Wen Wenling tomó una respiración profunda, luchando con su miedo —¿Han venido por Qin Jiang?
—No, nuestro trabajo es solo matarte a ti y a tu hija —dijo fríamente el hombre—. En cuanto a Qin Jiang, alguien más se encargará de él.
Wen Wenling, de manera subconsciente, apretó la aguja de coser en su mano, la cual se hundió en su palma, y sin embargo, olvidó por completo el dolor —¿Qué le han hecho a Sisi?!
—Nada aún, pero pronto, tú y tu hija se encontrarán en el Camino del Inframundo.
Wen Wenling apretó los dientes y se arrodilló rígidamente —Mátame, pero te ruego, perdona a mi hija... ¡Ella todavía es una niña! ¡No la toques!
El hombre de negro negó con la cabeza —Nuestro cliente paga, nosotros hacemos el trabajo, esa es nuestra regla.
—Tú morirás, ella también morirá.
—Nuestra gente ya ha ido tras ella.
En un abrir y cerrar de ojos, el hombre había llegado al lado de Wen Wenling, el filo de su cuchillo brillando con una luz fría y amenazadora.
—¡Muere!