Clei, con su vestimenta digna de un príncipe, se preparó para el festival. Los tonos blancos, plateados, negros y rojos representaban a los tres reinos. Los escudos de sus hermanos estaban ocultos de manera elegante en su atuendo, y su corona llevaba su propio emblema.
Frente al espejo, peinó sus cabellos que, con el paso de los años, se volvían más blancos a pesar de su juventud. Pero lo más significativo era el collar que Deymon le había dado hace muchos años. Una pequeña luna azul, robada por el niño Deymon en un gesto inocente, ahora reposaba en su cuello.
Clei apretó el colgante con fuerza, deseando que Deymon no lo traicionara. El festival de las estrellas estaba por comenzar, y su corazón estaba lleno de esperanza y temor.