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Chapitre 2: Un corazón roto

Lentamente abro mis ojos y me topo con la luz del sol entrando por la ventana. Las persianas están abiertas, pero, no veo a nadie en mi habitación. ¿Realmente todo había ocurrido? Pareció como un sueño, y, sin embargo, las persianas y ventanas están abiertas.

Tengo muchas preguntas sobre todo lo ocurrido. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué mencionaron que venían a este punto de la historia? ¿Cómo me conocen? Mientras más lo pienso más dudas obtengo, maldición. Si tan solo esa chica me hubiera escuchado y respondido mis preguntas, ahora no tendría tantas.

Tomo el control del televisor y lo enciendo. Según veo son las 7 AM, es temprano, mi familia vendrá a visitarme el día de hoy, me pregunto a qué hora comenzarán las visitas.

El sonido de mi monitor rebota por toda la habitación. Creo que me ha comenzado a molestar ese pitido repetitivo, espero que pronto puedan desconectarme. Sigo acostado en mi habitación mientras huelo las cartas de Daniela.

Muero de ganas por verla de nuevo, esta vez le diré lo que siento, no me importa nada, puede que muera por cualquier situación que me emocione demasiado, entonces, prefiero morir luego de lograr salir con ella.

Tras una hora aproximadamente, la enfermera de ayer llega nuevamente.

"Buenos días, Eric, espero que te encuentres bien", dice.

"Buenos días", respondo.

"Voy a tomar tus signos y registrarlos en la bitácora, luego, iremos a darte un baño para que puedas recibir a tus visitas con un cuerpo limpio", dice, con una linda sonrisa mientras camina hacia mi monitor.

"Claro", digo.

Ahora que lo pienso, ella debe haberme bañado mientras estaba inconsciente. Carajo, que vergüenza, digo, no tengo nada de qué apenarme, pues creo que soy bien dotado, pero, aun así, no me agrada la idea de que me vieran desnudo.

Tras tomar la información de mi monitor y luego medir mis niveles de glucosa, presión arterial y oxigenación, ella me desconectó lentamente del monitor para luego ayudarme a ponerme de pie.

"Eric, ven conmigo. ¿Puedes?", pregunta.

"Sí, puedo", respondo, poniéndome de pie para sostenerme de ella.

No fui operado de las piernas o algo por el estilo, pero, parece que la falta de costumbre me ha atrofiado los músculos. Con su ayuda, caminamos hacia el baño especial, donde me senté y me desnudé, ella, por supuesto, se mantuvo completamente firme en su trabajo, vaya que su moral es altísima.

Luego de eso regresamos a la habitación. Nuevamente me conectó al monitor y me insertó los medicamentes intravenosos.

"Bien, Eric, te portaste increíble. Eres un buen chico, ahora, me retiro, cualquier cosa ya sabes cómo llamarme", dice, saliendo de la habitación.

Ahora que estoy solo recuerdo mi herida, muy roja, parece ser que llevo unos cuantos días luego de haber sido operado. Me sigue ardiendo mucho, sé que esto dejará una marca fea, maldición, a mí me gustaba ir a la playa y mostrar mi pecho, ahora solo tendré vergüenza de mostrar una marca tan fea como esa.

Sigo perdido en mis pensamientos respecto a lo ocurrido anoche. No puedo terminar de procesar lo ocurrido, fue traumático, pero al mismo tiempo es como si mi cerebro quisiera negar lo sucedido, fue todo tan real. Necesito respuestas.

Tras una hora aproximadamente, mi familia llegó. Mis padres acompañados de mis tíos junto a Ao y Kim.

"Buenos días, cielo", dice mi madre.

"Mamá, buenos días", respondo.

Así, mi tía se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Es una mujer bella, ligeramente alta, unos 165 centímetros. Piel clara, ojos verdes, cabello castaño y largo hasta los hombros, labios rosados y algo gruesos. Así como un físico medianamente saludable con un pecho y trasero resaltantes.

"Ay, Eric, mi niño, pobrecito. ¿Cómo te sientes?", pregunta mi tía, madre de Ao, con una voz dulce.

"Bien, tía. Solo me arde un poco la herida, pero, la verdad es que me siento muy bien", respondo.

"Es bueno verte vivo, hijo", dice mi tío, con una voz gruesa y amable.

El padre de Ao es un hombre alto, de unos 190 centímetros. Cabello negro con casquete corto, ojos azules, piel blanca, y medianamente musculoso.

"Gracias, tío", digo.

Ao, se acerca hasta mí. Él mide unos 175 centímetros, es algo delgado, piel blanca, ojos azules como su padre. Su cabello es negro igual, pero nunca se peina, es como si en lugar de usar un cepillo de cabello simplemente pasara sus manos, pues siempre lleva un cabello enmarañado, con unos cuantos flecos caídos sobre su rostro.

"Viejo, de verdad nos tuviste con un Jesús en la boca, no nos vuelvas a asustar de esa forma, cuando nos enteramos pensamos lo peor", dice, con una voz juvenil y masculina pero amable.

"Lo lamento, ya ves, no puedo cumplir mis sueños, es como si Dios estuviera en mi contra", respondo.

Kim se acerca y me abraza.

"Me alegro de que estés bien, primo", dice, con una voz gentil y mimada.

Kimberly es una adolescente de 13 años. Mide unos 155 centímetros, su cabello es largo hasta la cintura y castaño. Lacio como el cabello de su madre. Ojos verdes, piel pálida como la nieve, labios gruesos y rosados, y por ser una niña en plena pubertad su físico aún no se desarrolla por completo, pero apuesto a que será tan hermosa como su madre.

"Gracias, Kim, gracias a todos por preocuparse", digo.

Permanecimos todos un rato más luego de eso. Fue un momento bello, era como estar en casa, pero sentado en una cama reclinable. Platicamos sobre muchas cosas, por fin me dijeron quien ganó el torneo nacional, mi equipo perdió la final, pero jugó como nunca.

Tras un par de horas, llegaba el momento de irse.

"Vamos por algo de papeleo, Eric, pero, puedes quedarte platicando con Ao, supongo que quieres algo de espacio", dicen mis padres mientras mis tíos los acompañan.

"Yo voy, cómprenme algo de tomar, porfa", dice Kim.

"Nos vemos, Eric, cuídate mucho, que te mejores pronto", dice mi tía.

"Gracias tía, nos vemos", respondo con una sonrisa.

Mi familia se marcha mientras Ao se queda sentado en el sofá a un costado de mí.

"¿Cómo estás?", pregunta con un tono serio sin mirarme.

"¿A qué te refieres?", respondo.

Ao me mira con una expresión arrogante.

"Sabes perfectamente a qué me refiero, Eric", dice.

Tomo un momento para pensármelo bien. La verdad es que me siento muy mal por esta situación, aunque trate de ocultarlo. Sin darme cuenta ya había cerrado mis ojos y agachado mi rostro.

"Me siento horrible", digo.

"Lo suponía", dice Ao, suspirando.

"Es normal que te sientas tan mal. Tus sueños se han frustrado, no he pasado por algo así, pero, lo he visto en unos amigos. No tienes que fingir, Eric, solo te haces daño a ti mismo".

Lo que Ao dice es verdad. No puedo evitar sentirme impotente por sus palabras. Mis lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas, es imposible no romper en llanto. En un par de segundos, estaba llorando un océano entero, por supuesto, Ao me abrazó.

"Saldrás adelante, te apoyaremos en todo, no temas, primo", dice mientras me abraza.

"Te amamos".

Tras unos minutos, logro reponerme, entonces, Ao me suelta y yo limpio mis lágrimas.

"Y bueno, parece que ahora eres alérgico al amor y al sexo", dice Ao entre risas.

¿A qué se refiere? Ah, ya lo entiendo.

"Idiota", digo riéndome.

Pero tiene razón, no puedo hacer nada que me agite o me provoque un ritmo cardíaco acelerado, obviamente el sexo es uno de ellos, pero también el amor, lo normal que cuando estás con alguien que te gusta es que tu corazón se acelere.

Continuamos platicando y riendo por un rato, me dijo que mi equipo había perdido pero que el equipo de él había ganado. Se burló de mí por un rato, pero gracias a eso me sentí normal. Era como si estuviera bien y nada de esto hubiera pasado, al final, solamente quiero tener una vida normal en la que me traten como una persona ordinaria, Ao siempre me trata como un humano, agradezco eso de mi querido primo.

Tras aproximadamente treinta minutos, mis padres llegaron nuevamente, le informaron a Ao que sus padres ya se irían y así fue como él se despidió de mí chocando su puño contra el mío.

"Más vale que te levantes pronto, maldito maricón", dice Ao.

"Ya verás que sí, puto", respondo.

Mi madre me da un pequeño golpe en la cabeza tras nuestros insultos.

"Esos modales, Eric", dice.

Ao se marcha y solo me quedo con mis padres, quienes, tras unos minutos, la enfermera llega con mi comida y ellos comienzan a darme de comer. El desayuno era nuevamente una gelatina, pero esta vez las verduras y la carne tenían mejor sabor.

Mis padres continuaron conmigo gran parte del día y luego se marcharon, cuando mi enfermera se marchó, llegó la misma señora del día anterior para atenderme.

"Hola, Eric, buenas tardes", dice.

"Buenas tardes", digo.

"Si necesitas algo, ya sabes cómo llamarme", dice, mientras toma mis signos vitales.

La enfermera sale de la habitación y me quedo solo viendo la televisión.

¿No tienen Netflix o algo? No hay nada bueno en la maldita TV.

Para estos momentos, desearía tener alguno de mis libros, debía habérselos pedido a mis padres antes de que se fueran. Bueno, este es un hospital grande, tal vez haya algo que me sirva. Presiono el botón rojo y tras un minuto, la enfermera entra.

"¿Sí?", dice.

"Disculpe, ¿sabe si hay alguna librería dentro del hospital?", pregunto.

La enfermera sonríe y asiente gentilmente.

"Claro, ¿quieres un libro?", pregunta.

"Sí, bueno, quisiera ir a ver", respondo.

"Claro, ven", dice, acercándose a mí.

Tras desconectarme de mi monitor, ella me llevó de la mano hasta la librería, esta vez llevé conmigo mi mástil con mis analgésicos. Por lo que veo es recomendable que nunca los desconecte más que para la ducha.

La librería es una habitación de unos 300 metros cuadrados, en lugar de librería parece más una biblioteca. Hay muchos estantes de madera repletos de libros, desde novelas y cómics hasta revistas científicas. Esto es el paraíso, bueno, con esto puedo entretenerme un poco.

"He perdido cuatro meses de mi vida, estoy atrasado en conocimientos", digo.

Camino hacia la estantería de libros científicos y escolares, entonces, busco entre todos hasta conseguir libros de cálculo multivariable y ecuaciones diferenciales.

"Esto es lo que ocupo", digo, tomando dos libros de esos.

Además, tomé uno más de cálculo vectorial, otro de cuántica y uno más de electromagnetismo. Según recuerdo, esto es lo que debería estar viendo en estos momentos si no me hubiera pasado este problema.

Tras eso, regreso a mi habitación con ayuda de la enfermera.

"Eres un niño estudioso", dice.

"Bueno, estoy aburrido, además, me estoy atrasando mucho, no sé cómo será la escuela a la que seré transferido así que quiero ir lo más avanzado que pueda", respondo.

La enfermera me sonríe y se marcha luego de reconectarme el monitor y dejarme en una posición cómoda para que el catéter no perfore mi vena. Así, abro el libro de cálculo multivariable. Es lo más cercano a cálculo integral, así que con esto tendré suficiente con ayuda de ecuaciones diferenciales.

Comienzo a leer las reglas, afortunadamente recuerdo un poco de cálculo diferencial, no es tan difícil, pero necesito una libreta, mañana le diré a mis papás que me consigan una.

Sin darme cuenta me quedo dormido, debo haber leído mucho, o tal vez es demasiado conocimiento para mi cerebro. Pero de verdad que sueño tan intenso sentí, sin embargo, a media madrugada despierto y abro los ojos lentamente, entonces veo nuevamente esas siluetas allí.

Rápidamente me levanto y cuando veo bien en realidad no hay nada. Mi ritmo cardíaco se acelera en respuesta al susto que me he llevado, parece que solamente fue un sueño, estaba durmiendo tan tranquilo que había olvidado por completo lo ocurrido, pero, sigo pensando eso; que fue un sueño.

Al día siguiente mi madre me consiguió una carpeta universitaria. Pues, solo así lograré ponerme al corriente con la pérdida de tiempo que tengo debido a esta situación. Día con día leo los libros y realizo anotaciones, así como ejercicios. La cuántica es muy compleja, tal vez Ao pueda ayudarme.

Sin darme cuenta, los días avanzaron rápidamente. La mañana era fresca, el cielo estaba nublado, ya me han retirado el monitor y algunos analgésicos, puedo caminar libremente por el área de estadía para pacientes. Mi tratamiento ahora consiste en ingerir medicamentos, por supuesto, la enfermera me da un baño diario para evitar infecciones en mi herida, la cual, ya ha sanado casi por completo. Sigue viéndose roja como siempre, pero al menos ya no luce acuosa, por otro lado, el dolor sigue presente, aunque no tanto como antes.

"Buenos días, Eric", dice la enfermera entrando por la puerta.

"Ah, veo que ya estás estudiando", dice.

"Sí, bueno, no quiero perder el tiempo", respondo.

Ella se acerca a mí y coloca la banda del bauma en mis bíceps izquierdos. Toma mi presión, mi glucosa y mi oxigenación. Parece que voy mejorando mucho, no he tenido una sola señal de arritmia. Tengo la esperanza de que pronto estaré en mi escuela con mis amigos retomando mi vida diaria.

"Eric, hoy tendrás visita escolar", dice la enfermera, quitándome el medidor de oxigenación del dedo índice.

¿Ha dicho visita escolar? Entonces vendrán mis amigos, es verdad, Daniela vendrá, podré verla y decirle todo lo que siento, será mi momento.

"¡Pues qué esperamos, vamos a darme mi baño!", exclamo, cerrando mis libros de golpe y dando un brinco desde la cama hasta el suelo.

La enfermera ríe al verme eufórico.

Nunca me he sentido con tanta emoción, pero, debo relajarme, esta sensación puede provocarme una arritmia, debo tranquilizarme, no quiero tener que sufrir otra cirugía o que cancelen la visita. Así, tomo mi baño, mientras trato de relajarme para no sentirme tan emocionado.

La enfermera me ayudó a vestirme y entonces estaba listo para recibir a la visita, fui llevado hasta una estancia algo grande, está repleta de sofás, parece ser una sala especial para este tipo de situaciones. Al abrir la puerta, todo mi salón se encontraba allí con sus respectivos uniformes de la escuela, mis compañeros, mi tutor académico y ella.

Al verme llegar, todos se ponen de pie y me miran fijamente, pero, sus miradas son de compasión.

Maldita sea, odio esto, no quiero que me vean así, por favor, mírenme bien, soy una persona normal, no soy un bicho raro.

Mi tutor se acerca a mí y me abraza suavemente.

"Eric, es bueno verte tan bien, de verdad, que bueno, me alegro mucho", dice.

Todos mis compañeros se acercan a mí también.

"Viejo, ¿cómo estás?", pregunto mi amigo, Jonathan.

Él estiró su mano y chocamos nuestras manos para luego chocar nuestros puños, era como si no me estuviera diferenciando de los demás por mi condición.

"¿Cómo estás amigo?", preguntan mis compañeros.

Todos comienzan a mirarme mejor, eso me ayuda mucho.

"Estoy bien, no se preocupen, solo tuve un pequeño problema del corazón, justo ahora tengo el corazón de otra persona", digo, cerrando mis ojos y diciéndolo de una forma arrogante.

No quiero que me desprecien o que me traten diferente, quiero que me traten como siempre lo han hecho.

"Es bueno ver que no estás mal psicológicamente por ello", dice mi tutor.

Créame que lo estoy, profe. Me siento muy mal, no puedo jugar fútbol, no puedo regresar la escuela con todos ustedes. Pero trato de mantenerme distraído estudiando solo para evitar caer en la depresión, de lo contrario probablemente ahora no estaría hablando con ustedes.

"Sí, también opino lo mismo", digo con una gran sonrisa.

"Pero por favor, olvidemos que no puedo vivir una vida normal como ustedes, y por favor, cuéntenme todo lo que ha pasado en este tiempo", digo.

Platicamos cerca de tres horas allí, incluso, el hospital les proporcionó comida a todos, incluyéndome, solo que en mi caso se me dio mi desayuno de todos los días. Cerca de las tres de la tarde, todos comenzaron a despedirse de mí para retirarse, pero ella no se fue.

"¿Dani? ¿No vienes?", pregunta mi profesor.

Ella lo mira sonriendo.

"No, profe. Yo me iré sola, vendrán por mí, pero, además, quiero platicar un poco más con Eric", responde.

"Bueno, solo ten cuidado. Eric, que te recuperes pronto", dice mi tutor.

Él se marcha y me deja a solas con Daniela.

Maldición, es imposible decir algo, ¿cuándo me volví tan cobarde para decir lo que siento?

El silencio se volvió incómodo, estoy seguro de que si esto sigue así no tardarán en venir a sacarnos de aquí. Poco a poco comienzo a tomar fuerzas para hablarle, yo sé que puedo, vamos.

"Eh, Dani, ¿cómo has estado?", pregunto.

Sin embargo, antes de terminar mi oración ella ya me estaba abrazando.

"¡Eric! ¡Qué bueno que estés bien! ¡Sufrí mucho por ti!", exclama con una voz quebrantada a punto de llorar.

Su aroma tan perfecto como siempre, inunda mis fosas nasales y parece besar mi nariz con tanto amor. Su cuerpo es tan frágil que siento que si la toco con un poco de fuerza la mataré. Por ello, la abrazo con debilidad, no quiero lastimarla o algo por el estilo.

Puedo sentir como mi corazón está acelerándose cada vez más, no es bueno, debo controlarme, o de lo contrario algo malo puede ocurrir.

"Dani, perdóname por preocuparte, no ocurrirá de nuevo", digo con un par de lágrimas escurriendo por mis mejillas.

Ella me suelta y puedo ver su rostro con sus mejillas escurriendo rímel a montones. Es tan hermosa, no puedo evitar llevar mis manos a su rostro y limpiar sus lágrimas.

Esto es lo que necesitaba, verla, me siento como un ser nuevo. Es mi fuerza, es todo lo que necesito para salir adelante, mi medicina se llama Daniela. Mi motivación sube de golpe, entonces, tomo valor.

"Dani, no pude decírtelo en aquél entonces, pero, te amo, quiero salir contigo", digo.

Ella se mantiene un momento mirándome expectante y luego deja ver un rostro de confusión.

¿Qué es esa mirada? ¿Por qué me miras así?

"Eric, tengo novio", responde.

Sentí como mi corazón crujió en miles de pedazos. Lo siento, donante, tu corazón acaba de ser destruido por una chica a la cual amo.

"¿Cómo? Pero, si estabas soltera, Dani. Me mirabas con amor, y siempre me diste detalles sin que hubiera un motivo para hacerlo, ¿qué significó todo eso?", pregunto, lleno de tristeza y controlando las inmensas ganas de llorar.

Ella se aleja dos pasos de mí y junta sus manos poniéndolas en su regazo.

"Te amé una vez, pero, en cuatro meses pasan muchas cosas. Pensar que no volverías me hizo sentirme muy mal, mi tristeza era inmensa, pero, Fernando estuvo allí apoyándome para salir adelante y sin darme cuenta me enamoré de él", responde.

Fernando, ese hijo de perra, es de mi clase, pero aprovechó esta situación solo para acercarse a ella sabiendo que estaba vulnerable, maldito hijo de perra.

"Pero, Daniela, por favor, te amo, te he amado siempre, no puedes dejarme con este amor así", digo, rompiendo lentamente en llanto.

Ella se aleja más de mí.

"¿Estás llorando? Eric, perdóname, creo que fue un error quedarme más tiempo, lo siento, pero no puedo aceptar tu amor", dice.

Así, Daniela se marcha rápidamente y me deja solo en la sala. Sin más, me desplomo en el suelo sobre mis rodillas y mi llanto silencioso se hace presente. Mi corazón está roto por mi enfermedad y por el amor.

Así, siento como una inmensa punzada atraviesa mi pecho, si voy a morir esta vez espero que sea verdad, no quiero vivir.

"¿Señorito Eric?", dice mi enfermera, quien está por entregar turno.

"Señorito, ¿está bien?", pregunta, con una expresión de tristeza.

"Sí, estoy bien, vamos a mi habitación", respondo.

Ella me ayuda a ponerme de pie y me toma del brazo poniendo su cabeza sobre mi hombro derecho.

"Usted es muy apuesto, ella no vale la pena, pronto encontrará a alguien que corresponda a sus sentimientos, se lo garantizo", dice.

Mierda, escuchó todo, debe haber estado afuera de la sala, qué vergüenza.

"No vale la pena sufrir por una persona, ahora usted tiene cosas más importantes de qué preocuparse", dice.

Llego a mi habitación y me acuesto en mi cama mientras ella me toma los signos y glucosa para anotarlos en su rúbrica, sin embargo, yo me muestro inexpresivo, es como si estuviera muerto por dentro, pues así me siento, ella me arrancó el corazón con una sola oración.

"Vaya vida de porquería", digo, cubriendo mi rostro con mi brazo derecho


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