Mientras me follo a Bronceada, Rui ve a un grupo pasar delante de las cuevas. Hubiera ido a ver, pero estaba ocupado. De pie. Follándola por detrás. Sus rodillas ligeramente dobladas. Su cuerpo inclinado hacia abajo. Sus brazos hacia atrás. La cojo de las muñecas. Penetrándola. Dominándola. Cada vez que empujo, estiro de sus muñecas. Sus firmes nalgas vibran con el impacto. Sus piernas tiemblan. No sé si podrán sostenerla mucho tiempo.
Me corro en ella. Cae al suelo. Jadeando. La devuelvo. Me acerco a Rui. Están ya lejos. Sus siluetas apenas se ven. Rui está agachada. De rodillas. Asomándose solo ligeramente. Desnuda.
–No te mueves ni hagas ruido– me acerco por detrás.
La llevo hasta el orgasmo con mis dedos. Sin que pueda gritar. Luego la penetro. Por detrás. De rodillas. Ella se muerde un dedo. Su respiración acelerada. Pero sin hacer ruido. Obediente. Resulta excitante entrar y salir de ella en esa situación. Por lo mojada que está, no solo yo lo estoy.
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Las bestias mágicas en esta zona son de menor nivel. Quizás se debe a que está más cerca del campamento. A que las han cazado mucho. O eligieron el lugar del campamento por eso. Pero eso no significa que el peligro sea menor, sino todo lo contrario. Hay demasiados estudiantes circulando por la zona.
Todos los grupos actúan con precaución. Hay varios escondidos. Preparados para emboscar a los recién llegados. A los que vienen cargados del fruto de semanas de trabajo. Si se rinden, les cogen parte de lo que han conseguido. Supongo que para darles la oportunidad. Para no forzar el enfrentamiento. Aunque puedan ganarlo, saldrían heridos. Quizás tendrían bajas. Entonces, quizás, no podrían continuar extorsionando.
La mayoría, aunque furiosos, aceptan. Es mejor perder parte que perderlo todo. Incluso sus vidas. Pero ahora hay dos grupo peleando. Como sea, no es asunto nuestro. Lo que necesitamos es pasar sin que nos vean. No podemos arriesgarnos a llamar la atención.
Estoy con las chicas en lo alto de una colina. Desde allí, podemos ver la zona. Aunque no los distingamos demasiado bien por la distancia, podemos ver puntos que se mueven. Otros que salen de sus escondites. Algunos que se mezclan, peleándose.
Han pasado tres días desde que dejamos las cuevas. Cada vez aparecen más grupos. A medida que se acerca el plazo de volver. De hecho, nos hemos encontrado con un par antes de llegar.
Al ver que solo éramos dos, el primero quiso acercarse. No creo que tuvieran buenas intenciones. Salí corriendo tras enviar a Yu de vuelta. No hace falta que corramos dos. Y así podía informar. Que estuvieran preparadas. Supongo que podríamos habernos enfrentado a ellos. Eran más débiles que nosotros. Pero no hubiéramos ganado mucho. Y corríamos el riesgo de atraer más atención. Los perdí con cierta facilidad. Había varios solo en la siete. Habrían tenido que separarse para intentar seguirme.
El segundo grupo era mucho más peligroso. Al menos tres en nueve. Puede que más. Por suerte, simplemente me ignoraron. No sé si no eran de los que robaban a otros. O simplemente no creían que valiera la pena. Siguieron su camino. Nosotros nos alejamos. No hay peligro de que me reconozcan. Iba con el rostro tapado.
Estamos cerca del campamento. A menos de un día de distancia. Quedan tres para llegar. Así que decidimos quedarnos aquí, alejados del valle. Solo por ahí se puede volver. O dar un gran rodeo. No solo no tenemos tiempo, sino que la situación no debe de ser muy diferente al otro lado. Observaremos mientras descansamos. Mientras disfrutamos de los últimos días de libertad.
–Uno de los grupos asaltantes está en problemas– afirma Liang.
Tiene la mejor vista de todos. Quizás tiene que ver con su afinidad con el arco. Agarra el extremo de una larga cuerda. Al final de ella, está Rayitas. Jugando alrededor. Si se escapa, estaría en peligro.
–¿Ese tiene el pelo verde? Quizás era el grupo que nos encontramos. Era bastante fuerte– afirma Shi.
–Hay una estudiante con el pelo azul oscuro. Y uno con un raro naranja– informa Liang.
–Pues sí, deben de ser ellos. Creo que los que han intentado emboscarlos han ido más allá de sus posibilidades– digo yo.
Aunque no puedo verlos. Estoy acostado. Mi cabeza sobre las piernas de Song. No puedo quitar los ojos de sus enormes pechos. Y ella lo sabe. Ya me ha llamado pervertido tres veces.
Simplemente estar allí, acostado y charlando. Ojalá pudiera detener el tiempo. Terror está con Rayitas. Inexplicablemente, han acabado llevándose bien. Incluso duermen juntas. Mejor. Así no tenemos que preocuparnos de que se la coma.
Las gemelas están con Wan. Asegurándose de que no se aleje mucho. Pierde la noción de todo cuando está buscando plantas. Lang está preparando algo de comer con Shi. Si tienen que cocer, van a la Residencia. Mejor que no haya humo. Es un buena zona para esconderse. Descubriremos a cualquiera que se acerque. Y las bestias de la zona son comparables a la etapa cuatro, como mucho.
Lo más sorprendente es que Rayitas ha cazado un ave cuyo poder sería el de la etapa dos. Es solo un cachorro, pero le ganó en fuerza. Es cierto que un ave es más débil que un animal terrestre. Y que la cogió por sorpresa en tierra. Pero tenemos la sensación de que se está haciendo fuerte muy rápido. Liang dice que es más fuerte que ella. Compiten estirando de una cuerda. Y no es un perro. Necesitamos aprender más sobre bestias mágicas.
Algunos grupos han tenido suerte de pasar después de que los asaltantes fueran expulsados. O quizás los han matado. Pero los mismos u otros han aparecido al cabo de un rato.
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Ahora tengo a las gemelas sobre la cama. Yi acostada sobre las piernas de su hermana. Mientras la penetro. Mientras abrimos sus meridianos. Lo estaban deseando. Odian quedarse atrás.
–Házmelo fuerte– me pide, una vez hemos terminado.
–Pervertida– se burla Yu.
–Ya veremos quien es pervertida luego– protesta Yi.
–Ahora es ahora y luego es luego. Y ahora eres pervertida– ríe Yu.
–Maldita… ¡¡Aaaaahhh!! ¡¡Kong!! ¡No empieces sin avisar! ¡¡¡Aaaaaaaahhh!!! ¡¡HHhhaaahh!!
–¿Quieres que pare?
–¡¡Aaaaah!! ¡¡Nooo!! ¡¡¡HHaaaAAHH!!!
–Pervertida– sigue burlándose Yu.
Realmente es excitante. Follarla mientras otra igual nos mira. Las dos desnudas. Con sus preciosos pechos redondeados. Sus profundos ojos verdes. Su pelo rubio. Yi en una cola. Yu en dos. Las otras las han peinado hoy así. Entre risas. Wan incluida. Para que sea más fácil distinguirlas. Se han dejado hacer. Al menos por hoy.
La última vez, se intercambiaron los peinados para reírse de ellas. Aunque solo consiguieron engañarlas unos segundos. No son exactamente iguales. Aparte de las pecas en sus pechos, Yu tiene una cerca de su ojo derecho. Yi bajo su nariz. Además de que hay sutiles diferencias en la forma de moverse.
Yu me besa mientras me follo a su hermana. Con lascivia. Cojo su pecho y el de su hermana a la vez. El tacto es parecido. Y la forma. Igual de esponjosos.
–¿Ya te has corrido?– dice Yu, separándose un momento de mis labios.
–¡Ah! ¡¡Aaah!! ¡¡Aahh!! ¡Kong es malo! ¡Aah!
–¿Malo? ¡Ahora verás!
La cojo de su cintura y empiezo a embestir con fuerza. Profundamente. Hasta dentro. Su espada se arquea. Sus pechos tiemblan. Yu ríe mientras su hermana gime. Le acaricia el pelo con suavidad. Le besa la frente cuando se corre por última vez.
–Pervertida– le susurra.
–Ah. Aaah. Aaah. Tu turno… Ah.
Se intercambian posiciones cuando Yi se recupera.
–Oh, ¿ya está mojada?– observo.
–No tenía que decirlo…– se queja Yu.
–Pervertida– ríe Yi.
Yu le saca la lengua. Yo entro en ella. Abrimos sus meridianos. Luego me mira suplicante. No quiere decirlo. Le sonrío. La beso. Luego empiezo a embestir. Con fuerza. Mientras ella gime. Y me regala una sonrisa.
–Consientes demasiado a esta pervertida– se queja Yi.
Su hermana le vuelve a sacar la lengua, entre gemido y gemido.
–Con que esas tenemos– amenaza Yi.
Agarra los pechos a su hermana. Pellizca sus pezones.
–¡Ah! No seas mala ¡Aaah!– protesta Yu.
Pero poco puede hacer para evitarlo. Solo pensar en su venganza. Ahora mismo está demasiado ocupada. Siendo invadida por el placer. Me encanta follármelas juntas. Son adorables. Y eróticas. Y apretadas. Y se quieren mucho. Y yo a ellas.
Cuando acabamos, Yi se queda acariciando la cabeza de su hermana. Solo cuando se ha recuperado vuelve a burlarse de ella. Están siendo muy ruidosas. Así que las cojo por sorpresa. Consigo empujarlas contra la cama. Bocabajo. Las penetro a las dos. A cada una con una mano.
–¡Ah! ¡No! ¡Kong! ¡Nos portaremos bien!– promete Yi.
–¡Ha sido culpa de Yi!– acusa Yu a su hermana.
–Habéis sido malas. Merecéis un castigo– me niego.
Lo cierto es que podrían escaparse si quisieran. Y no tienen porque mover sus culos tanto.
–¡Aaaah! ¡Aaah! ¡Me chivaré a Song! ¡Aah!– amenaza una.
–¡Yo a Shi! ¡¡¡HAaaaaah!!! ¡¡Aaaah!!– amenaza la otra.
–Ah, ya veo. Así que os vais a chivar.
Añado más qi y acelero. Están al borde del orgasmo. Las mantengo así un rato.
–¡¡¡Aaaahh!!! ¡No, no diré nada! ¡Más! ¡Aaaaah! ¡No me dejes así! ¡¡Aaah!!– se rinde Yi.
–¡¡¡HhhaaaahhH!!! ¡Por favor Kong! ¡Seré buena!– se rinde también Yu.
––¡¡AAAAAAAAaaaaaaaaahhhHHH!! ¡¡¡HHHHHHHAAAAAAaaaaAAAAHHH!!!–- se corren las dos.
Las dejo un rato allí. Acariciando su culo. Su espalda. Con suavidad. De repente, se giran y se tiran sobre mí.
–Habrá consecuencias– amenaza Yi, después de besarme.
–Espera con ansias nuestra venganza– ríe Yu, tras meterme la lengua hasta la garganta.
Nos reímos los tres. Aunque sé que lo de la venganza es en serio. Lo que no sé es si será solas o con ayuda. Lo estaré esperando.
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Las únicas que faltan por llegar a ocho son Ning y Lang. No cuento a Rong. Que sigue igual. No sé si le ha afectado que la usara como cebo. Que dejara que se la follaran entre cuatro. Pero no se nota. Tampoco hay cambios en su lealtad. Supongo que era imposible que fuera a mejor. Al menos, no ha ido a peor.
Sin embargo, ayer la saqué para confirmar el camino. Había un grupo de estudiantes más abajo. Intentó escapar. No sabía que lo habíamos preparado. Que queríamos saber si nos podíamos fiar de ella. Las chicas la interceptaron a medio camino. Recibirá su castigo.
Con Bronceada, no lo hemos intentado. Sabemos perfectamente que no podemos fiarnos. Veremos como evoluciona con el tiempo. Solo queda un día antes de que tengamos que irnos. Antes de perder mi libertad.
Las chicas llevan desde que llegamos casi sin entrar a la Residencia. Menos Wan. Que entra con sus plantas. Y sale para comer o charlar. Y casi no entrenan. Ni yo. Tan solo disfrutamos de estos últimos días de libertad.
No obstante, tenemos que estar vigilantes. No es como cuando estábamos en el jardín. Y debemos evitar hacer demasiado ruido. Aunque, con una barrera, hemos hecho algunas peleas de entrenamiento. Si limito mi poder al suyo, Shi es la más fuerte. Song está en clara desventaja por su pierna. Pero, si estrechamos la zona de combate, es muy peligrosa.
Si luchamos en parejas, las gemelas son imbatibles. Solas, están en desventaja. Usan dagas, y el alcance es corto. Es más apropiado para ataques por sorpresa. Aunque, con las habilidades correctas, pueden ser letales en enfrentamientos abiertos. Claro que no en el reino del Génesis.
Ma Lang está un poco por detrás del resto. No le gusta mucho pelear. Es su primera vez en esta expedición, más allá de un poco de entrenamiento.
Liang no compite. Ni aunque bajemos a dos. Su fuerte es el arco. Aunque está aprendiendo a usar una espada para defenderse. A rango tiene ventaja. Pero de cerca es vulnerable. Claro que Rayitas la defiende.
La tigresa y la ratona están empezando a entender algunas órdenes. Sobre todo la de "ven a comer". Aún no nos atrevemos a dejarlas sueltas. Las dos son demasiado juguetonas. Ahora que ha perdido el miedo, Terror ha demostrado ser curiosa y traviesa. ¿Quizás también sea una cría?
Ver hacerse de noche resulta un tanto triste. Todos nos quedamos mirando el sol desaparecer. Es el último día. Luego nos vamos a dormir. Ya ha habido sexo antes. Y mañana queremos madrugar. No podemos llegar tarde. No sabemos si se habrán ido los que tienden emboscadas. Confiamos en que dejarán pasar a un esclavo sin nada que ofrecer. Y no muy agradable de tener cerca.
Aunque, no por ello dejamos de estar preocupados. Quizás por ello, el sexo ha sido hoy muy tierno. Las seis conmigo. Acariciándome. Montándome con suavidad una tras otra. Besándome. Me sentía como un rey. Me han consentido y mimado mucho. Duele pensar que mañana volveré a ser un esclavo. Cuando ya he probado la libertad.
Aunque con las esclavas no ha sido tan tierno. Bronceada sigue rebelde, así que la he follado haciéndome que me mirara a los ojos. Sobre la cama. Ligeramente de costado. Yo de pie. Una de sus piernas hacia el suelo. La otra levantada, agarrada por mí. Sobre mi hombro. Contemplando todo su cuerpo desnudo. Manoseándolo a mi voluntad. Haciéndola correrse cuando más quería resistirse.
A Ning la he obligado a montarme. A ir despacio. Ha sido divertido. Le costaba contenerse. A Rui de pie. Abrazada a mí. Sus pies en mi trasero. Su espalda contra la pared. Empujando contra ella cada vez que embestía. Totalmente sometida a mí. En cuerpo y alma.
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–Alguien viene. Al menos cuatro– nos despierta Song
Tardo unos segundos en reaccionar. También las gemelas. Estamos adormilados. Parece que nuestra última noche no va a ser tranquila.