—Ah, Comandante Newman —susurró la mujer, y yo renuncié completamente a mi necesidad de permanecer oculto. Subí desde el fondo del bolsillo de Travis hasta que solo mi cabeza asomaba.
Se me quedó atragantado en la garganta, pero tenía que admitir que la mujer frente a mí era hermosa. Su lujoso cabello negro caía hasta su espalda, los suaves rizos rebotando con cada movimiento que hacía.
El uniforme verde militar poco hacía para realzar su apariencia, pero tampoco impedía que fuera apreciada.
Estaba tan celoso que me tomó un momento entender lo que había dicho. Ella llamó a Travis Comandante Newman.
Ella lo conocía fuera de esta instalación.
Ella lo conocía.
—Me temo que no sé quién eres —se encogió de hombros Travis, agachándose hasta que pudo sacarme suavemente de su bolsillo y colocarme en su cabeza—. Tienes la ventaja aquí.
—No te preocupes —susurró la mujer de nuevo, recostándose en el sofá, sus dedos marcando un ritmo en el reposabrazos—. Siempre tengo la ventaja.