—¡LUCIEL! ¡JAN! ¡VAMOS! ¡USTEDES PUEDEN HACERLO! —Ella era como una animadora con su pompon, alentando a sus hijos a ganar la carrera.
—Sophia, toma asiento —dijo Leland mientras Sophie se levantaba y gritaba emocionada, pero la voz de Leland era como un viento pasajero que fue ignorado. Estaba demasiado inmersa en la carrera y no se distrajo ni una vez de sus hijos.
Finalmente, Leland solo pudo sonreír y sacudir la cabeza. A él también le encantaba este lado de Sophie, y estaba feliz de verla disfrutando de las festividades.
Desde detrás de la línea de salida, Luciel y Jan, quienes escucharon el grito de su madre, se voltearon.
En ese momento, los chicos hicieron algo dulce e inesperado, ambos se pararon sobre sus dos patas traseras y luego pusieron una pata frente a sus bocas al unísono y…
—¡BESO! —Fue un beso lanzado a larga distancia para su madre. No había que preguntar de dónde lo aprendieron porque nadie lo sabía tampoco.