Abigail se acurrucó en su cama, abrazando su almohada. Su corazón latía acelerado, y su encuentro inesperado con Cristóbal se repetía en su mente. Estaba justo en sus brazos, su cálido cuerpo contra el de ella, su familiar aroma almizclado envolviéndola.
¡Cómo deseaba que el tiempo se detuviera en ese momento para poder estar así con él para siempre!
Quería disculparse por los pecados cometidos por su padre y su hermana, asumiendo la responsabilidad de sus acciones y esperando contra toda esperanza que él encontrara en su corazón perdonarla.
—¿Me perdonará? —se preguntó.
Las dudas nublaron su entusiasmo. Abigail recordó cuánto Cristóbal adoraba a Alison.
Su mundo solía girar en torno a ella. Aunque él había seguido adelante en su vida, no podía olvidar su muerte. El dolor de su pérdida aún persistía en su corazón, evidente en su inquebrantable devoción a su memoria. No permitiría que sus asesinos se fueran impunes, y tampoco la perdonaría nunca a ella.