Aquel bosque era silencioso y ameno, solo se acuchaban el canto de algunas aves que Red no pudo identificar. Como si quisieran mantener la paz del bosque no intercambiaron palabras, no porque les pareciera poco interesante el uno al otro, sino más bien por lo contrario, tenían la sensación de no querer estropear el ambiente.
-Háblame de Xera- le preguntó Redhand haciendo fin al silencio que se volvía incomodo; - cuánto tiempo llevas aquí-.
-10 años- le respondió la elfa sin dirigirle la vista, casi absorta en la pegunta del humano.
-¿10 años?, te vez, muy joven-.
-Los Elfos envejecemos muy lento, ya tengo 110 años-.
-¡110! - exclamó Redhand, definitivamente había pensado que sería más o menos de su edad, unos 23 años; -bueno, tiene sentido, tengo, muchas preguntas, pero, llegamos acá luego de morir, deberíamos partir desde ahí-.
- me gustaría que tu empezaras por aquello- le respondió Seradriel esbozando una leve sonrisa; - he visto seres poderosos, pero nadie que pudiera aguantar un golpe de mi hacha solo con la piel-.
-Mi complexión física no es normal para un humano, somos muy pocos los que podemos desarrollar una fuerza así en la Tierra- respondió ocultando primeramente que se trataba de un asesino con habilidades y fuerzas que solo un asesino del gremio podría tener ;-para ser sincero soy el hombre más fuerte de mi mundo- culminó su presentación riendo orgulloso.
-¿y tú muerte?- le preguntó la mujer;- quién puede matar al hombre más fuerte del mundo-.
-digamos que me enfrente a seres que no eran del todo humanos-.
-tenemos tiempo, háblame de ello, claro si no te ofende hablar de tu derrota- le pidió la Elfa un tanto indolente con lo que fue el destino de Redhand en la Tierra.
-Me enfrenté a un demonio, una calamidad anterior al tiempo y al primer humano, un tipo tan antiguo como mi mundo en sí, armado con un arma que podía matar dioses, para ser preciso, les vencí, aunque morí en ello-.
-Entonces eres un héroe-.
-salvé mi mundo, pero no me atrevería a decir que soy un héroe, soy, fui, un asesino profesional y mi misión fue detenerlos-.
Seradriel hizo poca reacción a la confesión de Redhand, por el contrario, le hizo una señal para que continuara.
-todos tenemos razones para haber matado alguna vez, siéntete orgulloso de haber conseguido algo así con ello-.
-creo que me comprendes más de lo que yo mismo lo hago- le dijo un tanto más relajado, realmente quería caer en gracia de aquella mujer;- es tu turno-.
-En mi mundo, Zorath, nunca hubo mucha paz, luche por lo que creía justo, era un mundo convulsionado, mi pueblo me convocó a luchar contra un monstruo poderoso, llamado Rey Zorth, muchos acudimos al llamado y pocos logramos hacerle frente, supongo que menos lograron sobrevivir al combate- Seradriel empuño su mano y mordió su labio con rabia;- así es como llegué acá, cerca de Zurvarat y cuando los gnolls volvieron peligroso el bosque asumí como forestal-.
-¿gnolls?-.
-hombres hiena, son una plaga, belicosos y malvados, al parecer acá los dirige un brujo poderoso, si eres tan fuerte como pareces y dices, tal vez puedas ayudarme-.
-haré lo que quieras, después de todo perdonaste mi vida-.
Ambos rieron un poco, hasta que un estruendo se sintió, sacudiendo las ramas de los árboles.
-¿qué demonios?- exclamó Red;- eso es pólvora-.
-Es de Zurvarat, debe de ser un ataque, ¡mierda!, rápido- respondió Seradriel , pero antes de darle instrucciones al humano, este pareció esfumarse, dejando una estela entre los árboles, le pareció irrisorio, era tremendamente rápido, esperó con todo su ser que su fuerza fuera suficiente para apañárselas hasta que ella llegara al pueblo.
Sus piernas eran naturalmente rápidas, pero ya hace varios minutos que había perdido el rastro de hojas y polvo que dejo Redhand a su paso.
Al fin llegó, eran muchos más gnolls que la última vez, pero un reguero de cadáveres se apilaba en el centro del pueblo, y las bestias restantes corrían hacia los bosques.
Ahí estaba el humano de cabellos blancos y ojos de sangre, emitiendo un aura asesina que debatía con los pobladores entre la gratitud y el miedo.
Estaba completamente desnudo y cubierto de sangre, jadeaba fuertemente, como si el aire de Xera le fuera insuficiente.
Seradriel se le acercó tendiéndole su capa para taparle el cuerpo, estaba frio, tiritaba.
-Tu hiciste esto Redhand, salvaste a Zurvarat- le aclaró Seradriel, pero el humano estaba irremediablemente conmocionado;- entiendes eso Red, ¡nos salvaste a todos!-.