Estoy un buen rato circulando qi por el bastón. Como todos los días, intento reducir la zona que imbuyo con qi. Aunque no es fácil, mi control va mejorando. Lo malo es que aquí no puedo recargar qi. ¿Quizás estoy un poco malacostumbrado?
Como sea, llevo rato concentrado en la zona sobre mis dedos. Quiero reducir el tamaño un poco más. Pero al final no lo consigo. La circulación se vuelve caótica y no la puedo controlar. El qi se acaba dispersando. Casi lo tenía.
–No esperaba mucho de un ex-esclavo, no creía que tuvieras ningún talento, pero no está nada mal. Sigue practicando. Cuando consigas reducirlo a la anchura de un dedo índice, empieza a intentar dominar varios puntos a la vez. Cuando llegues a controlar cinco zonas, empieza con los movimientos. Luego, las técnicas– me alaba el instructor.
No sé cuando ha llegado frente a mí. No sé si yo estaba muy concentrado, o él ha llegado muy sigilosamente. Le hago una reverencia de reconocimiento y agradecimiento. Sus consejos me son muy útiles. Me dan una dirección clara para entrenar. Empezaba a no estar seguro si debía reducir más la zona. Ahora al menos sé qué tengo que hacer.
Él se va tras decir las palabras. Ni siquiera sé si me ha visto agradecerle. Quizás pueda parecer indiferente, pero me ha ayudado. Le estoy agradecido. Sé que hay mucho peores. Incluso los hay que parecen amables, pero solo ayudan a los suyos. Como esclavo, he visto muchas actitudes diferentes.
Sin duda, para mí este instructor es de los mejores. Ha ido uno a uno. A todos nos ha dado algún pequeño consejo. Ya sea como a mí. O que sean más suaves. O que el bastón no es adecuado. O que se enfoque en dominar una zona más extensa y luego ya irá reduciendo.
Viendo los rostros de los otros estudiantes, diría que a todos les ha sido útil.
Luego nos da una pequeña charla de despedida. Creo que hay un resumen de lo que nos ha ido diciendo a todos.
––¡¡Gracias, Maestro!!–– le despedimos todos.
Es la despedida normal. Aunque no siempre hay sinceridad. Esta vez sí. Él parece no estar afectado. Como si le diera igual. Cuando más tarde pregunto, un esclavo que estaba a la salida me ha dicho que sonreía.
También me ha dicho que no es violento o despectivo con los esclavos. No es que los trate con respeto, pero al menos no es un hijo de cultivadora endemoniada. Los hay que sin duda los son. Yo mismo sufrí algunos latigazos sin motivo.
Estoy un rato más entrenando. Tampoco importa si lo hago aquí o en la cabaña. Y no quiero ser el primero en irme. Ya llamo la suficiente atención. Al parecer, no solo es por ser esclavo. Shu se reían cuando me explicaba que tengo fama de mujeriego. Bueno, no es del todo falso. Aunque tampoco es que obligue a ninguna.
De hecho, mirando de reojo, hay algunos grupos de chicas que cuchichean y me señalan. Solo puedo ignorarlas.
El resto de mi grupo está concentrado. Poniendo en práctica los consejos del instructor. Una chica de pelo rosa atado en una cola se ve muy sexy. Su ropa le aprieta un poco en el pecho. Delinea su sugerente forma. Mejor dejo de mirarla. O aumentarán los rumores. Total, puedo mirar a Song entrenando desnuda sin problemas. ¡Cómo botan! Será mejor que me centre.
Poco después que se vaya el segundo, decido irme también. Algunas miradas me siguen. La mayoría creo que me ignoran.
De repente, me cortan el paso. Es un grupo de cinco estudiantes femeninas. La que está en frente debe de estar en la etapa cuatro. Quizás la cinco. Me resulta difícil valorarlo. Las otras también están por encima de mí.
Es más bien delgada. Su pecho medio. Ojos verdes. Pelo rojizo con varios tirabuzones. Nariz chata. Media cabeza más baja que yo. Atractiva. Su ropa es de estudiante interna. Se ha hecho el silencio. Todos nos miran. ¿Qué querrá?
–¿Tú eres el esclavo Kong?– me pregunta.
Mal vamos. Su tono no es precisamente amistoso. Quiera lo que quiera, no viene con buenas intenciones.
–Mi nombre es Kong, pero no soy un esclavo– le respondo un tanto secamente.
No quiero problemas. Pero eso no quiere decir que me deje pisotear. Ella aprieta los dientes y frunce el ceño. Oh. ¿No esperaba que le respondiera?
–¿Un mero estudiante externo se atreve a contradecirme?– me acusa con desdén.
–Me has hecho una pregunta y te he respondido. ¿Qué es lo que quieres?– le pregunto un tanto impaciente.
–¡Habla con más respeto a lady Lin!– espeta una de sus seguidoras.
La miro un instante. Buenas tetas. ¿En qué estoy pensando? Mejor la ignoro y vuelvo a mirar a la que parece la líder a los ojos. A la tal lady Lin. Sin pestañear.
–He oído que tienes… relación con varias mujeres. ¿Es eso cierto?– inquiere.
No me digas que es otra puritana como lo era Ning. Tengo que controlarme para no sonreír. No puedo ignorar la diferencia de cultivación. No me interesa lidiar con ella, pero no me queda otro remedio. ¿Quizás debiera jugar un poco? Quizás si la sorprendo será menos agresiva. Espero que no sea peor.
–¿Por qué? ¿Estáis interesadas?– pregunto intentando sonreír inocentemente.
Durante un par de segundos me miran sin saber qué decir. Incluso algunas se sonrojan un poco. Al final, la misma que ha irrumpido antes interviene.
–¡¿Cómo te atreves?! ¿¡Por qué íbamos a tener el más mínimo interés en un esclavo!?– grita enojada.
–¿De verdad? Entonces, ¿por qué me preguntáis sobre algo que no es asunto vuestro?– sigo preguntando algo agresivo.
–¡Es totalmente inmoral!– reacciona la líder.
–Tu moral no tiene nada que ver conmigo ni con ellas. Es cosa nuestra lo que hagamos y dejemos de hacer. Así que, si no tienes ningún otro asunto conmigo, tengo que irme. No quiero hacerlas esperar.
Bien, no saben como reaccionar. Y eso que en realidad no sé dónde están mis chicas estudiantes, ni me esperan. Eso me da tiempo para escabullirme. Rodeándolas. No intentan detenerme. Parece enojadas. Algunas aprietan los puños o los dientes. Espero sea lo último que sepa de ellas. Tendré que pedir a los esclavos que les echen un ojo. Por si acaso. Aunque probablemente lo harán sin que se lo pida.
Entonces, otro estudiante se cruza. Está dos o tres etapas por encima. Me apunta con su espada.
–¿¡Cómo te atreves a hablar así a Lady Lin!? ¡Te reto a un duelo!
¿En serio? ¿De dónde salen todos esos estúpidos? ¿No tienen nada mejor que hacer? ¿No podrían dejarme en paz?
–No me interesa– me niego.
Aparto la espada con la mano. Si intenta herirme, estará rompiendo las normas. Aquí, en el pabellón de entrenamiento, son especialmente estrictas. Sigo mi camino.
–¿Acaso eres un cobarde? No me extraña, solo eres un esclavo– me provoca.
Me detengo. Suspiro. Me giro. Lo miro de arribo abajo.
–Claro. Tú eres muy valiente retando a alguien con varias etapas menos, y que ha gastado su qi entrenando. No tienes vergüenza ni honor– le reprocho.
Me da tiempo de verlo sonrojarse antes de girarme. Su actitud valiente se califica como degradante según las normas no escritas. Alguien de una etapa mayor nunca debería retar alguien de una menor. Si encima son dos o tres, se considera bastante deshonroso.
Supongo que hay alguien más a quien vigilar. Esperemos que no me guarde mucho rencor. No sé si me he ganado hoy varios enemigos. Y sin hacer nada. ¿No pueden vivir su vida y olvidarse de mí?
Por suerte, nadie más me corta el paso. Sí puedo sentir muchas miradas. Resulta incómodo.
—————
Aunque aliviado por dejar atrás las miradas, algunas hostiles, no puedo dejar de sentirme frustrado. Necesito desahogar un poco de tensión. Y ya me he follado antes a mis esclavas. Menos a Bronceada. Antes de recurrir a ella, decido echar un vistazo. Me pilla cerca.
No puedo evitar sonreír. Están charlando delante de la cabaña de Bei Liu. Bi Lang me ve. Quiere saludar. Le hago un gesto de silencio con el dedo.
Me acerco por detrás de Bei Liu. Por sorpresa, la amordazo con una mano. La cojo por la cintura de la otra.
–Más te vale obedecer si no quieres que haga daño a tu amiga– amenazo a Lang.
–No le hagas daño, haré lo que quieras– responde Bi Lang, queriendo parecer asustada.
Claro que sería más creíble si no hubiera tanta pasión en su última frase. Bei Liu se ha relajado al oír mi voz. La he asustado.
Entramos dentro. Empujo a Liu contra la cama. Con suavidad. Me mira con pasión. Su tono de voz contradice sus palabras.
–¿Qué nos vas a hacer? No nos hagas daño– hace como que suplica.
–Haremos lo que quieras– se rinde Lang, sugerente.
–Empezad chupándome si no queréis que me enfade– amenazo, bajándome los pantalones.
–Yo nunca…
–Eso es…
De nuevo, el brillo en sus ojos y la pasión en su voz traicionan sus palabras. Además, pronto demuestran su habilidad. Una corriente de placer me recorre cuando sus lenguas recorren las zonas más sensibles.
Las aparto de un ligero empujón. Ellas exageran, tirándose sobre la cama. A Bei Liu se le escapa una risita.
–Ah, no. No me violes. No abras mis piernas del todo y me penetres hasta el fondo– suplica sugerente Bi Lang.
Bei Liu la mira con las mejillas infladas. Su amiga se le ha adelantado. La otra le saca la lengua. Luego me mira. Cubriéndose el cuerpo con las manos. Queriendo parecer asustada. Les encanta jugar así. No es la primera vez.
Como me ha pedido. Fuerzo sus piernas abiertas. Muy abiertas. Antes le he arrancado sus bragas. Aunque con cuidado de no romperlas. Se enfadaron un poco conmigo cuando las rompí el otro día. Aunque me perdonaron cuando les prometí ir de compras con ellas. Tocaba mañana.
Está mojada. Era de esperar. Acerco la punta de mi miembro a su entrada. Perfectamente visible.
–Ah… ¡No! ¡No lo hagas! ¡Soy virgen!– suplica.
–Ja, ja, tampoco te pases– se ríe Bei Liu, que se está quitando la falda. O mini falda, más bien.
–¡Aaaaaaahhh! ¡Nooooo! ¡Ya no me puedo casar! ¡¡¡AaAAAaaaaaaahhhhH!!! ¡Duele! ¡¡¡AAAAaaaaahhhh!!!– se lamenta entre gemidos de placer cuando la penetro.
–¡Qué mala actriz!– se burla su amiga, tocándose por debajo de las bragas rosas de encaje.
–¡Aaahh! ¡No deberías reírte! ¡Luego te violará a ti! ¡¡AaaaaaAAAHHHhh!! ¡Lo sufrirás!– amenaza Lang entre gemidos y casi risas.
–Aah. No serás tan cruel, ¿verdad?– pregunta Liu con pasión.
–Estate quieta y espera tu turno, o te arrepentirás– la amenazo.
–¡Nooooo!– hace ver ella como que llora.
Aunque pronto vuelve a tocarse. A masturbarse. Caen sus bragas. Mientras mira como penetro a su amiga. Que ya ha dejado su pobre actuación. Gime mientras las paredes de su vagina frotan contra mi miembro. Mientras sus pechos rebotan sugerentes. O son detenidos por mi lujuriosa mano. Que los masajea con pasión.
Nuestros labios se juntan un par de veces. Nuestras lenguas se buscan desesperadas. La parte superior de su ropa se desliza a hacia arriba. Su sostén desabrochado. Sus suaves piernas siendo acariciadas. Su culo es de vez en cuando golpeado con suma suavidad.
–¡¡¡Aaaaaaaahhh!!! ¡He sido deshonrada!– exclama Lang al correrse.
Miro entonces a Liu. Me devuelve la mirada apasionada.
–No… No me violes desde atrás– me pide.
–Aaah… Hablando de malas actrices– le devuelve la crítica Lang.
Está casi desnuda. Solo le queda su camisa semi transparente y abierta. No pone mucha resistencia para ponerse a cuatro patas. Su cabeza contra la almohada. Mojada. Sugerente. Provocativa.
–Por favor, no seas rudo desde el principio– pide con pasión
¿Cómo negarme? Como a su amiga, la penetro hasta el fondo. Entro y salgo de ella con toda la extensión de mi miembro. Golpeo a ratos su culo. Con suavidad. Aunque suficiente para hacer vibrar sus nalgas.
–¡No me hagas daño! ¡¡¡AAAAaaaahhhhHH!!! ¡Bruto! ¡Salvaje! ¡No tan fuerte! ¡¡¡AAAaaaaAAAAaaAAHHHHH!!! ¡No se te ocurra cogerme del pelo y forzar un beso!
–Vaya quejas más poco creíbles– se burla su amiga.
Por supuesto, le hago caso. Cogiéndola del pelo. Forzándola a girar al cabeza. Me acerco. Penetro sus labios con la lengua. Con la otra mano, sujeto su pecho. Lo aprieto. Compruebo su elasticidad. Tan erótico como siempre.
Se vuelve y se apoya en mí tras correrse. Lang también. Me miran y me besan.
–¿Estás bien? Parecías un poco tenso– me pregunta Lang.
Liu, aún jadeando, afirma con la cabeza. Coincide con su amiga. Me conocen bien. No puedo evitar sonreír.
–Antes me he encontrado con una tal lady Lin. Ha sido un poco desagradable– confieso, sin querer entrar en detalles.
–¿¡Esa reprimida!? No me extraña que estuvieras tenso. Es estúpida– estalla de repente Lang.
–¿Te acuerdas de Ning? ¿La que quería convertirnos? Era una admiradora de esa creída de lady Lin. Se cree que puede decidir por los demás– la critica Liu.
¿Ning? Le preguntaré luego. Ahora no está tan reprimida. Aprieto sus culos, jugando.
–¡Ah! No serás tan cruel para violarnos otra vez, ¿verdad?– me mira Lang con una sonrisa seductora.
–Ahora sois mis juguetes sexuales. Haré lo que quiera con vosotras– amenazo.
–Nooo… Más noooo…– suplica Liu entre risas.
Pongo entonces a Lang a cuatro patas. Miraba a su amiga con envidia. Luego le tocará a Liu. Pronto, sus gemidos llenan de nuevos la habitación. Esta vez, las llevo al límite y acabo llenándolas.
Las dejo durmiendo. Parece que, "por mi culpa", no podrán hacer nada productivo lo que queda del día. No es que lo lamenten mucho. Las miro una última vez antes de irme. Parecen unos angelitos. Unos angelitos pervertidos.
Por la noche, las chicas maldicen a Lady Lin. Luego se enteran de que he violado a mis pervertidas. Así que Shi, Song, Liang y Yi me atan y violan. Las otras prefieren ser víctimas. Aunque Shun y Lang se lo han pensado. Se llevan muy bien. Es gracioso ver a Wei querer mamar de Lang.
Me quedo durmiendo con Liang, Rayitas y Terror. Liang usa mi hombro como almohada, y la pata de Rayitas como sábana. Rayitas en mi pecho, exigiendo caricias. Tarda en dormirse. Aunque es relajante hacerlo. Tener su pelaje blanco entre mis dedos. Song dice que la tenemos muy consentida. Aunque ayer la vi sentada, con Rayitas en su regazo y acariciándola.
Terror se ha acomodado encima de Rayitas, sobre su lomo. Enrollada en sí misma. Ha pedido caricias un rato. Luego se ha ido a su cama. Es curioso. No se supone que las ratas sean animales de compañía. Tampoco se suelen criar para que suban de nivel. Al menos no por aquí. Pero una vez te acostumbras, resulta adorable. Además, ha demostrado ser muy útil.
—————
Por la mañana, cambiamos papeles. A las que violé me violan. Violo a las que me violaron. Lo encuentran divertido y excitante. No seré yo quien les lleve la contraria.
Cuando salgo de copiar unas páginas, me encuentro con un par de estudiantes femeninas esperándome. Son el centro de bastantes miradas. Es normal, van vestidas un tanto provocativas.
Bei Liu lleva un top que no acaba de taparle del todo. Puede verse la base de donde salen sus pechos. Y su ombligo. Muy sensual y provocativa. Lleva una falda bastante por encima de la rodilla. No creo que muchos se fijen en sus pendientes a juego. Me sonríe cuando me ve salir.
Bi Lang va un poco al revés. En lugar de un top sugerente por abajo, su blusa está abierta por arriba. Muestra bastante escote. Y sus hombros. Lleva pantalón. Ajustado y abierto por los lados. Muy sexy.
Se abalanzan sobre mí. Cada una me coge de un brazo. Supongo que es imposible no llamar la atención. No con ellas. Aunque no es tan malo. ¿Tendría que no disfrutar de su compañía porque otros sean unos envidiosos? ¿O decirles que no actúen como son por apariencias? Ya tuve suficientes cadenas cuando era esclavo. Vivir libre es algo a lo que me niego a renunciar.
–¿No me vais a dar un beso?– me quejo.
–Pareces un niño mimado– me critica Lang.
–¿Cómo no consentirlo?– se ríe Liu.
Cada una de mis mejillas es alcanzada por sus labios. Se ríen. Me arrastran hacia fuera de la secta. Sus pechos a menudo apretándose contra mi brazo. Sus risas y conversación alegre no se detienen ni un momento.
Es cierto que no es prudente salir de la secta. Pero el camino hasta el mercado es seguro. Y allí tampoco pueden hacerte nada. Que sea seguro es fundamental para los negocios. Por ello, hay expertos protegiéndolo.
Lo más complicado resulta escaparse un momento. Para poder invocar a Ma Lang, Shun, Liang y Song. Con sus rostros cubiertos, salen de detrás del árbol un rato después de que yo me vaya. Es la primera vez que Shun sale de compras. Estaba emocionada. Ma Lang, por alguna razón, también. Yo ya me he vuelto con mis pervertidas.
–¿Qué tal nos queda?– me preguntan.
Hay una tienda de ropa para la que han construido un pequeño edificio. Es popular entre los estudiantes. Estoy en la mitad de ropa femenina. Me hacen entrar al probador para verlas. La dependienta me mira, pero no dice nada. De hecho, ha sido muy respetuosa con ellas, muy dedicada. Sin duda, son buenas clientas.
Liu lleva una lencería amarilla. El sostén apenas llega a tapar sus pezones. El tanga es casi inexistente. Es una pena que no pueda follármela aquí mismo.
–Je, je. Parece que te gusta. Me lo pondré el próximo día que vengas a verme– me promete.
–¿Y yo?– sale de detrás Lang.
¿Lleva puesto algo? Bueno, sí. Es lencería negra. Con mucha más tela que la de su amiga. Tela transparente. Lo único que se ve claro son los contornos. Puedo apreciar perfectamente sus pechos, sujetos por el sostén. Solo ligeramente ennegrecidos. El vello púbico también es perfectamente visible.
Cuando ambas se giran sensualmente, puedo contemplar sus culos. El de Lang, cubierto por apenas una tira que se pierde entre sus nalgas. El de Liu, visible a través de la tela. Las dos son demasiado provocativas.
Me empujan hacia fuera entre risas. He visto que tenían un par de montones para probarse. Diría que no hay mucha tela.
Me acaban mostrando cinco conjuntos de ropa interior. Ha sido sorprendente que cada una de ellas ha elegido uno bastante normal. Plano. Uno era rojo. El otro blanco. Se han reído cuando he preguntado. Los otros cuatro dejaban poco para la imaginación.
Incluso se han comprado un conjunto de ropa de vestir nada provocativo. Y otros cuatro de los que no se sabe dónde mirar. Parecían satisfechas mientras las devoraba con la mirada. ¿De verdad no puedo follármelas aquí? De hecho, después tienen algo que hacer. Me han sugerido que Fen Huan estaría en su cabaña con Pen, entrenando. Supongo que siendo azotada. Aún le queda para completar la primera fase del refinamiento de su cuerpo, a base de golpes.
No me han dejado pagar. Les había prometido comprarles algo. Otra cosa será. Cuando salimos, nos rodean tres personas. Los he visto antes. Es el estudiante Fen y sus dos secuaces. ¿Son estúpidos? ¿De verdad quieren atacarme aquí?
–Je, je. Por fin sales. No puedes escapar. No te preocupes por esas putas, las trataremos bien– amenaza, lamiéndose el labio.
Ellas se esconden tras de mí, asustadas. Yo me lo quedo mirando. Como quien mira a un idiota. Incluso es una pena que estemos aquí. Con los talismanes, podría acabar con el problema. ¿Cómo se atreve a asustar a mis chicas? Lástima que si los uso en el mercado tendría problemas serios.
–Salid de mi vista– les ordeno condescendiente.
–Ja, ja. Valiente estúpido. ¿Con quién te crees que hablas? ¡Matadlo!
Los dos secuaces me atacan. Y se estrellan contra una barrera de qi. Estaba preparado para esquivarlos y contratacar, pero no ha hecho falta, como era de esperar. Lo he visto otras veces. Haciendo encargos como esclavo.
–¿¡Quién se atreve a pelear en nuestro mercado!?– exclama con furia la voz de uno de los cuatro expertos que nos rodean.
–Yo… ¡Soy el heredero de la casa Fen! ¡Ellos son mis enemigos! ¡Ayudadme a cogerlos y seréis recompensados!– ofrece.
–Habéis transgredido las normas del mercado. Se os prohíbe la entrada de ahora en adelante. Echadlos y darles una lección.
Sin poder reaccionar, son inmovilizados. Es una pena que no pueda ver la paliza que les van a propinar. No importa quién seas. Incluso el hijo de uno de los maestres fue hace tiempo apalizado. ¿Qué les va a importar golpear un poco al hijo de un comerciante?
–¿Estáis bien? Lamento que hayan sido importunados– se disculpa el líder.
Debe de ser el que está hoy al mando. Ha juntado las manos y nos ha hecho una leve reverencia. Siempre se muestran respetuosos con los clientes. Incluso con nosotros. Nuestra cultivación es ridícula comparado con la suya. Fuera del mercado, ni nos miraría. Le devolvemos la reverencia. Ellas vestirán atrevidas, pero no significa que no sean respetuosas.
–Estamos bien. Agradecemos profundamente su ayuda– le respondo.
––Gracias por ayudarnos–– añaden mis pervertidas.
–Es nuestro deber proteger a los clientes– responde él. Saluda de nuevo y se va.
La verdad es que no esperaba que fueran tan estúpidos como para atacar aquí. Supongo que nunca habían tenido la necesidad de venir. Cualquier cosa que necesiten, se la deben ordenar a sus sirvientes o esclavos. Hubiera estado bien aprovechar para rematarlos después de la paliza. Pero es imposible. No lo permitirían. Tampoco quieren que se les vaya de las manos.
–Ah, ha sido un buen susto. ¡Kong es muy valiente!– me alaba Liu, abrazándome.
–Mi héroe– dice medio broma medio en serio Lang, también abrazándome.
Veo como las chicas suspiran aliviadas a los lejos y siguen con lo suyo. Tampoco es que pudieran hacer nada.
Seguimos dando vueltas durante un buen rato. Incluso se compran unos sombreros. Y miran algunas armas. Abanicos y cintas. Eso no lo esperaba. Quizás ha sido la casi pelea. Aunque dicen que es pronto para ellas. Les hago prometer que no las comprarán sin mí. Tengo algunos que puedo darles. Aunque, cuanto más tarde, menos sospechoso será.
Yo también hecho un vistazo. Quería comprar un anillo espacial barato para disimular. Las chicas me han convencido de que mejor lo hacen ellas. Mis pervertidas quizás me hubieran desaconsejado hacerlo. Mejor no tener que inventar excusas.
A Bei Liu le acabo comprando una liga del mismo color que su pelo. Se la deja puesta. Es extrañamente erótica verla por debajo de la falda. Por encima de la rodilla.
A Bi Lang un sencillo collar que sujeta un lazo rojo. Queda muy erótico el lazo sobre su escote. Las dos parecen encantadas cuando nos vamos. De hecho, me empujan contra un pasadizo antes de separarnos. Devoran mis labios mientras soban mi cuerpo. Y yo el suyo.
–Más la próxima vez– se despiden seductoras, provocativas, dejándome a medias.
—————
Decido ir a ver a Pen y Fen Huan. Me encuentro a Huan atada. En el suelo. A Pen con unos zapatos con tacones con los que la pisa. Su mano blande un látigo que no deja de moverse. Se ha vuelto muy diestra con él. Yo puedo dar como mucho algunos latigazos. Ella lo mueve como quiere. Incluso imbuye qi en la punta.
Como tiene muy poco qi, ha tenido que esforzarse en no usar más de lo necesario. Eso ha hecho que su control sea increíble. O a mí me lo parece. Tiene talento.
–¡Kong! ¡Bienvenido! Estaba empezando a cansarme. ¿La azotarás un poco por mí?– me pide mientras sus brazos me rodean el cuello, y sus labios se cierran en los míos.
–Amo Kong. He sido mala. Castígame– me suplica Huan desde el suelo.
Supongo que no puedo negarme. Aunque no soy tan hábil como Pen, puedo usar más qi. Puedo hacer más daño. Eso le va bien a su método de cultivación del cuerpo. Siempre acabo dándole algunos latigazos. Ella lo disfruta.
–Un poco más abajo. Sí, allí. Ahora debajo de ese culo gordo. En la pata izquierda.
Pen me va dirigiendo. Sin olvidarse de denigrarla un poco. Y de pisarla. Huan gime de dolor y placer.
–Creo que ya es suficiente con el látigo. Esa zorra necesita que la castiguen por dentro. No se merece otra cosa que ser usada– sugiere Pen.
La coge del pelo y la lanza sobre la cama. La deja boca abajo. Le ata una pierna a cada pata de la cama.
–Haz lo que quieras con ella. No te olvides de azotarla. Maldita zorra. Ya está mojada– me la ofrece Pen, con un tono despectivo pero ligeramente sensual.
Penetro su vagina con el consolador que le regalé. Cuando está suficientemente lubricado con sus jugos, lo inserto en su culo. Añado qi para que vibre.
–¡Aaaaahh! ¡Mi culo! ¡¡AaaaahhHH!! ¡Mi vagina también!– gime ella.
La penetro después de colocar el vibrador. La embisto una y otra vez. Hundiéndola contra la cama. Por suerte, es resistente. Le pellizco la nalga. La azoto. Con qi. También pellizco su espalda y su costado. Sus piernas.
Pen no se queda ociosa. La coge del pelo y la abofetea. La hace doblarse hacia atrás. Expone sus pechos. Los puede coger y pellizcar. Agarrarlos. Estirarlos. Le pisa las manos. Usa también unos pinchos. No atraviesan la piel, pero deben de doler.
Huan no deja de gemir de dolor y placer. Se corre varias veces. Incapaz de controlarse. Jadeando. Su vagina contrayéndose. Hasta que la acabo llenando.
La dejamos atada. Contra la cama. Llena de mí. Pen le hace limpiarme el miembro con la boca. Mientras la coge del pelo.
Tras ello, Pen deja caer su ropa. Suelta el látigo. Me mira. Me sonríe. Me espera contra la pared. Pongo una mano en su cintura. La otra en su mejilla. La beso. Mi pierna rozando su entrepierna. Mis manos van hacia su pecho y su nalga. Las suyas a mi trasero.
Acaba levantando su pierna. La cojo del muslo. Hace más fácil que la penetre. Sin dejar de besarla. Su espalda contra la pared. Sus manos acariciando mi cuerpo. Que se mueve para entrar y salir de ella.
Me recibe sin reservas. Puedo sentir que me quiere. No es solo agradecimiento. Me gustaría decírselo todo. Ayudarla sin negarle nada. Y no solo a ella. Pero es demasiado peligroso. Por ahora, me conformo con tenerla una vez por semana. A veces más. Con devorarla. Con darle cuanto le puedo dar de momento. Con llevarla al límite del placer. Con amarla.
La cojo en brazos hasta la cama. La dejo allí delicadamente. La beso suavemente en los labios antes de irme. Huan se queda atada. Le doy una fuerte palmada en sus nalgas antes de irme. Pen me guiña un ojo. Me lanza un beso. Hasta pronto.
Commentaire de paragraphe
La fonction de commentaire de paragraphe est maintenant disponible sur le Web ! Déplacez la souris sur n’importe quel paragraphe et cliquez sur l’icône pour ajouter votre commentaire.
De plus, vous pouvez toujours l’activer/désactiver dans les paramètres.
OK