—¿Presidente Song, quizás la señorita Gu Dai no se haya ido lejos? ¿Debemos seguirla? —susurró Zhao Xuan.
—¿Por qué deberíamos seguirla? —respondió fríamente Song Ling.
Zhao Xuan bajó la cabeza, sin atreverse a pronunciar otra palabra.
—¡De vuelta a la oficina! —ordenó fríamente Song Ling, tras subir al coche y cerrar la puerta de un golpe.
—Sí, Presidente Song —obedeció de inmediato Zhao Xuan.
Song Ling, con los ojos oscuros y revueltos, se atormentaba por el recuerdo de la radiante sonrisa de Gu Dai al recibir la llamada telefónica, su corazón lleno de frustración.
—Averigua la ubicación de Gu Dai —ordenó Song Ling, mirando el paisaje pasar por la ventana.
Zhao Xuan dudó un momento antes de obedecer.
Zhao Xuan suspiró suavemente. A pesar de la evidente preocupación de su jefe por la señorita Gu Dai, él nunca lo admitía y siempre actuaba de manera encubierta. La señorita Gu Dai permanecía ajena a sus sentimientos.