Tras la llegada de una luz, llego la desolación. Eso fue la llegada de una viajera que trajo consigo la muerte, desesperación e incluso desaparición de Khaenri´ah, la nación que no creía en alguna divinidad pereció por creer en una extranjera.
Pero aquel día no solo fue trágico para los mortales, una diosa también sufrió debido a la perdida de un ser querido. Ella una guerrera que nunca conoció el dolor ni siquiera el ajeno lo experimentaría ahora.
—"Hermana, ¿Dónde estas hermana?" —La joven diosa corría a través de aquel infierno, sus ojos morados buscaban desesperadamente a su gemela. Más sus intentos no la llevaban a ningún lado.
—Maldita sea, Makoto... ¿Dónde estas? ¡¿Donde estas hermana?! —Gritaría al sentirse incapaz de encontrarla, en eso escucha una leve voz que era familiar para ella —cogh, cogh, h-herma...nita.
—¡Hermana! ¡¿Quién te hizo esto?! —El agarre sobre la empuñadura de su lanza se aprieta demasiado, y al ver esto la mujer cuyos cabellos eran igual de morados como ligeramente oscuros sonríe a pesar del dolor —E-eso no importa hermanita, ambas sabíamos que este d-día... llegaría.
—G-gh, agh, p-pero no tenía porque ser así. Hubiera preferido verte caer por vejez o por una enfermedad mortal... n-no así —Abraza con algo de fuerza el cuerpo agonizante de su única familia, mientras lagrimas se forman de sus ojos incapaces de quitar la mirada de su hermana —No tiene remedio hermana. Solo prométeme algo, toma e-esto y guárdalo, se que lo usarás cuando llegue el momento adecuado. Y se feliz, no me gustaría v-verte tan... afligida por mi partida.
—Hermana, no me dejes por favor, n-no podría vivir sin ti. T-tu eres lo único. Lo único que yo... —La divinidad sentía una tristeza enorme al tener que ver como aquella que considero su única voluntad para pelear se marchaba delante de ella —Te necesito Makoto, m-mi mundo... ¡N-no sería el mismo sin ti!
La mano izquierda de la otra se posaría con suavidad sobre su cabeza revolviendo su cabello violeta —Ay, mi tonta hermanita, n-no seas t-tan... —Un arranque de tos le seguiría expulsando sangre que cae sobre su kimono bello como ella quien era la luna protegida por las estrellas —Hermana... ¡Necesitas atenci...
—No, S-solo escúchame... crece y protege Inazuma por mi. Es nuestra gente por la que peleamos, y-y tu peleas por mi... la verdadera eternidad reside en los corazones de las personas cuales. Cuales... protegemos Ei, siempre te... —La muerte le llego antes de poder finalizar, sus ojos sin aquel característico brillo señalaban eso. Su mano dejaría la cabeza de la guerrera y se tiende en el suelo como su brazo.
—¿Porqué? Primero mama y papa, y ahora, ahora también tu... ¡¿Porqué a mi?! —Ei se agarra al cadáver de su ahora pálida hermana, rehusándose a creer en aquella cruel verdad. Estaba sola ahora, en medio de un infierno que se volvió en su peor pesadilla.
Un hombre cual cabello era largo de tonos castaños, y ojos dorados cuales imponían miedo con solo verlos. Cuya vestimenta consistía en una capucha blanca, una camisa negra con unos pantalones oscuros conformado también de detalles dorados al igual que su piel, mira la escena mientras su cola de dragón se agita ligeramente.
—Se acabo, ya no hay nada más que podamos hacer. Yo me marcharé y tu deberías hacerlo también —La mirada impasible del dios fija en la fémina cual del rayo era ama, más esta solo se limito a levantarse como cargar en brazos a quien fue su hermana —... Morax, lo que paso aquí no lo sabrá nadie, es un contrato.
—Como desees, mi boca nunca pronunciará lo sucedido, pero tengo una pregunta, ¿Qué harás ahora Raiden Ei? —El tono detrás de las palabras de aquel conocido como Morax reflejan una curiosidad como seriedad que percibe la actual soberana de la nación del rayo —Mi hermana y yo cargamos con la responsabilidad de cuidar Inazuma, por tanto... Yo sola la cuidaré ahora, es mi maldición.
Así en medio del caos y las cenizas, nació una nueva llama, una que buscará un nuevo camino diferente al que inició. La todopoderosa Raiden Ei emergió como una luz de auxilio para Inazuma, y concedió un cambio que unos aceptaron, otros negaron, y del cual unos pocos escaparon.
Un Oni cuyos cuernos eran rojos parcialmente cubiertos por mechones blancos, de complexión algo musculosa cerraría el cuaderno. Descamisado este esta, solo sus pantalones violeta con tonos rojizos y zapatillas negras este portaba.
—Eso es todo por hoy cariño, mañana continuaremos con los cuentos —El hombre de apariencia joven sonríe a la pequeña que descansaba en un futón, esta le mira de nuevo —A-así es... ¿Cómo murió mi tía? que triste, si tan solo mama hubiera podido salvarla...
—No sientas lastima, seguro ella esta viéndote desde celestia. Y, ya es hora de dormir, buenas noches mi pequeña Sarita —El adulto cubre con una sabana blanca a la muchacha cuyos cabellos son ligeramente morados y oscuros como los de su progenitora, sonrisa que es similar a la de su padre —Vale, papa, buenas m-moches.
Hm... Se que os esperaís una continuación de la batalla entre la Kraken, Aether y Sachiko pero quería empezar narrando sobre la arconte. En fin, espero tengáis un feliz jueves y apoyen la historia si les gusta, jeje.