Atticus fijó su mirada en la puerta a la que Dario acababa de hacer un gesto e inmediatamente se acercó. De repente surgió un escáner de la pared, una luz horizontal azul se irradiaba hacia fuera y escaneaba a Atticus de la cabeza a los pies.
La puerta se abrió al instante, revelando una habitación sencilla y elegante. Atticus entró sin perder tiempo.
—Bueno, joven maestro, me excusaré y le dejaré su privacidad —Dario hizo una reverencia repentinamente—. Si necesita de mí, solo tiene que mencionar mi nombre y estaré allí.
—Está bien, gracias por su ayuda —Atticus respondió con un asentimiento. El hombre era un individuo de rango maestro+, no era sorprendente que pudiera oír desde grandes distancias fácilmente.
Dario no pudo evitar sentirse un poco impresionado. Le encantaba la manera en que Atticus se comportaba. Era como si no estuviera hablando con un niño en absoluto. A pesar de tener solo 16 años, su comportamiento era similar al de un comandante en el campo de batalla.