—El partido se retrasará unas horas ya que todavía tienen que arreglar la arena —informó el Clérigo a Keane, que estaba sentado en una silla de ruedas de madera—. Por ahora, por favor quédese aquí y espere su próximo partido.
—Gracias —respondió Keane.
El Clérigo asintió con la cabeza y salió de la habitación, dejando al esbelto espadachín solo para meditar.
Las lesiones de Keane habían sanado, pero el daño que recibió de su batalla con Gilbert no era de la carne sino del alma.
El ataque final de Gilbert le había impedido reunir energía interna, lo que le evitaba usar su técnica al máximo.
La ironía de todo era que después de que había purificado el té insidioso lleno de laxante que Cai le había dado, Keane había gastado la mayor parte de lo poco que le quedaba de Energía Interna dentro de su cuerpo.