CAPÍTULO 128
Parpadeé, sorprendida por la pregunta. —Todavía estoy averiguando eso.
Sonrió, con un asomo de admiración en sus ojos. —Es honesto. Eso me gusta, pero creo que a Nieve también.
Mientras estábamos sentados ahí, la conversación se volvió más personal, las barreras entre nosotros bajando lentamente. No podía explicarlo, pero con cada momento que pasaba, me sentía más cómoda con Zade.
Había algo en él—un entendimiento tácito, una calidez que se sentía extrañamente familiar.
Y aún así, una vocecita en el fondo de mi mente me recordaba las complicaciones que ya se habían formado alrededor de este hombre joven, talentoso y guapo.
Pero por ahora, sentada al sol con Zade, el mundo parecía un poco menos complicado de lo que debería ser.