Chapitre 2: Capítulo 2: Primeras lecciones
El aire en el callejón era pesado, cargado con el hedor de la basura y algo más metálico: sangre. Noa trataba de calmar su respiración, pero su corazón seguía latiendo como si quisiera salirse de su pecho. A su lado, Mia permanecía con la espalda apoyada contra un contenedor de basura, abrazándose las rodillas.
El silencio entre ambos se rompió cuando Noa susurró:
—No podemos quedarnos aquí por mucho tiempo.
Mia levantó la vista, sus ojos aún brillaban por las lágrimas.
—¿A dónde vamos a ir? Todo está... está hecho un desastre.
Noa apretó los dientes. Sabía que tenía razón. Fuera del callejón, la ciudad era un infierno: zombis, gritos, disparos y el caos absoluto reinaban por todas partes. Pero quedarse quietos significaba esperar la muerte, y eso no era una opción.
—No lo sé —admitió, revisando su mochila—. Pero necesitamos un lugar seguro. Un sitio donde podamos escondernos y pensar.
Mia lo observó mientras sacaba una botella de agua y se la ofrecía. Ella la aceptó con un asentimiento tímido, tomando un sorbo.
—¿Tienes algo más? —preguntó Noa, señalando el bate que aún sujetaba con fuerza.
—Esto es todo lo que tengo. Salí corriendo de mi casa cuando uno de esos... monstruos... entró. No tuve tiempo de coger nada más.
—Está bien. Es suficiente, por ahora.
Noa se puso de pie, apretando el cuchillo en su mano. Sus dedos aún temblaban, pero trató de disimularlo. Sentía que debía parecer fuerte, aunque fuera solo por Mia. Ella ya estaba al borde del colapso, y lo último que necesitaban era que ambos se derrumbaran.
—Vamos a movernos. Si nos quedamos aquí, nos van a encontrar.
Mientras avanzaban por el callejón, los ruidos del exterior se intensificaban. A lo lejos, el sonido de disparos resonaba como una promesa de ayuda, pero también una advertencia: no eran los únicos intentando sobrevivir.
Noa avanzaba con cuidado, manteniendo la mirada alerta. Cada sombra, cada rincón oscuro parecía esconder una amenaza. Era como caminar sobre una cuerda floja, sabiendo que un solo paso en falso significaría la muerte.
—Noa... —susurró Mia detrás de él—. Creo que...
No tuvo tiempo de terminar. Una figura surgió de la penumbra, tambaleándose hacia ellos con un gruñido bajo. Era un hombre, o lo que quedaba de él. Su rostro estaba parcialmente devorado, y uno de sus brazos colgaba de manera antinatural.
—¡Atrás! —gritó Noa, empujando a Mia detrás de él.
El zombi avanzó, sus movimientos torpes pero decididos. Noa levantó el cuchillo, pero su mano temblaba tanto que apenas podía sostenerlo. Cada instinto dentro de él gritaba que corriera, que dejara todo y escapara.
Pero no podía. Mia estaba detrás de él, y si no hacía algo, los dos morirían.
—¡Hazlo! —gritó Mia, su voz llena de desesperación.
El zombi se lanzó hacia él. Noa cerró los ojos y apuñaló con todas sus fuerzas.
El cuchillo se hundió en el cuello de la criatura, pero no fue suficiente para detenerla. El zombi gruñó y trató de morderlo, su boca chasqueando a centímetros de su rostro.
—¡Noa!
Mia apareció a su lado, golpeando con el bate de béisbol en la cabeza del zombi. El golpe resonó con un crujido nauseabundo, y la criatura cayó al suelo, inmóvil.
Ambos se quedaron allí, jadeando y observando el cuerpo. El silencio volvió al callejón, pero no era reconfortante.
—Gracias... —murmuró Noa, aún tratando de recuperar el aliento.
Mia lo miró con los ojos abiertos como platos, su rostro pálido.
—¿Estás bien?
Él asintió, aunque sus manos seguían temblando.
—Tenemos que aprender a hacer esto mejor —dijo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía—. No podemos permitirnos seguir así.
Después de ese encuentro, continuaron avanzando, encontrando pequeños momentos de calma entre cada crisis. Al doblar una esquina, llegaron a una tienda de conveniencia parcialmente saqueada. Las puertas estaban rotas, pero parecía vacía.
—Vamos a entrar. Tal vez encontremos algo útil.
Dentro, el lugar estaba oscuro y olía a rancio. Los estantes estaban volcados, y los productos esparcidos por el suelo. Noa se movió con cautela, manteniendo el cuchillo listo mientras Mia revisaba las estanterías en busca de comida o agua.
—Mira esto... —dijo Mia, levantando una linterna y un paquete de pilas aún cerrado.
—Bien hecho. Sigue buscando.
Mientras revisaban, Noa encontró una caja con varias latas de comida. Apenas pudo meterlas en la mochila antes de escuchar algo que le heló la sangre: un gruñido bajo proveniente de la trastienda.
—Mia, quédate aquí.
Ella quiso protestar, pero el tono firme de Noa la hizo quedarse en silencio.
Avanzó hacia la trastienda, su cuerpo tenso. Cada paso lo acercaba al sonido, que se hacía más fuerte y más amenazante. Finalmente, empujó la puerta, y lo que vio lo dejó sin aliento.
Una mujer estaba acorralada contra una estantería, sosteniendo un cuchillo de cocina mientras tres zombis intentaban alcanzarla. Su ropa estaba hecha jirones, y su cabello estaba pegado a su rostro por el sudor.
Noa no lo pensó.
—¡Oye!
Los zombis se giraron hacia él, gruñendo. Noa dio un paso atrás, atrayéndolos hacia la puerta.
—¡Corre hacia Mia! —gritó a la mujer.
Ella no dudó. Se escabulló entre los zombis y corrió hacia la entrada de la tienda, donde Mia la ayudó a refugiarse.
Noa se quedó con los tres monstruos avanzando hacia él. Apretó el cuchillo, respiró hondo y se preparó para luchar.
Su corazón latía con fuerza, pero esta vez, no era solo por miedo. Era Determinacion Para Sobrevivir.
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