—¡Hoohoooo! —La loba de Aurora aulló de dolor cuando el comandante le mordió el cuello.
—¡Mierda! Eso duele... —Aurora gritó mientras él empezaba a succionar su sangre. Se debilitaba por la pérdida de sangre.
—¡Te chuparé hasta secarte! —El comandante gruñó mientras seguía succionando.
—No, no puedo morir en manos de esta bestia —Aurora gimió.
—¿Estoy viendo esa cara ahora porque estoy a punto de morir? —Aurora pensó mientras levantaba la vista y veía un rostro familiar desde el rabillo del ojo. Estaba perdiendo demasiada sangre y lentamente, se deslizó hacia el inconsciente.
—Esos ojos que estoy viendo ahora, los vi hace unos minutos... —Aurora murmuró entre dientes mientras abría los ojos débilmente y era recibida por dos hermosos ojos.
—¿Quién es el dueño de estos ojos? —Aurora pensó.
—Mi cuerpo duele... —Notó mientras intentaba levantar un dedo.
—Espera, ¿dónde estoy? ¿Estoy en el cielo ahora? —Pensó mientras notaba que estaba en una habitación limpia y hermosa.