—El suelo tembló, las paredes terrosas vibraron mientras dos individuos caminaban a través de un gran pasillo al unísono —dijo el narrador.
—El primero se erguía a una altura de 6 pies y 5 pulgadas y tenía un rostro como si hubiera sido tallado por los dioses con minuciosidad, tan guapo como encantador. Un par de ojos azules penetrantes que parecían capaces de atravesar cualquier cosa —comentó con admiración.
—Esta figura vestía una gabardina azul oscuro que parecía ondear como si estuviera atrapada en una brisa invisible mientras caminaba, con una katana de aspecto normal colgada en su cintura —describió con detalle.
—Cada uno de sus pasos era preciso y medido, su forma irradiando un aura de confianza inquebrantable —añadió.