Aproximadamente diez minutos después de haber pasado Darkbourne, el Lexus SUV blindado negro dio un giro a la derecha y Damon navegó hábilmente por un camino de grava que se serpenteaba entre masivas secuoyas y pinos que bloqueaban la tarde, permitiendo solo ocasionales y finos rayos de luz brillante atravesar el aire y salpicar el suelo con puntos blancos.
A medida que avanzaba el recorrido, la grava empezó a escasear, revelando el duro suelo debajo. Arbustos y helechos se estiraban hacia el camino, indicando que no se usaba con frecuencia.
Aparte del coche en movimiento, todo parecía estar quieto.
Talia abrió la ventana y el aire cálido y pegajoso acarició sus mejillas. La humedad era tan alta que había charcos al lado del camino aunque no había llovido en días. Pero a ella le encantaba. Dondequiera que mirara, podía ver la naturaleza verde intocada.
Y la mejor parte era que su mano izquierda estaba en la derecha de Damon, sus dedos entrelazados.