—¡Ahhrrghh! —gritó Diana cuando escuchó la voz del hombre. Ella lo había revisado varias veces y sus ojos estaban cerrados como si estuviera durmiendo; ¿había estado despierto todo el tiempo?
Su corazón latía contra su pecho mientras lo veía levantarse de la cama.
—¿A dónde vas? —preguntó Michael mientras caminaba hacia ella con pasos perezosos, su mano se deslizaba por su cabello, acomodando los mechones desordenados.
Diana se alejaba poco a poco y sus ojos vagaban.
—Um… Yo, yo estaba…
—¿Estabas escabulléndote? —él continuó avanzando y ella retrocediendo hasta que su espalda estaba contra la pared.
—¡No! Eso no es, yo solo iba a... al baño —mintió Diana.
Michael se cernía sobre ella, mientras sus ojos se clavaban en los suyos grandes.
—El baño está por allá —indicó hacia la dirección opuesta y Diana tragó saliva.
—¡Oh, cierto! Ja-ja, no sabía, gracias, solo seré un momento —con un destello, ella corrió al baño y cerró la puerta, dejando escapar un fuerte jadeo.