—No hay marcas de quemaduras —Fui yo quien habló primero—. Sólo puedo ver los rasguños que hizo el gato. Pero no hay heridas de quemaduras en tu cara. Me mentiste.
—¡Y qué si mentí! —gritó Elizabeth—. Eres culpable si yo lo digo. Nadie se atreverá a desafiarme.
Tenía razón. Si el abuelo no estuviera aquí para defenderme, entonces la reina me habría castigado. Si Ricardo no estuviera aquí para decirles que Elizabeth mentía, entonces estoy seguro de que León habría peleado con la guardia de la reina y sería considerado un traidor al reino.
Vi lo que buscaban. Querían que León se apartara para que perdiera a mi defensor. Todavía quieren intimidarme a pesar de todo lo que han hecho desde que llegué aquí dentro del palacio.
La ira ardía en mi interior. Caminé hacia Elizabeth como en un aturdimiento. No puedo detenerme, evitar que mi cuerpo avance.
¡SLAP! El sonido del golpe resonó en todo el patio.