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El Imperio Luna Roja El Imperio Luna Roja original

El Imperio Luna Roja

Auteur: alejandra_herrera

© WebNovel

Chapitre 1: Capitulo 1: El hechizo

Año 1850.

- ¡Jajaja! Es demasiado satisfactorio tener ante mis pies a la mismísima Alexandra Snowy, gobernante del imperio Luna Roja, he soñado muchas veces con esta escena...

Una mujer de cabello negro, piel blanca y ojos dorados, estaba atada frente a una hoguera, con su voz indiferente respondió:

- Que bueno que tengas sueños así, Adagio, yo no he soñado contigo desde que te conocí...

- ¡Ja! Aún estando atada eres insolente, acabaré contigo rápidamente y después tomaré el control del Imperio Luna Roja, como Señora del imperio.

- ¡Jajajaja! Puedes ser nombrada Señora pero no podrás hacer lo que te plazca, el Concejo Luna Azul te mantendrá vigilada de cerca, jamás podrás trabajar como yo lo hice.

- Un cambiaformas puede tomar fácilmente el lugar de un concejal, un demonio esclavizado puede acabar con el concejal suplantado, yo seré mejor de lo que tú jamás fuiste.

La mujer de ojos dorados sonrió fríamente, luego respondió:

- Tuviste que matar a mi abuela, una bruja oscura, mataste a mi padre, un hombre lobo, acabaste con mi hermano, un sanador, destruiste a mi madre, una bruja blanca, y escondiste a mi prima, una bruja clarividente. No te atreviste a enfrentarnos de frente, ¿y te atreves a decir que eres mejor que yo? ¡Ja! ¡Qué ilusa!

La mujer parada frente a la hoguera, de cabello castaño, ojos negros y piel clara, de figura delgada y altura media, vestida de rojo bermellón y con una capa negra sobre la cara, fulminó a la Señora Snowy con sus ojos negros, con una voz furiosa dijo:

- ¡Y ahora acabaré contigo, bruja mestiza!

La mujer de ojos dorados sonrió fríamente, mirando la hoguera frente a ella, dijo:

- Ser una bruja mestiza es mil veces mejor que ser una simple bruja negra, que depende del poder del infierno para sobrevivir, ¡eres inferior a mi en muchos aspectos!

- Y aún así estás atada frente a una hoguera para ofrendar.

- Usaste cuerdas de mandrágora para paralizarme, caíste bajo por usar un truco así.

- En la guerra todo se vale, ¡acéptalo! ¡perdiste!

Adagio empuñó una daga con veneno de mandrágora en la punta, la guió directo al corazón de la mujer, parando un segundo preguntó:

- ¿Alguna última palabra?

La mujer de ojos dorados puso en blanco los ojos, apretando el puño susurró:

- ¡Renatus in tenebris quasi avis, quod ignis non resurget ex favilla! [1]

Cuando la mujer dijo esto, un trueno sonó en la distancia, la luz de la luna fue tapada por las nubes, un rayo cayó en un cercano árbol, derribandolo y haciendo que cayera en medio de la hoguera, expandiendo el incendio...

***

Año de 1859.

Ferrocarril Nueve Tierras, recorrido Reino Nieve Negra a Imperio Sangre Violeta.

Una niña de nueve años perseguía un ratón por el pasillo del tren, llevaba un vestido de seda azul celeste, su cabello largo y negro estaba atado en una coleta alta con una cinta azul cobalto, se veía como una niña de la alta sociedad. La niña siguió al ratón hasta el fondo del tren, donde perdió su rastro, empezó a mirar por la ventana del tren, observaba el paisaje cambiante con mucha atención.

- ¡Lady Twain! ¡Ahí está! Me hizo preocupar - dijo una mujer vestida de sirvienta que corría en dirección a la niña.

La pequeña niña parecía indiferente ante la sirvienta, siguió mirando a través de la ventana del tren, antes de preguntar suavemente:

- ¿Por qué Padre y Madre me enviaron a la tierra de los vampiros?

La sirvienta alcanzó a escuchar lo que dijo la niña, arrodillándose a su lado dijo respetuosamente:

- Lady Twain, el Conde y la Comdesa Twain la envíaron con su tía para protegerla, el Reino Nieve Negra está en una situación delicada, ellos solo quieren mantenerla a salvo.

La pequeña niña solamente miró a la sirvienta con sus grandes ojos dorados y brillantes. Pronto regresaron a su asiento, la sirvienta cargo a la niña para que durmiera en sus brazos, pronto cayó dormida y no despertó sino hasta que el tren se detuvo.

El tren llegó a la Estación Principal en la capital del Imperio Sangre Violeta, era una instalación bastante grande y las macetas con plantas ornamentales, distribuidas por todo el lugar, le daba su encanto. La sirvienta bajo del tren, llevando de la mano a Lady Twain, busco un lugar poco concurrido para hacerla tomar asiento, una vez sentada le dijo:

- Espere aquí, Lady Twain, buscaré su equipaje y después iremos a buscar el carruaje de la Duquesa Hunt, ella nos espera fuera de la estación.

Lady Twain simplemente asintió, mientras esperaba a la sirvienta miró indiferente a las personas que pasaban frente a ella, se dio cuenta de que la gran mayoría tenían los ojos rojos, eso significaba que eran vampiros, pero esto no logró llamar la atención de Lady Twain. Estando aburrida, con su pequeña mano jugueteó con su collar de plata, no tenía forma de quitárselo, había sido así desde que recordaba, Lady Twain sentía que el collar era el don que una bruja le había dado antes de nacer, se sentía protegida cuando apretaba el collar entre sus manos. De repente, sus ojos grandes y dorados se cruzaron con la mirada de un hombre, parecía tener veinte y tantos años, vestía elegantemente y sus ojos eran rojo oscuro, "Tálves sea un vampiro de la alta sociedad de este imperio" pensó Lady Twain mientras apartaba su mirada inexpresiva del hombre. Estando totalmente aburrida, la niña decidió levantarse y caminar por un rato, no había caminado mucho cuando la sirvienta corrió hacia ella y grito su nombre:

- ¡Lady Twain! ¿Otra vez? Es la tercera vez que se va del lugar en donde la dejó esperando. Su inquietud nos hizo perder un tren, ¿recuerda? El Conde y la Condesa Twain me reprenderán si algo malo le sucede.

La niña miró a la sirvienta, agachó la cabeza mientras decía:

- Lo siento...

La sirvienta suspiró, no podía enojarse con ella, después de todo era una tierna niña, acariciando la cabeza de Lady Twain, ella dijo:

- Está bien, venga, la llevaré primero al carruaje y después vendré a buscar su equipaje, ¿esta bien?

Lady Twain asintió, le sonrió avergonzada a la sirvienta, mientras caminaba junto a ella le preguntó:

- Zoe, ¿es verdad que esta es tierra de vampiros?

- Si, es verdad, su tía también es un vampiro como su padre, Lady Twain.

- ¿Entonces, por qué yo no soy vampiro como mi padre?

- Creo que eso deberían responderlo sus padres, Lady Twain.

- Entiendo, ¿cuando crees que pueda preguntarselo?

- Tálves pueda enviar una carta, Lady Twain, o esperar a que ellos la visiten.

Ambas se fundieron entre la multitud, sin darse cuenta de que eran observadas por un hombre vestido elegantemente, con ojos rojo oscuro y una sonrisa calculadora en su agraciado rostro.

[1] En latín: Renace entre las tinieblas como aquella ave de fuego que renace de las cenizas.


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