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—El culpable debe arder en el río de Flegetonte para asegurarse de que se dé cuenta de que las palabras de la Princesa son absolutas. Cualquiera que se oponga a la Princesa tendrá que soportar las consecuencias —El sonido desgarrador venía de la oscuridad cuando Lucía de quince años se vio a sí misma sentada en un extraño trono hecho de rocas y cubierto de espinas.
El lugar era oscuro y lleno de hombres extraños de pie ahí y vitoreando como si estuvieran contentos cuando arrastraban al criminal. Ella podía ver las grietas en el suelo por las que fluía fuego en vez de agua.
El lugar era tan ominoso que Lucía se rompió en sudores fríos mientras sostenía su edredón firmemente.
—Princesa, ¿le gustaría descansar ahora? He arreglado que sus demonios favoritos la entretengan —Lucía sintió que la chica se volteó a mirarla y sonrió con suficiencia como si hubiera sentido su presencia y ella se estremeció.