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Atticus entró en un estado completamente surrealista. Era como un limbo donde el mundo entero se detenía, y todo a su alrededor era oscuridad.
En este estado, los pensamientos de Atticus vagaban libremente y sin pausa.
Había sido un tonto.
—¿Cómo había podido ser tan tonto? —Esta pregunta se repetía en su mente. Acababa de aprender una lección —una gran lección que sintió que debería haber conocido desde el principio.
Era obvio. —¿Por qué diablos se contendría en una situación de vida o muerte? ¿Tenía la cabeza llena de aire? —Niall era más fuerte, más rápido y trataba de matarlo. —¿Por qué, simplemente por qué, se contendría?
Los ojos de Atticus se abrieron lentamente, y su corazón se congeló al instante. Niall se cernía sobre él, su puño avanzando con un intenso impulso. Si ese puñetazo aterrizaba en su cabeza, solo podría resultar en su cráneo implosionando como una bola de demolición golpeando una sandía a alta velocidad.