—Si firma voluntariamente un contrato de maná —la fría declaración de Atticus resonó a través del salón, y en el siguiente instante, la escena se volvió súbitamente extrañamente silenciosa.
Era como si los presentes hicieran su mayor esfuerzo por comprender las implicaciones de sus palabras. Ninguno de ellos esperaba esas palabras.
Un contrato de maná.
¿El mismo contrato que ata al contratado de por vida y que acabaría instantáneamente con la vida del individuo si él/ella rompe las palabras escritas en él?
¿Ese mismo contrato!?
La velocidad de procesamiento de Gerald parecía lenta mientras trataba de procesar lo que Atticus acababa de decir. Pero en el siguiente instante, en cuanto se dio cuenta, los ojos de Gerald ardieron mientras la luz dorada que rodeaba su forma se intensificaba, una ola intensa de calor se esparcía por el área.
La voz de Gerald volvió a retumbar: