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88.88% Ataraxia - Alessandra Lombardi / Chapter 8: 4. Roman

Chapitre 8: 4. Roman

Marco Santoro era un hijo de puta engreído. Uno de los más imbéciles que había conocido en mi vida. Su presencia gritaba opulencia barata, desde el traje azul marino arrugado hasta sus zapatos de cuero gastado. Pero la parte que más odiaba de él era su jodida cara.

Sus expresiones me ponían de los nervios y me picaban las manos con la necesidad de estamparle la cabeza contra la mesa hasta escuchar sus huesos quebrándose.

Cuando el humo de su puro cubano llegó a mis fosas nasales, toqué con intencionalidad la pistola que descansaba en mi bolsillo derecho. No me hubiera costado nada sacarla y meterle una bala entre ceja y ceja. De hecho, le haría un favor al mundo eliminando a un imbécil de los innumerables que poblaban la tierra.

Y justo cuando pensaba que ya había alcanzado su nivel de estupidez, decidió abrir la boca.

—Me estoy empezando a impacientar, Lombardi —la amenaza implícita en su tono me hizo tensarme con expectativa.

Un solo paso en falso y no dudaría en manchar el suelo del casino con su sangre.

Dante resopló con aburrimiento mientras le hacía señas a una camarera que estaba cerca.

—Ya te lo expliqué, Santoro, Gianna no es ama de casa, tiene un trabajo en la Cosa Nostra y esa siempre será su prioridad.

Algo me decía que ni siquiera hacía falta la explotación, Gianna se había vuelto conocida con los años hasta llegar al punto de que estaba en boca de todo el mundo con falsos cotilleos. El último había sido que en realidad formaba parte de la Bratva y estaba en la Cosa Nostra como infiltrada.

—Busco una esposa, Dante, no una matona.

Y, como siempre, Gianna decidió hacer su entrada en el momento menos oportuno.

El grupo de personas que estaba reunido en la sala se dividió en dos, haciendo un pasillo para dejarla pasar, mientras ella arrastraba los pies con aburrimiento.

Los susurros llenaron el aire mientras la gente se percataba quién era la persona que había entrado.

Observé con recelo la sangre que se deslizaba por sus piernas, dejando un rastro carmesí con cada paso que daba, pero algo más llamo mi atención. Llevaba una caja que solía ser blanca, pero la sangre se había filtrado por las esquinas y goteaba sin cesar.

No dudó en pararse justo en medio de la multitud y destapar su regalo, un grito resonó en la sala mientras todos se apartaban un poco más.

La comisura izquierda de su boca se levantó mientras tiraba la caja al suelo y una cabeza rodó dos veces antes de parar con un ruido húmedo.

—Joder, che schifo —Giovanni apartó la mirada de la cabeza del adolescente mientras Gianluca encendía un cigarrillo con interés.

Dante suspiró y empezó a frotarse el puente de la nariz con dos dedos, como hacía siempre que su hermana le desesperaba.

Gianna dio una palmada que hizo que la sangre de sus manos salpicase su mejilla derecha, y me permití mirarla durante un segundo.

Las gotas más pesadas de sangre se habían escurrido hacia abajo, pareciendo lágrimas carmesí. Su vestido, que parecía blanco, tenía varias tonalidades de rojo y el borde derecho estaba rasgado y dejaba ver un corte porque le bajaba hasta la rodilla. La sangre parecía acentuar más el ciento de cicatrices que sabía que tenía.

—¿Alguien más tiene que confesar algo? Hay que aprovechar que ya estoy manchada —miró a su alrededor con interés y vi varias personas alejándose de forma lenta.

—¿No? Muy bien. Al próximo imbécil que se le ocurra hablar con un jodido ruso, le voy a colgar los intestinos como luces de Navidad.

Sentí varias miradas sobre mí y chasqueé la lengua con desinterés mientras Gianluca se inclinaba más adelante para ver la cabeza.

—Buen corte, prima.

Gianna avanzó con los ojos fijados en Dante hasta llegar a la mesa y se dejó caer a su lado, haciendo que la sangre de su pelo salpicara a su hermano en la cara.

—¿Era necesario el espectáculo? —Dante se limpió la sangre de encima sin siquiera parpadear.

—Una buena entrada para una excelente presentación —murmuró la mujer con sorna mientras le daba un trago a mi vaso, dejando rastros carmesíes en el borde.

—Madonna —Giovanni se levantó de la mesa de forma brusca y caminó con rapidez hacia el baño, probablemente para vomitar lo que hubiera comido ese día.

—Encantado de conocerte, Gianna.

La víbora Lombardi ni siquiera reconoció la presencia de Marco Santoro mientras se acaba mi vodka de un trago y hacía gestos desesperados hacia la camarera, que vino corriendo, probablemente con miedo por su vida.

Una pizca de satisfacción me llenó ante ese gesto.

—Tráeme un vaso de vodka, lleno.

—Que sean dos —la camarera abrió ampliamente los ojos y miró a Gianna en busca de aprobación.

Ella simplemente miró a la camarera, sin ninguna expresión en su rostro.

—Que sea uno, Giulia.

—Obyazatel'no li byt' isporchennym der'mom?

—Izvinite, ya ne govoryu na glupom yazyke.

—Provócame, Gianna.

En un abrir y cerrar de ojos sentí el cañón frío de su pistola sobre mi sien, y sonreí con sorna.

—No me provoques tú, Mikaelov, ya estoy lo suficientemente empapada en sangre para que no me moleste un poco más.

—Gianna, siéntate —Dante no parecía impresionado por el espectáculo.

La presión se amplificó un poco más y la miré directamente, enseñándole lo poco que me interesaba su amenaza de mierda.

Vi el destello de la mano de Dante en su muslo herido mientras tiraba de ella hacia abajo con la otra mano. Su expresión no demostró nada mientras volvía a guardar su arma.

—Veo que tengo que estar con la guardia en alto a partir de ahora —Marco Santoro era definitivamente un imbécil suicida.

—¿Y tú quién coño eres?

—Gianna por el amor de dios. Vete a cambiarte, a tu prometido no le importa esperar un poco más, ¿a que no, Marco? —Dante habló entre dientes mirando directamente al otro hombre mientras él negaba con la cabeza.

—Bien. Y Gianluca te acompañará, para que no te pierdas.

La mujer se levantó de mala gana con su primo pisándole los talones, y no me sorprendí para nada cuando casualmente su pelo rozó mi camisa blanca, manchándola también de carmesí.

—Que alguien recoja esta puta cabeza de aquí —ordenó Dante antes de tragar todo el contenido de su vaso de whiskey, nos esperaba una noche larga.

*** — ¿Es necesario que seas una malcriada de mierda?

— Lo siento, no hablo idioma estúpido. ***


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