No importa cuánto intentaba Keeley tranquilizarlo de que todo era real y de que ella no iba a ir a ninguna parte, Aaron aún tenía sus momentos de inseguridad de que era demasiado bueno para ser cierto. En el fondo, tenía que creer que no debía ser feliz. ¿Por qué más seguiría volviendo la inseguridad?
Ella levantó la mano para tocar su rostro. —Aaron. No me voy a ninguna parte. Mi papá pasó su fecha de muerte perfectamente bien y yo también lo haré. Vamos a vivir juntos vidas largas y felices, ¿me oyes?
Él cerró los ojos y sostuvo la mano que estaba contra su cara. —Lo sé, lo sé, es solo que... no puedo perderte de nuevo, Keeley. Realmente no puedo. No pensé que fuera posible para mí amarte más de lo que lo hice en ese entonces, pero cada día que te tengo conmigo, me enamoro aún más de ti.