la puerta de la lanzadera y condujo a Jane a la luz. Era su primer paso en la superficie de un planeta, su primera visión de la luz del sol con aquellos ojos humanos. Se quedó allí de pie petrificada, y luego volvió la cabeza para ver más, miró al cielo, Y entonces estalló en lágrimas y se abrazó a él.

-¡Oh, Miro! ¡Es demasiado para soportarlo! ¡Todo es demasiado maravilloso!

-Tendrías que verlo en primavera -dijo él tontamente.

Un momento después, ella se recuperó lo suficiente para volver a contemplar el mundo, a dar pasos de tanteo. Vieron que un hovercar se acercaba ya desde Milagro. Serían Olhado y Grego, o tal vez Valentine y Jakt. Conocerían a Jane-como-Val por primera vez. Valentine, más que nadie, recordaría a Val y la echaría de menos; al contrario que Miro, no tenía ningún recuerdo concreto de Jane, pues no habían sido íntimas.

Pero si Miro conocía a Valentine, sabía que se guardaría para sí la pena que pudiera sentir; sólo haría partícipe a Jane de su bienvenida, y tal vez mostraría cierta curiosidad. Valentine era así. Para ella era más importante comprender que lamentar. Sentía todas las cosas profundamente, pero no dejaba que su propia pena o su dolor se interpusieran entre ella y la posibilidad de aprender cuanto pudiese.

-No tendría que haberlo hecho -dijo Jane. -¿Hacer qué?

-Usar la violencia física contra Quara. Miro se encogió de hombros.

-Es lo que ella quería. Le gusta.

-No, no quiere eso -dijo Jane-. No en el fondo del corazón. Quiere lo que todo el mundo... ser amada y atendida, formar parte de algo hermoso, tener el respeto de aquellos a quienes admira.

-Sí, bueno, si tú lo dices.

-No, Miro, lo ves tú mismo -insistió Jane.

-Sí, lo veo -respondió Miro-. Pero dejé de intentarlo hace años. La necesidad de Quara era y es tan grande que una persona como yo podría ser tragada por ella una docena de veces. Entonces yo también tenía problemas propios. No me condenes porque la ignoré. Su barril de tristeza tiene suficiente profundidad para contener un millar de cubos de felicidad.

-No te condeno. Sólo... tenía que saber que veías cuánto te ama y te necesita. Necesitaba que fueras...

-Necesitabas que fuera como Ender.

-Necesitaba que fueras lo mejor de ti.

-Sabes que yo también amaba a Ender. Le considero el mejor hombre. Y no lamento el hecho de que me gustaría ser al menos algunas de las cosas que fue para ti. Siempre que tú también quieras unas cuantas cosas que sean sólo mías y no de él.

-No espero que seas perfecto -dijo Jane-. Ni que seas Ender. Y será mejor que no esperes perfección por mi parte, porque por mucho que intente hacerme la sabia, sigo siendo la que empujó a tu hermana.

-¿Quién sabe? Tal vez eso haya convertido a Quara en tu mejor amiga.

-Espero que no -dijo Jane-. Pero si es cierto, haré todo lo que pueda por ella. Después de todo, ahora va a ser mi hermana.

<Así que estabais preparados>, dijo la Reina Colmena.

<Sin saberlo, sí, lo estábamos>, respondió Humano.

<Y fuisteis parte de ella, todos vosotros.>

<Su contacto es amable, y su presencia en nosotros se soporta fácilmente. A las madres-árbol no les molesta. Su vitalidad las revigoriza. Y aunque tener sus recuerdos les resulta extraño, aporta variedad a sus vidas.>

<Así que forma parte de todos nosotros -dijo la Reina Colmena-. Lo que es ahora, en lo que se ha convertido, es en parte reina colmena, en parte ser humano, y en parte pequenino.>

<Haga lo que haga, nadie podrá decir que no nos comprende. Si alguien tuviera que jugar con poderes divinos, mejor ella que nadie.>

<Confieso que estoy celosa -dijo la Reina Colmena-. Es una parte de vosotros que yo nunca podré ser. Después de todas nuestras conversaciones, sigo sin tener ni idea de cómo es ser uno de vosotros.>

<Ni yo comprendo más que muy por encima tu forma de pensar -dijo Humano-. ¿Pero no es eso bueno? El misterio es infinito. Nunca dejaremos de sorprendernos mutuamente.>

<Hasta que la muerte nos sorprenda a todos>, dijo la Reina Colmena.


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