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"El pensamiento de ser padre siempre le había desagradado, curiosamente su sentir ha cambiado. Tan así que antes de que el sol saliera esa mañana se encargó de tomarla de nuevo con la esperanza de gestar lo más pronto posible una nueva vida.
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Hermione los ve salir de uno de los salones, arreglando sus ropas. El rubor en sus mejillas florece al mismo tiempo que la sonrisa en sus labios. Parece encontrar aquella escena bastante cómica y de algún modo extraño la hace sentir tranquila. Sus temores sobre el futuro comenzaban a disolverse lentamente.
Aun había demasiadas cosas en el aire para cantar victoria, pero el hecho de que su mejor amigo dejara caer sus reservas lo suficiente para que Parkinson tomara un lugar en su vida la llena de alivio. Harry es un gran hombre sin duda, pero sus limitaciones emocionales son muchas. Flanquear las paredes que firmemente ha construido para protegerse es una tarea titánica.
Por esa razón, no deja de sonreír mientras los ve escabullirse por los pasillos de la mansión con las manos unidad, intercambiando miradas cómplices. No se necesita ser un genio para saber lo que a ocurrido en aquella habitación.
Suspira largamente antes de seguir su propio camino por el pasillo contrario por el que la pareja de amantes y futuros esposos desaparecen. Aun rondan demasiadas cosas en su cabeza y aunque le gustaría admitir que sus nervios han menguado, lo cierto es que aún no puede controlar el revoloteo de mariposas o mejor dicho dragones en el interior de su estómago.
Las cosas han sucedido demasiado rápido para su gusto, pero sería hipócrita de su parte negar lo mucho que también ha disfrutado de todos los tintes que han marcado ese nuevo capítulo en su vida.
Gira para retomar su camino con Draco de nuevo colándose en sus pensamientos. Es imposible negar su afinidad con Malfoy, de la misma manera que no puede mentir respecto a lo diferentes que son en tantos aspectos y que, curiosamente a pesar de eso se entiendes a un nivel que no deja de sorprenderle.
Puede ser que no haya sentimientos involucrados, pero era tanto como hablar de química y física combinada. Cosas que antes le repelían en su persona ahora le resultan interesantes. Era quizás que nunca se dieron una oportunidad para conocerse o simplemente ambos maduraron lo suficiente para redescubrirse en el camino.
Después de su primera noche juntos no volvieron a intimar, para ser sincera no es por falta de deseo, incluso se atreve a decir que la atmosfera que siempre les rodea cuando están en una misma habitación es suficiente para generar una combustión espontanea, sin embargo, aún debe de cumplir con sus deberes por mucho que lo deteste. De algún modo terminaron siendo la pareja modelo, aquella que todos tomaron como ejemplo.
Sin querer terminaron siendo la pareja del momento, su matrimonio terminaría formando la mejor de las alianzas entre dos mundos que seguían de alguna manera fracturados. Seguía siendo un sentimiento dividido, había quienes les odiaban por el aberrante hecho de ensuciar sus preceptos de pureza, pero entre los fanáticos que detestaban el hecho aferrándose con uñas y dientes al pasado, también existían aquellos grupos de personas que apoyaban y veían con buenos ojos el inicio del cambio.
Si dos personas tan distintas en origen, cultura y valores estaban dispuestos a unir sus vidas por un bien común, cuanto más debían sumarse todos a esa odisea que buscaba mejorar el mundo mágico para futuras generaciones.
Trato de apartar la amargura de esos pensamientos. Las palabras ya no la hieren, solo logran encender su furia. Las ultimas semanas a recibido desenas de cartas, la mayoría de ellas advertencias llenas de viles amenazas para que su boda no se realizara. ¡Pobres estúpidos! Si supieran que esa boda es tan poco relevante a esas alturas terminarían ahogados con su propio veneno.
La verdadera unión de su magia, esa que es permanente se había efectuado en secreto. Nadie podría imaginar que ya nada podían hacer para separarles.
Suspirando por enésima vez con un aire nostálgico llego a la habitación. Sabe que podría aparecer, la mansión ya la reconocía como una legitima Malfoy, sin embargo, necesitaba de ese momento para tratar tranquilizar sus nervios. Caminar por los largos corredores y subir las interminables escaleras le otorgaron una distracción a su atribulada mente.
Poco importaba que el largo vestido le dificultara moverse libremente o que las zapatillas amenazaran con hacerla perder el equilibrio. Era un mal menor en esos momentos.
Entro en la habitación cerrando la puerta al entrar. Se recargo un minuto en la puerta antes de cruzar el corto tramo hasta la enorme cama con doseles. Retiro las zapatillas frotando sus pies adoloridos, casi gimiendo de alivio.
Aun con el hermoso vestido de novia puesto se subió a la cama para tomar un momento de descanso. Hundiéndose en los enormes almohadones se permitió cerrar los ojos. El silencio del lugar le lleno de calma.
Supo reconocer el instante justo en que dejo de estar sola. No necesitaba abrir los ojos para saber quien acaba de llegar, su penetrante aroma pronto llego a sus fosas nasales, sin embargo, fue la electricidad en el ambiente lo primero que la sacudió, haciéndola completamente consciente de que su marido acaba de llegar.
La cama se hundió bajo su peso. Fue entonces que abrió los ojos para verlo.
La iluminación de la habitación era suficiente para admirar cada rasgo de su masculino rostro. Hermione seguía maravillándose al encontrarse con sus atractivos atributos. Realmente le gustaba lo que veía. La manera en la que miraba, esa sonrisa torcida en sus labios ha hacían estremecer ante la anticipación.
-¿Cansada? -Pregunto apartando un mechón de cabellos rebelde que se soltó de su recogido.
Ella se tomo el tiempo para contestar. Parecía demasiado aturdida por la cercanía de Draco. Recostado de costado a su lado se inclinaba lo suficiente para sentir su cálido aliento chocar con sus labios en una clara invitación.
Estaba completamente vestidos, ella con ese hermoso vestido blanco de novia como si fuera una princesa de otro tiempo, el con su traje impecable de cara manufactura. A pesar de todo, bien pudieran estar completamente desnudos pues el calor que irradiaban sus cuerpos era completamente perceptible para el otro.
-Un poco ¿y tú?
-Creo que el cansancio es el menor de mis problemas en este momento.
La sonrisa lobuna hizo que las mejillas de Hermione enrojecieran con furia. Un segundo después, se besaban como si no hubiera un mañana.
El beso había iniciado lento, apenas se rozaron sus labios y sus alientos se mezclaron, aquella chispa se convirtió en un incendio de proporciones épicas. La magia seguía latiendo con fuerza desde sus entrañas hasta cada terminación nerviosa.
No había manera de describir la vorágine que se creaba con solo un roce de labios y una caricia.
En algún momento Draco se levanto con garbo lentamente, sin apartar la mirada de su mujer. Tenía que deshacerse de la ropa que estorbaba, tanto de la propia como la ajena. Su mirada era hambrienta, la deseaba tanto que dolía la erección que ya se pronunciaba en sus pantalones.
Estiro su mano para ayudarla a ponerse de pie, necesitaba de manera imperiosa desnudarla. Había esperado suficiente para volver a tenerla. Con el paso de los días se volvía incluso doloroso resistir a los impulsos de su cuerpo que clamaban por hundirse de nuevo en ella.
Fue una tarea titánica soportar estar en la misma habitación si saltarle encima, aguantando el deseo de besarla y tocarla. Ahora simplemente no puede controlar sus deseos primarios. A pesar de todo trata de ser gentil.
Su corazón comenzó a galopar dentro de su pecho con una fuerza desmedida, desde el instante mismo que la vio caminar por el pasillo al lado de su padre. Estaba hermosa, bellísima con ese vestido blanco y el largo velo que cubría parcialmente su rostro.
Aun no entendía todas esas tradiciones muggles, pero podría admitir que a pesar de todo cuando el padre de Granger le entrego la mano de su hija antes de retirarle el velo. Comprendió con cierta emoción el significado del acto.
El brillo en los ojos de Frederic Granger era de indudable amor y orgullo hacia su querida hija y aunque también había cierta nostalgia, fue firme cuando clamo en voz alta que le estaba entregando su más grande tesoro.
-Amala y cuídala, hazla feliz.
Hermione había sonreído de manera radiante, sus ojos color miel brillaban por las lágrimas que se negó a derramar. Beso la mejilla de su padre antes de tomar su lugar frente a el, para seguir con la ceremonia.
La mujer que tenia delante es una guerrera, una fierecilla rebelde de rizos ingobernables. Es fuerte, valiente y con todo ese carácter que es capaz de poner a cualquiera en su lugar, pero no es solo eso, es sensible, dulce y humana. Y ya es suya.
El sentimiento de pertenencia que se abrió en su pecho lo aturdido en por un momento, pero no podía evitar sentirse de esa manera respecto a Hermione, era su mujer, suya. Para cuidar y proteger. Quizás no para amar, porque no creía del todo en ese sentimiento, pero era suya, al fin y al cabo.
Ayudándola a ponerse de pie, se tomó el tiempo para admirarla. Es pequeña y esbelta, de apariencia frágil, pero el fuego en sus ojos castaños contradice cualquier debilidad por minúscula que fuera. Como siempre puede encontrar en su mirada una mezcla interesante de sentimientos, pero el miedo no es uno de ellos.
La determinación siempre tintinea en sus pupilas, pero esta vez también hay mucho de sus propios sentimientos en ellas. El deseo está ahí abriéndose paso con fuerza, sumándose a un anhelo y a la entrega en ese momento.
Su cuerpo clama por ser saciado, pero esta vez, son los latidos de su corazón los que le dan la pauta para continuar.
inclinándose toma su boca, besándola profundamente con una lentitud que parece una agonía. Le roba el aliento y todo pensamiento coherente que le queda a su mujer. Todo parece cubrirse de algodones.
A ciegas va retirando los broches que sujetan sus largos rizos, dejandolos caer de cualquier forma. Encontrarlos será una tarea para otra ocasión de momento desea hundir sus manos en esa suave marea de cabellos abundantes y aromáticos.
Hermione actúa de la misma manera que lo a hecho cuando la situación le resulta un reto. Ella no se detiene sus manos no escatiman en caricias, puede ser tímida y gentil en sus movimientos iniciales, pero no es del tipo de personas que se limitan a esperar, ella es una persona de acciones.
Sus pequeñas manos viajan también a ciegas, aturdida por el asalto en su boca, no se detiene a pensar en nada mas que entregarse a ese deseo que florece desde sus labios hasta su bajo vientre.
Desabotona con torpeza el saco y el chaleco que lleva debajo. La camisa es lo que sigue en esas capas de ropa que se están volviendo cada vez mas fastidiosa. Draco gime al sentir las manos contra su piel desnuda. Le da la idea de igualar las circunstancias, sus manos diestras buscan a tientas los lazos en su espalda, desanuda con presteza liberando las largas tiras para hace que las capas de tela primorosa y blanca terminen en el piso como una marea suave.
No llega sujetador. La excitación le recorre el cuerpo como una marabunta de hormigas, el simple toque de sus pequeñas manos parece tocar botones sensibles a lo largo de su piel, pero cuando siente sus senos de pezones erguidos rozar su cuerpo, la fiebre se vuelve insoportable. Quiere fundirse en ella y con todo se ve asaltado por la contradicción de querer disfrutar cada momento.
Los recuerdos de su primera noche se agolpan en su cabeza, aumentando la cruda realidad de su deseo.
Quiere tantas cosas al mismo tiempo. Perderse en su interior húmedo, cálido y estrecho, pero también degustar con lentitud cada porción de piel bronceada. Tiene que levantarla para ponerla a su altura para quitar la tensión de su espalda al inclinarse para seguir bebiendo de su boca. La hace que se anude a sus caderas con las piernas para estar a la altura justa para adentrarse en su boca, pero también para acariciar su trasero redondo y firme, cubierto a penas por unas bragas blancas de encaje que dejan poco a la imaginación.
Jadeos roncos escapan de su garganta, no tiene suficiente, quiere mas, desea todo.
Aun lleva pantalones, pero no por mucho tiempo. La tumba en la cama para deshacerse de las ultimas capas de tela, sus pantalones bajan junto con su bóxer dejando a la vista su pronunciada erección.
Sin dejar de admirarla se pone sobre ella, soportando el peso con facilidad con sus fuertes brazos, se toma el tiempo para inclinarse de nuevo lo suficiente para hacer un camino húmedo de besos desde sus labios hasta el hueco de su cuello.
Los gemidos y jadeos son música para sus oídos. Puede ver como sus caricias enciende el cuerpo de su mujer, como esta se entrega sin reservas. El sentimiento de posesión crese al tiempo que otro tipo de emociones van tomando fuerza.
Asi como la boca de Malfoy no detiene la invasión deliciosa sobre cada porción de piel expuesta de Hermione, sus manos también abren su propio camino desde sus pantorrillas hasta sus muslos, acariciando de arriba abajo, hasta percibir la húmeda evidencia en la ropa interior.
Ni siquiera es capaz de retirarlas antes de seguir su camino. Es fácil romper aquel pequeño trozo de tela que le estorba.
Siente conta la palma de su mano la suavidad de sus rizos cortos. Bebe un grito de placer cuando sus largos dedos se hacen camino entre sus pliegues. Con el pulgar acaricia lentamente ese nudo de nervios sin dejar de penetrarla a un ritmo sensual.
El movimiento de sus caderas hace más difícil la tarea de contenerse. A pesar de todo se controla lo suficiente para hacer que su mujer disfrute. Quiere darle un orgasmo antes de hundirse de nuevo en ella.
Besa sus pechos, lamiendo y mordiendo sus pezones, haciendo que la respiración de Hermione se vuelva cada vez mas pesada. No puede con tanto, se siente fuera de su cuerpo, como se va formando una ola antes de estrellarse y dejarla en el éxtasis mas absoluto.
Grita su orgasmo, exclamando su nombre.
-¡Draco!
La sonrisa que se forma en sus labios al escuchar su nombre lo agita desde lo mas hondo.
El rostro de Hermione es un poema, un hermoso soneto al que pudiera acostumbrarse. Sus mejillas rojas, los labios hinchados y esos endemoniados ojos brillantes mirándole con tanta confianza como si le hubiera estado esperando toda la vida.
Siente el cuerpo como si fuera de gelatina, todavía no puede controlar su respiración o los locos latidos de su corazón, cuando Draco se a puesto de nuevo sobre ella, siente sus dedos peinar sus rizos para apartarlos de su cara, la mira largo con sus propios cabellos rubios pegados a su frente.
Hay una sensación de paz al encontrarse bajo Draco, el calor que irradia su cuerpo, el aroma masculino y sexual. Es su mirada ardiente de esos ojos grises que parecen metal fundido. Observa sus pupilas dilatadas, su rostro con un rictus concentrado.
Puede acostumbrarse a esa tranquila sensación que le hace saber que esta en el lugar correcto.
Las manos de Hermione se levantan para descansar contra sus mejillas, atrayéndolo para besar de nuevo sus labios. Esta vez en un beso lento. Las lenguas se saludan, danzando, enredándose en movimientos sensuales. Sus respiraciones se mezclan, parece no importar el poco aire que llega a sus pulmones.
Levanta las piernas para engancharlas en las afiladas caderas de su amante, su esposo. La invitación en ese movimiento hace sonreír a Draco contra la húmeda boca de Hermione. No necesita mas estímulo que sentir como se estremece bajo su cuerpo. Alineándose en su entrada se deja ir lentamente hasta que esta en lo profundo de su intimidad.
No deja de mirarla mientras comienza a moverse, primero lento. Disfruta de su estreches húmeda y caliente. Gime con fuerza en el hueco de su cuello e inhalar el aroma de sus rizos antes de hacer un camino por la piel de su cuello y clavícula hasta sus senos. Estos se mueven al ritmo de sus envestidas, redondos y suaves, tentadores y del tamaño perfecto para tomarlos con la boca y juguetear con ellos.
Gime, susurra su nombre en una voz que le provoca cosas demasiado buenas por el cuerpo. Las caderas de Hermione se mueven al compás del ritmo que va marcando, aferrada de momentos a sus hombros o espalda, acariciando o a veces enterrando sus uñas conforme acelera los movimientos.
Receptiva y abierta como una flor para disfrutar de sus favores, le besa de una manera que no sabe catalogar no es salvaje, pero si metódica y sumamente apasionada. Se toma su tiempo para recorrer no solo su boca, también su cuello. Humedeciendo la piel por donde pasa, mordiendo de manera sensual para después depositar cortos besos, como si se disculpara o deseara recompensarle de alguna manera.
Puede ser que Hermione sea inexperta en el arte del amor, pero su falta de conocimientos pronto se ve recompensada por su actitud de entrega, por lo rápido que aprende y multiplica, por lo fácil que es adaptarse, pero también aportar a esa causa que le está arrastrando fácilmente a la cumbre de un orgasmo.
Draco se mueve cada vez mas rápido. Puede sentirla cada vez más apretada, anunciando con ello que se encuentra tan cerca como el, del punto de no retorno. Con el sudor recorriéndole la piel y tan cerca de tocar el cielo, centra su mirada en su esposa. Su mirada lo embriaga de una manera inexplicable.
Sus ojos color miel le miran nublados por ese deseo que los abduce.
Explotan juntos con tal fuerza que se sienten fuera de si mismos, el placer intenso los sacude. Hermione puede sentir la explosión en su interior junto con los chorros calientes y las convulsiones de Draco.
Unidos tan íntimamente, deshuesados y exhaustos.
Draco se gira llevando consigo a su mujer para no aplastarla. Aun sin salir de su interior se quedan quietos abrazados y tan conectados a un nivel más allá de lo físico.
Cuando las respiraciones vuelven a la normalidad no saben cuánto tiempo ha pasado, se encuentran en un sopor tranquilo con el calor del otro contra la piel.
El rostro de Hermione esta contra el pecho de su esposo, los latidos del corazón chocan directamente contra su oído, el sonido la adormece tanto que no sabe en qué momento el sueño la a vencido.
Draco la siente relajarse contra su cuerpo. Sonríe complacido, le enternece tenerla dormida sobre él. Curiosamente la comodidad que experimenta en ese momento es nueva.
A lo largo de su vida a tenido muchas amantes, a compartido su lecho infinidad de veces, sin embargo, después del sexo siempre ha preferido retirarse, nunca manteniendo la suficiente confianza o cercanía para compartir una cama.
Con ese pensamiento en mente comienza a acariciar la espalda desnuda de su mujer casi de manera distraída haciendo que suspire entre sueños. Sonríe de nuevo y un segundo después se asombra al reconocer lo mucho que sonríe últimamente.
Seria sencillo acostumbrarse a Hermione, a esa calma y extraña felicidad que le proporciona su cercanía.
Draco tira de la sabana para cubrirlos antes de sumergirse también al mundo de los sueños.
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Entre sueños percibe los suaves movimientos. Cuando sus ojos se abren lentamente tarda un poco para que su visión se aclara y encontrarse con el rostro de Draco. Rápido su mente espabila para comprender lo que ocurre.
No puede evitar que un largo y profundo gemido escape de sus labios. De alguna manera Draco sigue en su interior completamente listo para darle placer de nuevo.
En ese momento no importa nada más que el placer que de nuevo va tomando forma a través de su cuerpo. La electricidad está ahí, erizándole los vellos de la piel. Se acomoda mejor para esta vez ser ella quien está arriba, trabajando por un orgasmo.
La alienta tomándola por las caderas, más le permite que sea ella quien tome su propio ritmo. Lo toma tan profundamente que tiene que apretar los dientes inundando del sublime calor que lo estremece.
Su cuerpo femenino se mece de arriba abajo permitiendo que la visión sensual de sus pechos agitándose le roben el aliento que le queda. Le monta divinamente, echando hacia atrás la cabeza expone sus deliciosos senos que parecen burlarse en su cara. No pierde el tiempo para disfrutar de saborearlos.
Cuando se viene en su interior por segunda vez esa noche poco después de que Hermione rompiera en su propio orgasmo. Otro pensamiento lo asalta. Esta vez al sentimiento de posesión al pensar en su mujer se intensifica cuando se sorprende al pensar en las posibilidades de dejarla embarazada esa misma noche.
El pensamiento de ser padre siempre le había desagradado, curiosamente su sentir a cambiado. Tan así que antes de que el sol saliera esa mañana se encargó de tomarla de nuevo con la esperanza de gestar lo más pronto posible una nueva vida.
Qué maravilla pensar en SU mujer y SUS futuros hijos.