—¡Bang! La puerta del almacén se cerró de golpe y Bu Shi Ren volvió furioso a la sala de contabilidad. Golpeó la mesa con la mano furiosamente, asustando a los demás contables casi hasta el punto de dejar caer sus libros de cuentas.
En ese momento, una pequeña criada, temblando de miedo, trajo una taza de té recién preparada. Bu Shi Ren, sintiéndose reseco y sin habla, la tomó y se la vertió en la boca sin pensar. La criada no pudo detenerlo a tiempo y Bu Shi Ren se quemó y empezó a gritar en caos. Con un descuido, la media taza de té restante salpicó por todo el cuerpo de la criada, quemándola hasta el punto de hacerla llorar, pero ella no se atrevió a gritar en voz alta.
—¡Insolencia! Incluso tú, esta miserable muchacha, no me tienes en tus ojos, ¿eh? ¡Estás prácticamente pidiendo la muerte!