—No es asunto tuyo.
Yvette seguía enfadada. Las palabras que Lance había dicho en el comedor hacían un momento la habían puesto especialmente incómoda.
Yvette intentó liberarse de su agarre, pero él le sostuvo la mano.
—¿No estás satisfecha? —Los ojos de Lance revelaban una luz peligrosa.
Sin esperar a que Yvette hablara, Lance le agarró la barbilla y la besó.
Lance sostuvo firmemente sus manos que se agitaban. La besó con fervor. Sus labios y dientes chocaban. Era casi como si quisiera tragarse su lengua en su estómago.
Yvette luchó instintivamente, pero su fuerza se había agotado justo antes. En ese momento, no podía hacer nada.
Dejó de luchar, temiendo lastimar al bebé en su vientre.
Después de un largo rato, cuando Yvette sintió que su lengua se entumecía, Lance finalmente la soltó.
Yvette jadeó un momento antes de tener la fuerza para regañarlo.
—Lance, ¿estás loco?
Yvette no entendía por qué Lance era un hombre muy sexual que siempre la besaba y la manoseaba.