—Hacía tiempo que Gale había visto a este conejo blanco, y aún mantenía la misma actitud condescendiente —respondió con una sonrisa burlona—. Hubiera sido más fácil si pudieras aparecer siempre que te necesito. Tengo muchas preguntas para ti, Diosa.
—Hizo énfasis en la última palabra porque sabía que este conejo blanco era el avatar de la Diosa Selene, y no le guardaba ni un ápice de respeto.
—Después de todo, ¿por qué debería respetar o temer a la Diosa que lo maldijo?
—Soy una Diosa, no tu invocación. Además, lobito, sé que eres tú quien necesita mi ayuda ahora mismo —dijo el conejo blanco—. Así que, dime, ¿para qué me necesitas esta vez? Si me pides que levante tu maldición, entonces eso no puedo hacerlo. El único que puede levantarla es tu compañero verdadero.