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25.8% Bloodforges / Chapter 16: Capítulo 14: Adaptación Cruel

Chapitre 16: Capítulo 14: Adaptación Cruel

El tiempo avanzaba lentamente a bordo del Némesis de Helion. Rivon y Sera habían comenzado a adaptarse a sus nuevas rutinas, pero la brutal realidad del entorno los golpeaba a diario. Los soldados de la Mano, indiferentes a los sufrimientos de los ciudadanos o los esclavos, se centraban en sus tareas con una eficiencia casi inhumana. Las escenas de crueldad y abuso que Rivon había presenciado se repetían con frecuencia, mientras él observaba, incapaz de intervenir.

Una de las peores partes de su día era cuando tenía que pasar por los sectores de los esclavos. Allí, la brutalidad era constante. Los esclavos eran sometidos a castigos físicos, algunos por errores mínimos en sus tareas, otros por la mera diversión de los supervisores. Rivon pasaba desapercibido, sabiendo que cualquier intento de involucrarse podría acabar con su vida.

Sera, por su parte, evitaba hablar sobre lo que ocurría en los sectores más oscuros de la nave. Intentaba concentrarse en su trabajo, pero Rivon notaba cómo la vida a bordo de la nave la estaba afectando. Sus noches eran cada vez más inquietas, y las pocas veces que lograba dormir, despertaba sobresaltada, como si los horrores de la nave se manifestaran incluso en sus sueños.

Una mañana, Rivon fue convocado a la sala de entrenamiento de armas, donde debía familiarizarse con el uso del armamento que le habían asignado. El rifle de plasma estándar de los legionarios estaba diseñado para ser letal, fácil de usar y altamente efectivo en combate. Rivon lo sostuvo entre sus manos, sintiendo el peso del poder que ahora tenía a su disposición.

Los instructores eran implacables, enseñando a los ciudadanos y algunos legionarios novatos cómo defenderse en caso de un ataque. Aunque Rivon sabía que la posibilidad de un enfrentamiento real dentro de la nave era baja, no podía evitar sentir una extraña excitación al empuñar el arma. Ya no era un simple esclavo; ahora tenía una herramienta con la que podría luchar si fuera necesario.

El campo de entrenamiento estaba lleno de soldados y ciudadanos practicando. Rivon observó cómo algunos de ellos ya estaban más avanzados en su formación, disparando con precisión a los objetivos mientras los instructores los supervisaban de cerca. Cada disparo que resonaba en la sala era un recordatorio de que, en este mundo, la capacidad de defenderse era lo que garantizaba la supervivencia.

Durante la sesión, Rivon notó que algunos de los soldados Ascendidos observaban el entrenamiento desde una plataforma elevada. Su presencia era intimidante, pero también inspiraba una extraña fascinación en Rivon. Sabía que algún día tendría que enfrentarse a soldados como ellos, tal vez en otro contexto, tal vez en otro momento. Pero ahora no era el momento de llamar la atención.

Tras varias horas de entrenamiento, Rivon se sentía agotado, pero también satisfecho. Había dominado las bases del uso del arma, y sabía que, si llegaba el momento, estaría preparado para defenderse. Sin embargo, el campo de entrenamiento era solo una pequeña parte de su día. El resto de su tiempo lo pasaba en las tareas designadas, asegurándose de que las provisiones de la nave fueran distribuidas y que los sistemas funcionaran correctamente.

En uno de esos largos días de trabajo, mientras supervisaba el transporte de suministros, Rivon cruzó caminos con un oficial Ascendido Superior. El hombre era imponente, vestido con una armadura que brillaba con un resplandor azul eléctrico. Sus ojos se clavaron en Rivon, y por un momento, Rivon sintió que el oficial podía ver más allá de lo que mostraban los registros oficiales. Era como si el Ascendido pudiera percibir el poder oculto en él, aunque no lo demostrara.

Ciudadano Rivon, dijo el oficial, su voz profunda resonando en el pasillo. — He oído que te estás adaptando bien a tu nueva vida aquí. Asegúrate de seguir así. Aquí no toleramos la debilidad.

Rivon asintió, manteniendo la calma mientras respondía.

Gracias, señor. Estoy haciendo todo lo posible para cumplir con mi deber.

El Ascendido Superior lo observó por un segundo más antes de continuar su camino. Rivon respiró profundamente. Había algo en ese breve encuentro que lo inquietaba. No era solo la presencia del oficial, sino la sensación de que estaba siendo evaluado constantemente.

La vida a bordo del Némesis de Helion era implacable. Los cuatro meses que habían mencionado los oficiales se sentían como una eternidad, y Rivon sabía que debía mantenerse alerta en todo momento. Las oportunidades para avanzar eran escasas, pero cuando aparecían, sabía que tendría que actuar con rapidez.

Una noche, Rivon regresaba a su habitación después de un largo día cuando escuchó voces provenientes de una de las habitaciones cercanas. No era raro que los soldados se reunieran en áreas apartadas para relajarse después de sus tareas, pero había algo diferente en el tono de esas voces. Rivon se acercó con cautela, observando a través de una pequeña abertura en la puerta entreabierta.

Dentro, dos Ascendidos Menores estaban con una esclava. La escena que vio era cruda y directa: los soldados usaban a la esclava para su propia satisfacción, ignorando completamente sus quejidos y súplicas. Rivon no hizo nada más que observar. Sabía que era un espectador impotente en un mundo donde el poder lo era todo, y donde los débiles no tenían derechos. Esa era la realidad del Imperio Celestial, donde aquellos con fuerza y autoridad hacían lo que deseaban.

Cuando terminó la escena, Rivon se retiró en silencio, volviendo a su compartimiento. Sera estaba durmiendo profundamente cuando llegó, y Rivon se sentó junto a la ventana, observando el vacío del espacio. Este era su mundo ahora. Uno donde el poder se tomaba sin preguntar, y donde él estaba decidido a obtener lo que siempre le había sido negado.

Los días seguían pasando, y tanto Rivon como Sera se habían acostumbrado a la rutina de la nave. A pesar de la crueldad que presenciaban a diario, no había espacio para la rebelión ni para el sufrimiento abierto. Este era el Imperio Celestial, y cualquier muestra de debilidad significaba una sentencia de muerte.

Cada jornada comenzaba temprano, con Rivon dirigiéndose a sus tareas diarias en el área de suministro, mientras Sera permanecía en las secciones de almacenamiento. Aunque Rivon intentaba proteger a su hermana de la peor parte de la realidad que los rodeaba, sabía que no siempre podría evitar que Sera viera lo peor de la Mano. El ambiente estaba impregnado de violencia: los esclavos eran golpeados o abusados sin motivo alguno, y el poder que los soldados ostentaban se manifestaba en todos los aspectos de la vida a bordo.

Durante uno de sus turnos, Rivon notó que Sera parecía más callada que de costumbre. Sabía que algo había ocurrido, pero decidió no presionar. Ambos sabían que hablar sobre lo que sucedía a su alrededor era casi peligroso. Sin embargo, Sera rompió el silencio esa misma noche, mientras compartían un momento en su habitación.

Hoy vi algo terrible — murmuró Sera, su voz apenas un susurro. — Un soldado... arrastró a una esclava a uno de los cuartos de suministros. No pude hacer nada. Nadie hace nada.

Rivon la miró en silencio, sus pensamientos oscuros como el vacío espacial más allá de la nave. Sabía exactamente de lo que hablaba su hermana, ya que había presenciado cosas similares muchas veces desde que habían llegado a bordo. El abuso de las esclavas era común, y nadie osaba intervenir. La realidad del poder era absoluta en la Mano.

No puedes hacer nada — dijo Rivon finalmente, su tono firme pero lleno de comprensión. — Eso es lo que ellos hacen. Así es como mantienen el control. No somos más que piezas en su maquinaria.

Sera lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de confusión y desesperanza. Quería entender cómo su hermano podía aceptar esa realidad tan fría, pero también sabía que no había otra opción. La Mano no permitía fallas, y mucho menos actos de rebeldía o insubordinación. Las reglas eran claras: o sigues sus órdenes, o desapareces.

¿Siempre será así? — preguntó ella con un suspiro. — ¿Siempre seremos parte de este sistema cruel?

Rivon guardó silencio por un momento, eligiendo cuidadosamente sus palabras. Sabía que su hermana aún luchaba con la idea de que ahora formaban parte de algo más grande.

No siempre, Sera. Solo tenemos que esperar el momento adecuado — respondió con calma, pero con una determinación oculta detrás de sus palabras. Su plan aún estaba en marcha, y aunque el poder que sentía en su interior no se había revelado completamente, sabía que estaba destinado a algo más grande. Este era solo el principio.

Sera asintió lentamente, sin comprender del todo, pero confiando en su hermano como lo había hecho toda su vida. Rivon había cambiado, lo sentía en su forma de hablar, en su postura ante el sufrimiento, y aunque no sabía cómo ni por qué, entendía que él estaba destinado a algo más allá de la vida de un simple ciudadano.

A medida que los días pasaban, Rivon seguía cumpliendo con sus tareas, pero sus pensamientos estaban en constante movimiento. El entrenamiento con armas lo había endurecido aún más, y aunque no era un soldado Ascendido, sentía que cada día se volvía más capaz de defenderse si era necesario. El rifle de plasma que le habían asignado se había convertido en una extensión de sí mismo, y con cada sesión de práctica, Rivon se sentía más seguro de sus habilidades.

Un día, mientras caminaba por uno de los pasillos de la nave, Rivon se encontró con una escena que, aunque ya no lo sorprendía, lo dejó inquieto. Un esclavo había sido brutalmente golpeado por uno de los supervisores, su cuerpo yacía inmóvil en el suelo mientras la sangre manchaba las paredes metálicas. Los soldados a su alrededor no mostraban emoción alguna, ignorando completamente la brutalidad que acababa de ocurrir.

Rivon pasó de largo, pero sus pensamientos se mantuvieron en esa imagen por horas. Este era el mundo que habían elegido al entrar en la nave de la Mano. La crueldad, la violencia, y el abuso de poder no eran solo incidentes aislados; eran el corazón de la vida a bordo de esa nave. Aquí no había lugar para la justicia, solo para la obediencia y la supervivencia.

Sera, por su parte, comenzó a mostrar signos de que la vida en la nave estaba desgastándola. Aunque cumplía con sus deberes, la mirada en sus ojos se volvía cada vez más vacía. Rivon lo notaba, pero sabía que no había forma de aliviar ese peso. La única forma de sobrevivir era adaptarse a la brutal realidad o desaparecer.

Una tarde, mientras Rivon realizaba uno de sus entrenamientos con el rifle, escuchó a los instructores hablar entre ellos sobre la misión de la nave. Aunque no dieron detalles, Rivon captó lo suficiente para entender que la nave estaba destinada a una misión de defensa en un planeta en la frontera. La Mano estaba allí para detener cualquier posible invasión o ataque alienígena que pudiera amenazar la estabilidad del Imperio.

Esto significaba que el conflicto estaba cerca. Rivon no sabía cuánto tiempo tendrían antes de verse arrastrados a una guerra, pero sabía que no podían relajarse. Los cuatro meses que les habían mencionado parecían interminables, pero al mismo tiempo, cada día traía nuevos desafíos.

Mientras Sera luchaba por mantener su espíritu intacto, Rivon comenzó a idear formas de aprovechar cada oportunidad que se le presentaba. La vida en la nave era brutal, pero también ofrecía momentos para crecer. Rivon sabía que solo aquellos que estaban dispuestos a tomar lo que querían sobrevivirían en ese mundo.

Los meses de espera serían duros, pero Rivon ya había decidido que no pasaría desapercibido. Tenía un plan, y cuando llegara el momento, tomaría lo que fuera necesario.

A medida que las semanas se sucedían, Rivon notó que sus habilidades no habían pasado desapercibidas por los oficiales de más alto rango a bordo del Némesis de Helion. La manera en que manejaba el rifle, su resistencia en los entrenamientos, y su frialdad creciente en el cumplimiento de sus tareas habían comenzado a llamar la atención. No era solo su habilidad física lo que destacaba, sino su determinación inquebrantable de hacer lo necesario para sobrevivir y proteger a Sera.

Un día, mientras Rivon completaba su rutina de entrenamiento con otros ciudadanos, fue llamado por uno de los instructores de la Mano, un Ascendido Menor de rostro severo y una figura imponente que irradiaba autoridad.

Rivon, ven conmigo — ordenó, sin dar más explicaciones.

Rivon lo siguió sin cuestionar. Sabía que en un entorno como este, cualquier orden debía cumplirse sin titubeos. El Ascendido lo guió a través de una serie de pasillos que parecían formar un laberinto, hasta llegar a una sección de la nave que Rivon no había visitado antes. Este lugar, más que una nave militar, parecía una ciudad flotante, con sectores enteros dedicados a la preparación y entrenamiento de las fuerzas militares.

El Ascendido lo llevó hasta una sala de mando donde varios oficiales de alto rango estaban reunidos, discutiendo lo que parecían ser los próximos movimientos estratégicos de la Mano. Rivon se sintió pequeño en comparación con el poder que emanaba de esos hombres y mujeres, pero su mirada no mostraba miedo.

Uno de los oficiales, un Ascendido Superior con una armadura reluciente, se giró hacia él, observándolo detenidamente. Era evidente que ya habían oído hablar de él.

Parece que tienes talento, dijo el oficial, su voz grave resonando en la sala. — Tus instructores hablan de tu capacidad para adaptarte y aprender rápido. Queremos ver si tienes lo que se necesita para participar en algo más que tareas menores.

Rivon no respondió de inmediato, pero sus pensamientos eran claros. Sabía que esta era una oportunidad que no podía dejar pasar. Esta era su forma de avanzar, de ascender dentro de la jerarquía del Imperio.

Estoy listo para lo que sea necesario, dijo finalmente, su voz calmada pero decidida.

El Ascendido Superior asintió, satisfecho con su respuesta.

Te observaremos. Si demuestras que puedes ser útil, no solo como ciudadano, sino en combate, tu lugar en esta nave podría cambiar significativamente. — Hizo una pausa, evaluando la reacción de Rivon antes de añadir: — Prepárate para lo que venga.

Con esas palabras, Rivon fue escoltado fuera de la sala. Sabía que acababa de entrar en un nuevo nivel de peligro, pero también de oportunidad. Las batallas a las que sería llamado no serían sencillas, y cualquier error podría costarle la vida. Sin embargo, el poder que sentía crecer en su interior, y el cambio que experimentaba en su forma de ser, lo hacían sentirse más preparado que nunca.

Desde ese momento, los entrenamientos de Rivon se intensificaron. Los oficiales de la Mano comenzaron a prepararlo no solo en el uso de armas, sino también en tácticas de combate y gestión militar. La frialdad y el cálculo con los que había comenzado a actuar le ganaron el respeto de algunos de sus superiores, que veían en él a un ciudadano dispuesto a todo por el éxito.

Sin embargo, Rivon también sentía un cambio en sí mismo. Se estaba volviendo más distante, no solo con los demás ciudadanos, sino incluso con Sera. Aunque seguía profundamente leal a ella, la brutalidad de su entorno lo endurecía día tras día. La crueldad era ahora parte de su vida, y sabía que si quería sobrevivir, tendría que aceptar esa realidad completamente.

El deseo sexual, que había reprimido durante tanto tiempo, también comenzaba a resurgir con fuerza. Rivon lo sentía arder dentro de él, pero aún se resistía a actuar sobre ello. Los años como esclavo habían dejado marcas profundas en su mente, y aunque ahora tenía el poder de tomar lo que quisiera, algo en su interior lo contenía. Las esclavas, que muchos soldados de la Mano utilizaban sin remordimiento, no despertaban en él nada más que recuerdos dolorosos de su pasado.

No obstante, sabía que este conflicto interno no podría durar para siempre. Rivon sentía cómo su frialdad crecía a medida que el tiempo pasaba, y su control sobre sus impulsos empezaba a debilitarse. No era el mismo hombre que había sido al llegar a la nave, y Sera lo sabía. Aunque nunca hablaban de ello, ella podía ver en los ojos de su hermano el cambio que se gestaba.

Los meses avanzaban, y Rivon fue llamado a participar en simulaciones de batalla junto a otros ciudadanos y soldados novatos. Estas simulaciones eran cruentas y realistas, diseñadas para preparar a los participantes para las verdaderas guerras que se libraban en la frontera del Imperio. Rivon se destacó rápidamente por su habilidad táctica y por su capacidad para actuar con frialdad incluso en las situaciones más tensas.

Los altos rangos de la nave comenzaron a verlo como un recurso valioso, y Rivon sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que lo enviaran a una misión real. La batalla se acercaba, y él estaba más que dispuesto a enfrentarse a lo que fuera necesario para seguir avanzando.


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