Eltanin resopló. Sus mandíbulas se tensaron al pensarlo. Un músculo se contrajo en su mandíbula y sin decir una palabra, rodeó a la chica y se dirigió hacia su semental. Rigel lo siguió, enviando una mirada punzante en dirección a Sirrah. Sirrah se encogió de hombros y luego volvió a la carroza. Mientras el cochero le abría la puerta de la carroza, vio a los soldados de Eltanin rompiendo filas y desapareciendo en la oscuridad de Eslam.
Sirrah sabía que si estaban rompiendo filas, debían estar haciendo reconocimiento. Los observó con una expresión imperturbable y luego entró en la carroza. Entre dientes dijo: "Chicas, prepárense para las próximas horas de viaje. Llegaremos a Draka por la tarde, eso si nos movemos rápidamente".
—¿Él vendrá? —preguntó Morava. Había visto a su madre hablando con el Rey Eltanin.
—No sé —Sirrah se encogió de hombros—. Probablemente no. Pero sugiero que mientras la carroza esté parada, aprovechen para dormir.