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—Arrodíllate ante mí, Reina.
Esa sentencia sorprendió a todos, incluso a Cisne, en la sala del trono. Todos miraron al Rey Bestia que no parecía molesto por su reacción.
Cisne miró a Gale mientras negaba con la cabeza. Tal vez no le gustara su Reina Madre ni su hermana, pero tampoco quería ponerse de su lado malo. Había pasado por muchas intimidaciones dolorosas durante su crecimiento y sabía mejor que provocarlas.
—Al obligar a la Reina Madre y a su hermana a arrodillarse, era como decirles que Cisne estaba en una posición más alta que las dos combinadas.
Cisne giró la cabeza hacia su familia, y la sangre se le heló cuando vio a Anastasia y Aria mirándola con furia. Si las miradas mataran, Cisne ya estaría muerta.
Rápidamente devolvió la mirada a Gale e imploró:
—Gale, por favor...