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—¡AAAAAAAAH! —pensó, inhalando y exhalando lentamente—. Voy a... jodidamente... morir.
Desde su decimotercer cumpleaños, hace 4 años, Melisa había sentido un creciente sentido de inquietud.
Empezó leve, como un ligero tirón, un susurro en la parte trasera de su mente que no podía sacudirse del todo.
Pero a medida que pasaban los días, ese susurro se hacía más fuerte. Más insistente con cada mujer que miraba hasta convertirse en un zumbido constante y enloquecedor.
Ella sabía lo que era, por supuesto. Su madre la había advertido sobre esto, sobre la "atracción" que todos los nim sentían hacia los demás cuando llegaban a la mayoría de edad.
Margarita la sentó, la miró a los ojos y le dijo sin lugar a dudas que necesitaba ser responsable. Que, una vez estuviera en el mundo a esta edad, necesitaría ejercer autocontrol. Todos los nim, los hombres y las mujeres se volvían así. Era normal.