En el Clan Luo, ante un enorme sello, una joven suplicaba con una mirada desesperada—: Hermano mayor, por favor, déjame ir. Volveré después de salvarlo.
Con su pelo negro sedoso y una delicada tez que parecía que se iba a desgarrar con una ráfaga de viento, era indescriptiblemente bella, casi como una diosa que había descendido al mundo de los mortales. Las palabras no podían ni siquiera empezar a describir su aspecto deslumbrante.
De pie ante ella había un joven de unos treinta y tantos años: ¡Luo Xuanqing!
—Deberías abandonar ese pensamiento, Yuxin. La única razón por la que me permitieron volver usando la formación de tele transporte fue para evitar que te metieras en líos.
Mirando a los ojos suplicantes de su hermana menor, el corazón de Luo Xuanqing sufría un poco. Sin embargo, aun así endureció su determinación y agitó la cabeza con firmeza.