El cuerpo entero de Amelie temblaba de frustración. La pregunta de Ricardo no solo era ridícula, sino también increíblemente grosera y provocativa. ¿Qué pretendía conseguir al preguntarle algo así? Amelie no tenía ningún deseo de caer en su juego hoy.
—¿Cómo es asunto tuyo si coqueteo con otros hombres o no? —replicó ella.
Su pregunta parecía echar leña al fuego.
—Es asunto mío porque tú eres mi esposa, Amelie.
«Ahí está de nuevo», pensó Amelie mientras miraba la cara seria de su esposo, a quien ya no podía reconocer. «Lo está haciendo otra vez», reflexionó. «Intenta meterse en mi vida personal mientras que su propia vida es un desastre».
No podía comprender el comportamiento errático de Ricardo. Tal vez lo habría entendido si estuvieran enamorados o si él no hubiera llevado a otra mujer a su casa bajo el pretexto de la amistad. Pero no era el caso, y eso hacía que sus palabras fueran aún más ridículas.