—Ponme en control y arranquemos los corazones de todos los que te menosprecian —el lobo de Dante le dijo—. ¡Ponme en control y arranquemos los corazones de todos los que te faltan al respeto! —su lobo repitió impacientemente.
Y él estuvo de acuerdo.
—Espera, ¿todos? ¿Incluyendo a mi padre? —Dante preguntó a su lobo enfadado tras pensarlo mejor.
—Bueno... —su lobo dijo con despreocupación.
—No, por mucho que lo odie por siempre menospreciarme, sigue siendo mi padre y quiero que esté aquí. Tiene que ser testigo de mi éxito. Debo demostrarle que puedo hacer lo que él cree que no puedo hacer —le dijo a su lobo.
—¡Vale! —su lobo aceptó su decisión y sus ojos se tornaron rojo sangre, señalando que su lobo estaba al frente completamente.
—¿Qué estás esperando aún? —Esteban le preguntó.
—¿Te vas de mi mansión, ahora mismo? No quiero verte hasta que mejores en el combate. ¡Incluso he perdido el apetito solo de mirar tu inadecuación! —afirmó, además.