Los túneles subterráneos eran oscuros y claustrofóbicos, con las luces parpadeantes apenas iluminando los angostos corredores. Rivon avanzaba al frente del escuadrón, su nueva armadura ajustada perfectamente a su cuerpo, haciéndolo sentir imponente y poderoso en medio de las sombras. Cada paso era firme, pero algo en su mente comenzaba a agitarse. Mientras sus compañeros Ascendidos Menores se movían con la precisión y eficiencia de guerreros veteranos, Rivon notaba una diferencia sutil pero importante: su armadura no se comportaba como las de los demás.
Los Ascendidos Menores dependían de la energía del Núcleo Celestial para potenciar sus armaduras. El Núcleo alimentaba las mejoras tecnológicas y físicas de los soldados del Imperio, proporcionando no solo energía para las armas, sino también para las armaduras y los implantes biotecnológicos que llevaban. Sin esa conexión, cualquier guerrero habría sido mucho menos eficaz en el combate.
Pero mientras Rivon caminaba por los túneles, notó algo extraño. Su armadura no parecía estar conectada al Núcleo de la misma manera. No había vibraciones de energía externa fluyendo a través de los sistemas de la armadura como en las de los otros Ascendidos. La suya... se sentía diferente. Cada movimiento, cada paso, parecía provenir de una fuente interna, algo que resonaba profundamente dentro de él.
Los otros Ascendidos no parecían darse cuenta. Sus armaduras brillaban levemente en la oscuridad, alimentadas por las conexiones directas con la energía del Núcleo Celestial. Ellos confiaban en esa energía, en que el poder del Núcleo los guiaría a través de los combates más brutales. Rivon, sin embargo, sabía que no dependía de eso.
Su energía no provenía del Núcleo. Provenía de él mismo.
Rivon comenzó a observar más detenidamente su entorno, intentando encontrar alguna explicación. La sensación era clara: su armadura respondía a su propio poder, no al que suministraba el Imperio a través de la tecnología. Era como si él mismo alimentara la armadura con una fuerza más profunda y más antigua que cualquier fuente externa.
Mientras avanzaban por el túnel, el oficial Ascendido al mando detuvo al grupo y revisó los escáneres de proximidad.
— Nos estamos acercando a las posiciones enemigas — anunció, su voz baja pero firme. — Prepárense para el contacto.
Rivon ajustó el visor de su casco y revisó el rifle de energía en su mano. Mientras lo hacía, no pudo evitar notar que la energía que sentía en su interior comenzaba a crecer. No era una energía mecánica o tecnológica, sino algo más. Algo primordial. Cada movimiento que hacía, cada paso que daba, sentía cómo su fuerza interna alimentaba la armadura, potenciando su cuerpo y mente de una manera que los otros Ascendidos no podían comprender.
Uno de los Ascendidos más cercanos a Rivon lo miró por un momento.
— Pareces diferente — dijo, su tono calmado pero curioso. — Tu armadura no vibra como la nuestra. No siento la energía del Núcleo fluyendo a través de ti.
Rivon no respondió de inmediato. No quería revelar lo que había descubierto. La verdad era que su poder no dependía del Núcleo. Y aunque no entendía del todo por qué, sabía que ese poder era suyo. Un poder único que venía de lo más profundo de su ser.
— Es solo la concentración, respondió finalmente, desviando la mirada. — El combate me ayuda a enfocarme.
El Ascendido asintió, aceptando la explicación sin más preguntas, aunque la sospecha permanecía en el aire. Rivon sabía que, tarde o temprano, los demás se darían cuenta de que algo en él no encajaba del todo. Pero ahora no era el momento de pensar en eso. La batalla se acercaba, y él estaba listo para enfrentarse a los Shak'Thor en las profundidades de los túneles.
— En posición — ordenó el oficial al mando, señalando hacia una bifurcación en el túnel. — Los Shak'Thor están más cerca de lo que pensábamos. Preparad las armas.
Rivon ajustó su rifle y sintió la espada de energía a su espalda, lista para ser desenvainada en cualquier momento. Mientras el grupo de Ascendidos se preparaba para la emboscada, Rivon se concentró en el poder que fluía dentro de él. Sabía que su fuerza no provenía del Núcleo, y eso lo hacía más peligroso que cualquiera de los otros soldados que lo acompañaban.
El combate que venía sería una oportunidad más para descubrir hasta dónde llegaba su poder.
Rivon avanzaba en silencio junto a los Ascendidos Menores, sus movimientos sincronizados con el grupo, pero en su interior sabía que era diferente. Mientras los demás confiaban en el Núcleo Celestial para potenciar sus habilidades, Rivon sentía cómo su poder fluía de dentro, sin depender de fuentes externas. Pero lo más importante era que nadie se daba cuenta. Para ellos, él era uno más en el grupo, un soldado bien entrenado y equipado.
El túnel era cada vez más estrecho y oscuro. Las luces de los visores apenas iluminaban lo suficiente para ver unos metros por delante, pero Rivon se sentía cómodo en la penumbra. La oscuridad no lo intimidaba; más bien parecía fortalecerlo, como si algo dentro de él se alimentara de la tensión y la cercanía del combate.
Las pisadas del equipo resonaban suavemente en las paredes metálicas del túnel, pero Rivon podía oír mucho más que eso. El zumbido de las armaduras, el flujo de energía del Núcleo Celestial que alimentaba a los otros soldados... todo eso llegaba a sus oídos como un eco lejano. Pero su armadura permanecía silenciosa, alimentada únicamente por la energía que brotaba de su propio ser.
El oficial Ascendido al mando levantó una mano, deteniendo el avance del grupo. Los escáneres de proximidad indicaban que el enemigo estaba cerca, y todos se prepararon para el contacto inminente. Rivon tensó sus músculos, sintiendo cómo la energía dentro de él aumentaba a medida que la anticipación de la batalla crecía.
— Manteneos alerta — ordenó el oficial en voz baja. — Los Shak'Thor podrían estar escondidos en cualquier parte.
Rivon se agachó ligeramente, ajustando el rifle de energía en sus manos. El arma, ligera y potente, era una extensión natural de su cuerpo. Cada disparo sería mortal si lograba mantener la calma en los momentos clave. Sabía que el combate en los túneles no sería fácil. El espacio cerrado y la proximidad del enemigo lo forzaría a actuar con precisión y rapidez.
De repente, un movimiento rápido a la derecha captó la atención de todo el grupo. Las sombras se movieron dentro del túnel, y antes de que el oficial pudiera dar una orden, Rivon ya había apuntado su rifle hacia la fuente del ruido.
El disparo fue limpio. Un rayo de energía salió disparado de su arma, iluminando brevemente el túnel. Un Shak'Thor cayó al suelo, su cuerpo deformado y retorcido por el impacto. Pero ese primer disparo solo fue el comienzo.
Los Shak'Thor comenzaron a salir de las sombras, avanzando rápidamente hacia el grupo. Sus cuerpos masivos, cubiertos de placas de metal y carne mutada, se lanzaban hacia los Ascendidos con una furia primitiva. Los disparos resonaron por todo el túnel, mientras Rivon y los demás abrían fuego para frenar el avance del enemigo.
Rivon se movía con una precisión letal, disparando ráfagas de energía que derribaban a los Shak'Thor uno tras otro. Cada impacto, cada cuerpo que caía al suelo, alimentaba la sed de violencia que crecía dentro de él. Pero mientras sus compañeros disparaban con frialdad y disciplina, Rivon sentía algo más en cada disparo: un placer oscuro, una satisfacción que no podía explicar.
Los Shak'Thor seguían acercándose, y pronto el combate cuerpo a cuerpo se hizo inevitable. Rivon guardó su rifle y desenfundó la espada de energía. El zumbido del filo llenó el túnel mientras cortaba el aire con movimientos rápidos y precisos. Los enemigos que se acercaban demasiado eran rápidamente cortados, y la sangre oscura de los Shak'Thor salpicaba las paredes y el suelo.
Los Ascendidos a su alrededor luchaban con la misma eficiencia, pero Rivon podía sentir la diferencia en su interior. Él no solo luchaba por sobrevivir, sino que cada muerte le proporcionaba una sensación de control y poder que iba más allá de lo físico. La energía dentro de él crecía con cada enemigo que caía bajo su espada, y aunque nadie más lo notaba, Rivon sabía que su poder estaba despertando poco a poco.
El combate fue breve pero brutal. Los Shak'Thor, aunque poderosos, no pudieron resistir la fuerza combinada de los Ascendidos. Sus cuerpos sin vida yacían en el suelo, cubriendo el túnel con sangre y restos. Rivon permaneció en pie en medio del caos, su espada aún vibrando con energía mientras su respiración se estabilizaba. La batalla había terminado, pero el poder dentro de él seguía pulsando, como si exigiera más.
Los Ascendidos comenzaron a reagruparse, revisando sus equipos y escaneando el área para asegurarse de que no quedaran más enemigos. Rivon se quedó en silencio, observando los cuerpos a su alrededor y sintiendo cómo la oscuridad dentro de él crecía. Sabía que algo había cambiado en él, algo que lo hacía diferente de todos los demás. Pero nadie lo sabía. Para ellos, él solo era otro Ascendido que había cumplido con su deber.
Los cuerpos destrozados de los Shak'Thor cubrían el suelo del túnel, y el aire estaba cargado con el hedor de la sangre y la muerte. Rivon, con la espada aún en mano, miraba hacia adelante, listo para lo que pudiera venir. La batalla había sido intensa, pero su cuerpo aún estaba lleno de energía, su respiración apenas afectada. El poder interno que sentía seguía latiendo, pulsando con una fuerza que le era desconocida pero adictiva.
Los Ascendidos Menores a su alrededor se reorganizaban con eficacia, revisando sus equipos, recogiendo municiones y asegurándose de que el área estuviera despejada. Rivon observaba cómo realizaban estas acciones sin perder tiempo, como una máquina perfectamente aceitada. Para ellos, la batalla había terminado; pero para Rivon, cada combate era solo una parte de algo mayor, una escalada hacia algo más profundo dentro de sí mismo.
El oficial al mando se acercó a Rivon, con el casco aún puesto y la espada guardada en su funda. Su voz era fría y profesional cuando se dirigió a él.
— Buen trabajo, Rivon. Has demostrado ser más que un simple legionario. Tus habilidades en el combate son notables, y eso no pasará desapercibido.
Rivon asintió, sin decir una palabra. No necesitaba reconocimiento. Lo que él deseaba iba mucho más allá de simples elogios o méritos de batalla. Cada combate lo alimentaba, pero era el control, la dominación y el deseo por más lo que realmente lo movía. La violencia le proporcionaba placer, pero ese placer no se detenía en la muerte de sus enemigos. Quería más, y aunque aún no lo expresaba, lo sabía profundamente.
— Volvamos a la fortaleza — ordenó el oficial, mientras indicaba a los otros Ascendidos que se prepararan para moverse. — Aún no hemos terminado con los Shak'Thor en este sector, y necesitamos reorganizarnos antes del próximo enfrentamiento.
Rivon comenzó a caminar junto con el grupo, sus pasos resonando de manera pesada en el túnel. Cada vez que pisaba, sentía como si su cuerpo entero fuera una fuerza imparable, cada movimiento estaba potenciado por su energía interna, pero nadie más lo notaba. Para ellos, él era simplemente otro Ascendido menor que había demostrado ser eficiente en combate.
El regreso hacia la fortaleza fue tenso, pero Rivon sentía que cada paso que daba lo llevaba más cerca de descubrir lo que era capaz de hacer. Su armadura seguía siendo una extensión natural de su cuerpo, respondiendo a cada comando con precisión mortal, pero él sabía que no era la tecnología lo que lo hacía tan eficiente. Era su propio poder el que lo movía, algo más allá de lo que cualquier otro Ascendido pudiera entender.
La oscuridad del túnel no lo afectaba, más bien lo reconfortaba, como si el vacío y el silencio le permitieran escuchar mejor lo que crecía dentro de él. Sabía que, eventualmente, tendría que enfrentar ese poder, pero por ahora, lo disfrutaba sin cuestionarlo demasiado. Cada batalla le daba una dosis de la violencia que anhelaba, pero también alimentaba algo más profundo: su deseo, su sed de control, y su ansia de placer.
Mientras el grupo se acercaba al punto de extracción, Rivon no pudo evitar fijarse en cómo la fortaleza se alzaba imponente sobre ellos. Las murallas de metal oscuro y las torretas de defensa que sobresalían del suelo daban la impresión de una ciudad en guerra constante, preparada para resistir cualquier embate. Este era el hogar de los Ascendidos, y aunque Rivon se sentía cómodo en medio del combate, sabía que su destino no estaba atado a una simple vida de soldado.
Finalmente, el equipo llegó al punto de extracción, y los transportes comenzaron a recoger a los soldados. Rivon subió al transporte asignado, su mente aún turbada por los impulsos que sentía crecer dentro de él. La guerra no había hecho más que despertar su verdadera naturaleza, y aunque no comprendía del todo lo que significaba, lo abrazaba con una intensidad que crecía con cada momento.