La batalla en Zerith-4 había comenzado con una brutalidad que Rivon no había presenciado antes. Cada impacto, cada herida infligida a los Shak'Thor o a los legionarios humanos, parecía intensificar la furia que se desataba a su alrededor. Los gritos de dolor, los ecos de las espadas energéticas chocando contra la piel dura y áspera de los invasores, y el rugido constante de las bestias alienígenas formaban un escenario que solo los más fuertes podrían soportar.
Rivon no solo soportaba; estaba floreciendo en medio del caos.
A medida que el combate se intensificaba, Rivon se encontraba cada vez más en el centro de la tormenta, su rifle de plasma cortando la vida de los Shak'Thor con una precisión casi inhumana. Cada disparo parecía dirigirse a sus puntos más débiles, cada movimiento era calculado para causar el máximo daño posible. La crueldad en su lucha no era simplemente una táctica; era algo más profundo, una oscuridad que emergía desde lo más recóndito de su ser.
Los legionarios que aún quedaban a su lado estaban cubiertos de sudor y sangre, su desesperación reflejada en sus ojos cada vez que uno de sus compañeros caía bajo las garras de los Shak'Thor. Pero Rivon no sentía esa desesperación. La muerte y el dolor no lo afectaban como a los demás. No había remordimiento en sus ojos, solo una fría eficiencia, casi como si disfrutara del caos que lo rodeaba. Un hambre creciente se abría paso en su interior cada vez que veía caer a uno de los monstruos.
El campo de batalla a su alrededor se había transformado en un mar de cuerpos mutilados. Shak'Thor y humanos estaban dispersos por igual, sus cuerpos destrozados por las espadas de energía y las garras de las bestias. El olor a sangre y carne quemada llenaba el aire, una mezcla densa que hacía difícil respirar, pero Rivon parecía indiferente a todo eso. Su mirada permanecía fija en cada enemigo que quedaba en pie.
Un grupo de Shak'Thor irrumpió a través de una de las líneas de defensa debilitadas, arrasando con los legionarios que intentaban frenarlos. Rivon los observó por un segundo, su rifle ya alzado. Disparó tres veces, impactando a dos de las bestias en sus puntos vulnerables. Las criaturas cayeron, pero el resto del grupo avanzó sin detenerse, su furia apenas contenida mientras rugían con un odio ancestral.
Rivon sabía que no tenía tiempo para volver a disparar. Soltó el rifle, dejándolo colgado a su costado, y desenvainó la espada de energía que le habían asignado en la misión. El peso del arma en su mano era familiar, pero algo dentro de él lo empujaba a más. El deseo de entrar en combate directo, de sentir la sangre de sus enemigos correr por sus manos, lo impulsaba a avanzar.
Con un grito que resonó por encima del caos de la batalla, Rivon corrió hacia los Shak'Thor que quedaban. La espada brilló con una luz intensa, y el impacto contra el primer enemigo fue brutal. El filo atravesó la armadura de la bestia, cortando a través de la carne y el hueso con un crujido seco. La sangre espesa y oscura del Shak'Thor salpicó su rostro y su armadura, pero Rivon no se detuvo. Giró sobre sí mismo, esquivando un golpe que habría destrozado a un hombre común, y lanzó la espada de nuevo, decapitando al siguiente enemigo con un solo movimiento.
Cada golpe que daba era más intenso que el anterior. El odio que sentía por esas criaturas aumentaba con cada segundo, pero no era un odio basado en miedo o venganza; era algo más visceral, más profundo. El placer que sentía al ver caer a sus enemigos era imposible de ignorar. La sangre en sus manos y el dolor en los ojos de los Shak'Thor lo llenaban de una satisfacción oscura, casi como si ese fuera su verdadero propósito en la batalla.
Los Shak'Thor no eran criaturas fáciles de derrotar. Su resistencia era casi legendaria, y cada uno que caía era reemplazado por otro aún más grande y fuerte. Pero Rivon no mostraba señales de agotamiento. Su cuerpo, aunque cubierto de sangre y heridas menores, seguía moviéndose con la gracia de un depredador. Los legionarios que quedaban a su lado lo observaban con incredulidad. Era como si estuvieran presenciando a alguien más. Rivon no era solo un ciudadano; era algo más, algo que ni siquiera él podía entender completamente.
Un legionario cercano cayó bajo las garras de un Shak'Thor que se abalanzó sobre él desde las sombras. El grito del hombre resonó por el campo de batalla, pero Rivon no se inmutó. En lugar de apresurarse a ayudar a su compañero caído, giró hacia el Shak'Thor, una sonrisa apenas visible cruzando sus labios, y cortó la cabeza de la criatura con un solo movimiento fluido. La sangre del alienígena brotó en un arco mientras su cuerpo caía al suelo, pero Rivon solo se movió hacia el siguiente enemigo, dejando el cuerpo del legionario donde había caído.
Cada batalla se sentía como una extensión natural de sí mismo. Los golpes se volvieron más precisos, más crueles, y el impacto de cada muerte resonaba dentro de su mente como una recompensa. Había una satisfacción oscura en cada corte, en cada grito de sus enemigos antes de ser silenciados para siempre.
La batalla en Zerith-4 se extendía por kilómetros, pero para Rivon, el mundo se reducía a cada enemigo que se atrevía a enfrentarse a él. La crueldad en sus movimientos aumentaba, pero no era solo la necesidad de sobrevivir lo que lo impulsaba. Había algo más, algo que lo empujaba a buscar más, a desear más.
Los legionarios a su alrededor lo seguían, pero Rivon no les prestaba atención. Para él, eran simples sombras en un campo de batalla que solo tenía un propósito: la matanza.
Y él estaba destinado a ser su maestro.
El rugido de los Shak'Thor seguía llenando el aire mientras las oleadas de guerreros alienígenas se lanzaban una y otra vez contra las defensas humanas. Rivon, inmerso en el caos, se movía entre los cuerpos mutilados como un depredador entre su presa, su espada de energía cortando a través de la carne y el metal de los Shak'Thor con una facilidad casi inhumana.
Los legionarios a su alrededor luchaban desesperadamente, sus gritos de dolor y miedo resonaban en cada rincón del campo de batalla. Pero Rivon no sentía ni miedo ni compasión. Cada muerte lo alimentaba, cada enemigo abatido bajo su mano lo llenaba de un placer oscuro que crecía con cada segundo. Sus movimientos eran letales, sus golpes precisos. La sangre de sus enemigos lo cubría, pero en lugar de agotarlo, parecía darle más energía.
El campo de batalla, antes organizado, se había convertido en un mar de caos y desesperación. Los Shak'Thor, implacables en su avance, derribaban las defensas humanas con una brutalidad que dejaba pocos sobrevivientes. Los cuerpos destrozados de legionarios y Ascendidos Menores yacían esparcidos por el suelo, creando un paisaje de horror que cualquier humano normal no podría soportar por mucho tiempo.
Pero Rivon no era normal. Y él lo sabía.
A cada paso que daba, sentía cómo su cuerpo respondía de maneras que no comprendía del todo. No se cansaba, no sentía el peso del combate como los demás. Podía luchar durante horas sin que su cuerpo mostrara signos de agotamiento. Cada vez que un enemigo caía ante él, algo más profundo, más primitivo, despertaba dentro de su ser.
Mientras avanzaba entre los restos de la batalla, se encontró con un Ascendido Menor que se tambaleaba, sangrando profusamente por una herida en el costado. El soldado lo miró con desesperación en los ojos.
— Ayúdame... — murmuró, su voz apagada por el dolor.
Rivon lo miró en silencio durante un momento, sin emoción alguna en su rostro. El hombre estaba condenado, y Rivon no sentía la necesidad de detenerse a ayudar a alguien que ya estaba perdido. En lugar de ofrecer ayuda, dio un paso hacia adelante, ignorando los gritos del Ascendido, y siguió su camino. El sonido de las súplicas del soldado moribundo se desvaneció en la distancia mientras Rivon se enfocaba en lo que estaba por venir.
Delante de él, un grupo de Shak'Thor se reunía para un nuevo asalto. Estas criaturas eran más grandes que las anteriores, cubiertas de una armadura aún más gruesa y con garras que brillaban con una luz peligrosa, listas para desgarrar cualquier cosa a su paso. Rivon los observó desde la distancia, sus ojos brillando con una intensidad oscura.
Había algo diferente en él ahora. Cada batalla lo transformaba un poco más. Sus pensamientos, antes fríos y calculadores, se volvían más feroces, más impulsados por el deseo de destruir, de infligir el máximo dolor posible a aquellos que se atrevieran a enfrentarlo. El placer que sentía con cada golpe era algo que no podía negar, aunque no entendía por qué lo disfrutaba tanto.
Sin dudar, corrió hacia el grupo de Shak'Thor, su espada lista para atacar. Los monstruos lo vieron acercarse y rugieron, cargando hacia él con una furia que haría retroceder a cualquiera. Pero Rivon no retrocedió.
El primer impacto fue brutal. La espada de energía de Rivon cortó a través de la armadura del primer Shak'Thor, desgarrando su torso abierto en un movimiento fluido. La sangre oscura de la criatura brotó en todas direcciones, manchando el suelo a su alrededor. Pero Rivon no se detuvo para admirar su trabajo; giró en el acto, esquivando un ataque del siguiente Shak'Thor y cortando su pierna en un arco descendente, dejando que la bestia cayera al suelo con un rugido de dolor.
El campo de batalla se iluminaba con los destellos de los disparos de plasma y las explosiones de energía, pero Rivon apenas lo notaba. Estaba en su propio mundo, un lugar donde solo existían él y sus enemigos, y el único resultado aceptable era la muerte.
La crueldad con la que luchaba no era evidente para los demás. Para ellos, Rivon era simplemente un soldado eficiente, un ciudadano que había encontrado su lugar en la batalla. Pero dentro de él, cada golpe era una liberación, cada grito de sus enemigos era una melodía que lo llevaba más y más cerca de algo que no podía nombrar.
Otro Shak'Thor se abalanzó sobre él, su garra enorme dirigiéndose hacia la cabeza de Rivon. Pero Rivon ya lo había visto venir. Se agachó en el último segundo, esquivando el ataque y clavando su espada en el estómago de la bestia. La criatura se sacudió violentamente, tratando de liberarse del filo, pero Rivon solo empujó más profundo, girando el arma dentro del cuerpo del Shak'Thor hasta que su corazón explotó en una masa de carne y sangre.
Cuando el cuerpo de la bestia cayó a sus pies, Rivon miró a su alrededor. El campo de batalla era un infierno vivo. Los legionarios estaban siendo diezmados, sus cuerpos esparcidos como muñecos rotos por el suelo. Los Shak'Thor seguían llegando en oleadas, pero Rivon no retrocedía. Cada muerte que causaba lo llenaba más y más, como si estuviera absorbiendo algo de las criaturas que destruía.
Un Ascendido Superior apareció a su lado, su armadura negra reluciendo bajo el fuego de la batalla. Su presencia era imponente, una figura legendaria que se movía con una eficiencia aún mayor que la de Rivon. El Ascendido decapitó a un Shak'Thor con un solo golpe, pero su mirada se desvió hacia Rivon, observándolo por un breve momento.
Rivon no sabía si el Ascendido lo había notado antes, pero algo en la mirada del guerrero lo hizo sentir expuesto. Como si el Ascendido hubiera visto algo más profundo en él, algo que ni siquiera Rivon comprendía del todo.
Pero no hubo palabras. El Ascendido volvió a su lucha, y Rivon hizo lo mismo, aunque ahora algo ardía dentro de él. Una oscuridad creciente, un impulso que lo llevaba más allá de la simple necesidad de sobrevivir. Era algo más.
La batalla en Zerith-4 estaba lejos de terminar, pero Rivon no sentía el mismo agotamiento que los demás. Mientras observaba el caos a su alrededor, una sonrisa fría cruzó sus labios por un breve momento.
El deseo de destruir, de aplastar a todos los que se interpusieran en su camino, lo consumía poco a poco.
El campo de batalla era un infierno de fuego y sangre, y la lucha por Zerith-4 solo se intensificaba. Cada golpe de los Shak'Thor resonaba en las murallas y los cuerpos de los soldados que intentaban contener el avance implacable de las bestias. Rivon, sin embargo, se movía a través de la carnicería con una precisión y crueldad crecientes. Cada enemigo que caía ante él no era solo una muerte; era una especie de triunfo personal, un paso más hacia algo que ni él mismo comprendía completamente, pero que lo impulsaba a seguir.
El aire estaba lleno de gritos, el sonido de la carne desgarrándose y el metal chocando contra el hueso. Rivon se encontraba en el centro del caos, cubierto de sangre, pero sus movimientos seguían siendo precisos y controlados, como si hubiera nacido para luchar en ese escenario infernal.
De repente, una explosión sacudió las murallas, lanzando a varios legionarios por los aires. Rivon se detuvo por un segundo, observando el desastre. Los cuerpos de sus compañeros caían pesadamente al suelo, algunos muertos antes de tocar el suelo, otros agonizando mientras la vida se les escapaba lentamente. Pero lo que atrajo su atención fue la figura que emergía del humo: un Shak'Thor más grande que los demás, cubierto de cicatrices que mostraban las batallas que había sobrevivido. Sus ojos brillaban con una furia primitiva, y sus garras, afiladas como espadas, goteaban con la sangre de sus víctimas.
Rivon lo miró sin pestañear, sintiendo un extraño latido en su interior. Algo oscuro y poderoso lo impulsaba a enfrentarse a esta bestia. No era solo el deseo de sobrevivir o defender la fortaleza. Era algo más. Una necesidad primitiva de demostrar su superioridad, de aplastar a ese monstruo y saborear la victoria.
El Shak'Thor rugió, su voz gutural resonando en todo el campo de batalla, y cargó hacia Rivon con una velocidad sorprendente para su tamaño. Rivon apretó su espada de energía y se lanzó hacia adelante, enfrentándose a la bestia de frente. El impacto entre ambos fue brutal, una colisión de fuerza y poder que hizo temblar el suelo bajo sus pies.
El Shak'Thor intentó golpearlo con sus garras, pero Rivon esquivó con una agilidad sobrehumana, cortando el costado de la criatura con un movimiento rápido de su espada. La sangre oscura del Shak'Thor brotó de la herida, pero la bestia apenas reaccionó. Su resistencia era monstruosa. Lanzó otro ataque, y esta vez Rivon sintió el roce de las garras en su armadura, rasgando el metal y cortando la piel debajo.
El dolor fue instantáneo, pero Rivon no retrocedió. En lugar de eso, sonrió. Una sonrisa fría y llena de furia.
— Eso es todo lo que tienes — murmuró para sí mismo, mientras la adrenalina y algo más oscuro lo impulsaban a seguir. El dolor no lo detenía. Al contrario, parecía despertar algo más profundo en él. Un placer macabro al sentir la vida escaparse de su cuerpo solo para seguir luchando.
El Shak'Thor rugió de nuevo, pero esta vez Rivon no esperó el ataque. Se lanzó hacia la criatura, evadiendo sus garras, y clavó su espada en la garganta del monstruo con una fuerza inhumana. La sangre brotó en un torrente, cubriéndolo de pies a cabeza, pero Rivon no retrocedió. Gritó con furia, retorciendo la espada dentro del cuello de la bestia hasta que el rugido del Shak'Thor se convirtió en un gorgoteo ahogado, y finalmente, la vida se extinguió en sus ojos.
El cuerpo gigante de la bestia cayó pesadamente al suelo, creando una nube de polvo que se elevó en el aire. Rivon permaneció de pie sobre el cadáver, cubierto de la sangre oscura del Shak'Thor, respirando pesadamente pero sin mostrar signos de agotamiento. El placer de la batalla, de haber aplastado a ese monstruo, lo llenaba de una satisfacción que no podía describir.
A su alrededor, la batalla continuaba, pero Rivon no escuchaba los gritos ni los disparos. Su mundo se había reducido a ese momento, a ese sentimiento de poder absoluto. Había vencido, y en ese breve instante, se sintió invencible.
Pero la realidad pronto lo alcanzó de nuevo. Los Shak'Thor seguían llegando, y aunque el combate era feroz, los defensores estaban siendo superados poco a poco. Rivon no tenía tiempo para saborear su victoria. Giró sobre sus talones, listo para enfrentarse al siguiente enemigo, pero una figura familiar se le acercó rápidamente.
Era uno de los Ascendidos Superiores, su armadura aún impecable a pesar del caos que lo rodeaba. El soldado lo miró con dureza, sus ojos fijos en Rivon.
— Has demostrado ser más de lo que aparentas — dijo con una voz baja y severa. — No te hemos entrenado para que pierdas el control de esa manera. Mantén la compostura o serás tú el próximo en caer.
Rivon apretó los dientes, sintiendo la ira subir por su pecho, pero asintió sin decir nada. Sabía que no era el momento de desafiar la autoridad, no cuando estaba tan cerca de lograr más. El Ascendido Superior lo miró por un segundo más antes de volver al campo de batalla, decapitando a un Shak'Thor con un solo movimiento fluido de su espada.
Rivon volvió a enfocarse, pero la sensación de poder y placer no se desvaneció del todo. El hambre de destrucción seguía allí, ardiendo dentro de él, esperando ser liberada por completo.
Mientras avanzaba hacia el siguiente grupo de Shak'Thor, Rivon supo que algo había cambiado dentro de él. No era solo un soldado más. Había algo más oscuro y poderoso despertando, y aunque no podía comprenderlo del todo, sabía que el campo de batalla era el lugar donde ese poder se sentía más vivo.
Y Rivon estaba dispuesto a abrazarlo por completo.