—¿Y ahora qué? —gritó Gran Anciana Diana mientras esquivaba el ataque del gigante. Las otras potencias también saltaron hacia atrás, pero todos giraron sus cabezas hacia el único experto que podría saber más sobre esa situación.
Rey Elbas observaba al gigante mientras se retiraba. Ese repentino evento lo había sorprendido, pero no podía ocultar su curiosidad al inspeccionar esa forma peculiar.
El gigante medía más de setenta metros de altura. Tenía dos brazos largos y rasgos humanoides, pero los significados que rebosaban dentro de su estructura modificaron su forma después de su ataque.
Más cabezas aparecieron en su largo cuello, y extremidades crecieron de su torso antes de volverse invisibles. Hielo se expandió desde sus pies, y una densa aura cubrió su entera figura.