Las primeras luces del día se filtraban a través de las persianas entreabiertas de los aposentos de Neveah, pero sumida en sus pensamientos, apenas se percató de ello.
Eran precisamente los aposentos que se habían asignado a Neveah como asistente, un lugar y una identidad que había dejado atrás incluso mucho antes de haber dejado la Fortaleza del Dragón por las dunas blancas,
Un tiempo que ya parecía tan lejano que Neveah no estaba ni siquiera segura de poder todavía llamar suyo ese espacio, pero era el único lugar donde se sentía a gusto en este momento.
Con la llegada del amanecer sobre la Fortaleza del Dragón, Neveah se paró frente a un espejo, observando su reflejo.
Neveah había estado mirando sin rumbo durante mucho tiempo, no estaba segura de cuánto había pasado. Podrían haber sido unos minutos o incluso horas, era difícil decirlo.