Cassie.
Mirando los ojos verdes ruborizados de Silas, manchados con toques de rojo y oro, no podía evitar preguntarme por lo que estaba pasando por su mente. Había visto algo en ese entonces que lo molestó y, aunque quería escuchar lo que estaba diciendo, no sabía cómo seguirle el hilo. Yo tenía un objetivo por cumplir, y aunque la vida de Anna acabó de esa manera, no significaba que la mía acabaría igual.
—No soy Anna, Silas —dije suavemente mientras lo observaba. Su estado emocional preocupado se esvaneció rápidamente mientras formaba una expresión en blanco. Estaba claro que no le gustó lo rápido que estaba descartando lo que decía.
—Lo sé. Confía en mí.
Volteándose de mí, continuó caminando y me dejó sintiéndome un poco confundida sobre qué había hecho para molestarlo. Solo estábamos teniendo una conversación normal y de repente cambió de humor y se marchó. Algo completamente fuera de su carácter habitual.