El rayo cayó con un silencio ensordecedor.
En el momento en que tocó el suelo, el tiempo pareció detenerse. Un destello cegador envolvió la sala, y en ese instante, toda la ciudadela tembló violentamente.
Las runas protectoras que adornaban las paredes de la ciudadela se encendieron, sus símbolos brillando con una luz dorada brillante mientras luchaban por contener la fuerza del ataque.
Grietas se formaron a lo largo de las paredes de la ciudadela y el suelo bajo la sala ondulaba como el agua.
Afuera, la ciudad sintió el impacto.
Los edificios temblaron violentamente, las ventanas se rompieron y la tierra tembló como si los mismos cimientos de la ciudad se estuvieran desgarrando.
El terremoto se irradió hacia afuera, alcanzando incluso los rincones más lejanos de la metrópoli, enviando a las personas a buscar refugio a toda prisa. La escala de la destrucción era inmensa, como nada que la ciudad hubiera experimentado antes.