Fons, Ash, Residencia Harch - 7 de Diciembre - Año 525
—Vlas... ¿Estás ocupado? —Rhys golpeó la puerta.
—No, para nada, ¿Pasa algo? —Vlas estaba intentando cambiar algunos botones de su teclado. Dejó este a un lado cuando su hermano pasó a su habitación.
—Necesito que me des una mano en algo —dijo Rhys—. Es sobre Leah.
—¿Qué pasa con ella? —Vlas lo miró confundido.
—Hoy es su cumpleaños número dieciocho... Con Lara le haremos una fiesta sorpresa, en la casa, pero ella ya terminó las clases, por lo que no tiene sentido que salga de la casa... Y ahí es cuando entras tú —explicó Rhys.
«¿Hoy es el cumpleaños de Leah?», pensó Vlas, sorprendido. Había tenido algunos detalles, días atrás ella le había dicho algo por el estilo, y estaba un poco emocionada de en poco tiempo ser mayor de edad. Debió sospecharlo.
—¿Tengo que sacarla de la casa? —preguntó, casi intentado predecir lo que su hermano le estaba por pedir.
—Llévala de compras, o algún lado... No lo sé, a donde se te ocurra, pero tiene que ser mínimo por unas tres horas. —Rhys colocó su mano en el bolsillo de su abrigo y sacó su billetera—. Toma, has lo que quieras con ella —dijo, entregándole su tarjeta de crédito a su hermano.
—Wow... Es en serio —dijo Vlas, pensando muy bien si tomar esa tarjeta—. Tengo que comprar algo de ropa, últimamente he crecido un poco y mi ropa me está comenzando a quedar ajustada... Puedo pedirle que me acompañe.
—Eres un genio, Vlas... Toda tuya. —Rhys le dejó la tarjeta en la mano—. Nos vemos luego.
—Ey, espera... —No logró llamar su atención, su hermano abandonó la habitación en un santiamén—. Ni siquiera me dijiste la clave... Maldita sea.
Más tarde...
Fons, Ash, Distrito Central - 7 de Diciembre - Año 525
—No pensé que eras de esos chicos a los que le gusta salir de compras, Vlas —Leah dijo.
Ambos se encontraban de un lado al otro, recorriendo el inmenso centro comercial divisando tiendas y vidrieras... Había pocas tiendas de ropa de hombre, la mayoría eran tiendas de lujo, de accesorios, o moda femenina. Hasta había una sección de bebés... ¿Por qué iría a una tienda de bebés? En lo último que podía pensar sería en tener un hijo.
—De hecho no me gusta, por esta razón... No encuentro una maldita tienda de ropa de hombre, ¿Dónde carajos están? —preguntó, molesto, intentando encontrarlas en el mapa que les habían dado en la entrada.
—Vlas. —Ella tomó sus manos y le quitó el mapa—. Si le das la vuelta... Está distribución del segundo piso. —Ella lo hizo—. Y ahí... Ahí están las tiendas de hombre —señaló.
—Leah eres una genio, suerte que te pedí que vinieras, yo solo me habría perdido —dijo, riendo. Ignorando que en realidad le había pedido eso en base a la petición de su hermano—. Por cierto —dijo, cuando lo recordó—. Feliz cumpleaños, ya eres toda una adulta. —Sonrió.
—Por Sun, no me digas eso que me haces sentir una anciana —ella rio—. Gracias Vlas, es gracioso que el primer cumpleaños que pase contigo sea este, donde ya soy mayor de edad —mencionó.
«¿Qué fue eso?», pensó. Era un detalle que perfectamente podía haber dejado pasar desapercibido, pero no comprendió por qué sí misma pidió recordarlo... Era extraño.
—¿Y eso? —preguntó Vlas, confundido.
—Una tontería, déjala pasar. —Ella le quitó importancia, en su lugar, comenzó a caminar, hasta la parte de las escaleras mecánicas—. ¿Subimos? Aun debes comprar ropa —señaló.
—Sí, claro... Vamos. —Vlas la siguió.
Después...
—Me gustó esa sudadera que compraste, la del dibujo del gatito, era muy linda —dijo Leah.
Habían pasado algunas horas, estaban en la plaza de comidas, entre hamburguesas y patatas fritas. Intentando descansar luego de que Vlas recorriera todas las tiendas habidas y por haber, hasta por fin encontrar un lugar donde pudiera comprar ropa que fuera de su agrado. «Este chico es algo complicado», pensó Leah, en todo momento, pero, al final, tenía un buen sentido de la moda, compró ropa muy linda para él mismo, y hasta le regaló un vestido.
«Tú tienes un buen cuerpo, Leah... Te lucirías en él», le dijo, y ella, paralizada ante tal declaración, sólo asintió como una tonta, entre todo ese rubor que escondía su rostro. ¿Buen cuerpo? ¿Qué era ese señalamiento? ¿Él realmente la veía de esa manera? No sabía cómo sentirse con todas esas cuestiones que invadieron su cabeza... Aun así, dejó que él le hiciera ese regalo, y disfrutó de cada momento que pasaron juntos, no iba a responder todo eso de un momento al otro, era imposible, casi inhumano, pensar en que los sentimientos inconclusos se resolverían sólo con encontrar un sentido subjetivo a detalles de los cuales no sabía en realidad su propósito. «No voy a darle satisfacción a mi corazón de tal manera», su mente intentó convencerse. Y si pensaba eso, o realmente Vlas la veía de tal manera, ya se iba a enterar, en algún momento, forzar todo sólo era innecesario... Ya que tal vez... Sólo eran suposiciones suyas... Y nada era cómo ella pensaba.
—¿La negra? ¿Viste el precio? Rhys me matará cuando vea el recibo de la tarjeta y se entere que compré una sudadera de tres mil Exs... Sin contar el resto de ropa —dijo Vlas, acabando lo que quedaba de bebida en su vaso.
—Y si a Rhys no le importa nada, ¿Sabes la cantidad de veces que le pedí dinero diciéndole que se lo iba a devolver y no lo hice? Él es muy suelto en ese sentido, ¿Siempre fue así?
—¿Rhys? No lo sé —respondió Vlas, encogiéndose de hombros—. En realidad cuando éramos pequeños siempre teníamos todo lo que queríamos, mamá tiene el dinero de su familia, Rygal el de la suya, y nunca nos faltó nada... Nacimos en cuna de oro prácticamente, y no sé si a Rhys eso le afectó de alguna que otra manera, a mí nunca me importó mucho que mi familia tuviera tanto dinero, ni que fuéramos tan famosos e influyentes, era más que nada algo de lo que no podía renegar, aproveché tales ventajas como cualquier persona lo hubiese hecho, intentando no parecer un hipócrita que rechaza sus raíces sólo por insatisfacción personal, o simple intento de verse moralmente superior a los otros... Nacimos ricos, claro que sí, pero eso no era mi culpa, ¿Qué podía hacer ante todo eso? No iba a cambiar mucho después de todo... No lo sé... Nunca me puse a pensar en eso, lo vi como algo normal mucho tiempo, y era un mundo del cual creí nunca salir.
—¿Sabes? A mí tampoco me gusta que me traten como a una niña rica, aunque lo sea, porque no lo disimulo... Visto ropa cara, voy a un colegio de élite, vivo en una mansión, tengo empleados, decenas de coches, y mil cosas que delatan mi posición... Pero, no lo sé, no quería arraigarme a eso, yo no nací así, mis padres eran empleados de Lara, vivíamos bien, no lo voy a negar, pero nunca tuve los lujos que llegué a tener cuando ella me adoptó, y me dio todo... Literalmente, lo que quisiera, lo tendría en la palma de mi mano... Es extraño, porque sé lo que soy, pero al mismo tiempo también sé que en realidad todo eso es por Lara, y no por mí, por lo tanto, estas no son mis raíces... Esto no es algo que me cayó del cielo, y de lo que no podía renegar, como sucede contigo, es... Es algo que elegí... Pero... Yo no elegí a Lara porque fuera millonaria, ni porque fuera famosa, o tan poderosa, sabiendo que nunca me iba a faltar nada a su lado... Y a veces tengo un poco de miedo de que los demás piensen que realmente elegí a Lara por todo eso, y no valoren mis sentimientos detrás de la verdadera razón de tal decisión... Que no tiene nada que ver con lo que se ve a simple vista... Tan superficial como innecesario.
—¿Por qué elegiste a Lara entonces? —Vlas preguntó.
—¿Por qué? —Leah repitió la pregunta, casi como un recordatorio a ella misma. Ahí bajó su mirada, tenía que pensar eso, ya que a pesar de que estuviera segura de por qué lo hizo... ¿Eso se sustentaba? ¿O siempre fue una excusa para ocultar las verdaderas intenciones? Aquellas que no quería aceptar—. ¿Sabes? ¿Te ha pasado de conocer a una persona que sientes que es el reflejo de tu propia alma? Que al verla sabes que la necesitas en tu vida, que no puedes dejarla irse, que... Que es algún tipo de señal del destino... Que no es casualidad —preguntó, su mirada se fijó en Vlas.
—Emm... Supongo... De hecho... Es lo que siempre creí de Zenda... No lo sé, no siento que todo sea al azar, pero al mismo tiempo no siento que todo sea dictado por el destino... Es una mezcla de factores... Pero la posibilidad está ahí... Y eso significa que de alguna u otra manera era inevitable.
—Eso creí de Lara cuando la conocí... Que ella... Que nací para encontrarme con ella... Para... Para amarla... Vi mi rostro reflejado en sus ojos y quise que esa sensación me acompañara toda la vida... Yo amé a Lara desde el primer momento, lo sé... Tuve que aprender y entender mucho de mí misma para darme cuenta de eso, pero al final sí lo hice... Y ella... Ella me devolvió tal amor... Tan sincero... Fue ahí cuando supe que no estaba equivocada... Que ella era la persona que quería para mi vida... Que ella era a quien necesitaba... Sin importar su dinero, su fama, o su posición... Sin juzgar su pasado, sus sentimientos, o su dolor... Dejando de lado mis propias dudas sobre ella, dejando de lado las razones... Me dejé llevar por mis sentimientos por primera vez en mucho tiempo... Y estos no se equivocaron... Porque ella... Ella es lo que más quiero proteger, y mi vida... Mi vida es por ella, porque sin ella... Leah Foster no existe... Sin ella...
«¿Quieres comenzar a llamarme «mamá»? Que lindo de tu parte... Es que... No lo sé... ¿Realmente me ves de esa manera? Yo... No sé si lo merezca».
«Claro que lo mereces... Siempre lo merecerás... Siempre... Siempre... Siempre estaré agradecida por lo que hiciste por mí... Siempre te voy a amar a pesar de todo... Eso es lo que significa ser una madre... Amar sin importar nada... Y tú... Tú eres todo para mí... Mamá».
—Sin ella jamás sería feliz.
Más tarde...
Fons, Ash, Residencia Harch - 7 de Diciembre - Año 525
—¡SORPRESA!
Vlas y Leah ni siquiera habían cerrado la puerta de entrada luego de hacerse paso por la casa. Las luces de la casa estaban apagadas al principio, pero encandilaron el rostro de los chicos cuando se encendieron en un instante, acompañadas por ese fuerte grito que los sorprendió.
—¿Qué? —Leah preguntó.
Frente a ella vio varias guirnaldas colgadas de un lado al otro en la antesala de la mansión, estas eran de distintos colores en tono metálico y reflejaban las luces que se encontraban enredadas en las barandas de la escalera, de arriba hacia abajo divisó una columna de globos que rodeaba el pilar que se encontraba en el centro entre la escalera en forma de U que descendía a la planta baja, y ese gigante cartel encima de todo con la leyenda de: «Feliz Cumpleaños Leah».
—Feliz cumpleaños mi amor... Es una fiesta, para ti. —Su madre se acercó a ella.
—Tú... ¿Estabas complotado con ellos? Por eso me pediste que fuera contigo de compras —preguntó, dándose la vuelta hacia Vlas, él sólo sonreía.
—Me atrapaste. —Alzó sus brazos.
—Feliz cumpleaños chica, toma mi regalo. —Mya se adelantó, con ella llevaba una caja envuelta en un precioso papel de regalo color violeta.
—Lo compramos entre todos en realidad, Mya sólo quiere alardear —indicó Dean, desde el fondo.
—Bueno, un poco, en realidad quien fue a comprarlo fui yo, ellos ni siquiera sabían qué regalarte —dijo Mya, luego de lanzarle una mirada fulminante a Dean.
—Oh, gracias Mya... Gracias chicos, no tenían por qué. —Leah tomó el regalo luego de que Mya le diera un beso en la mejilla como saludo—. ¿De quién fue idea todo esto? —preguntó señalando la decoración.
—De Lara —respondió Rhys, saliendo desde el fondo, hasta pararse al lado de su esposa—. Ayudé con la decoración, y con la comida —añadió.
—Mamá... —musitó, dio unos pasos hacia ella, pero paró—. Todo esto, no tenías por qué hacerlo, nunca festejamos mi cumpleaños.
De sus dieciocho cumpleaños, sólo había vivido cinco con Lara, seis con ese. Y nunca habían tenido siquiera un festejo. Quizás sólo una cena en la noche, ellos tres, solos. Pero eso comenzó a pasar luego de haber cumplido dieciséis años, porque los primeros tres cumpleaños que pasó junto a ellos, jamás los festejó. En ese momento, el recuerdo de sus padres aún seguía vigente, y era algo que la lastimaba y atormentaba mucho, y el día de su cumpleaños era el día que peor la pasaba, siempre recordando esos cumpleaños que pasó a su lado.
Todos los años sus padres siempre la llevaban a los mismos lugares, de la heladería al parque de diversiones donde pasaban toda la tarde, y de ahí, a volver a casa, donde cenaban su comida favorita, comían su pastel de fresas con crema... Y para finalizar el día, dormía junto a ellos en la sala de estar, en ese sillón gigante que estuvo en su casa desde que tenía memoria. Sin embargo, desde su muerte, ese día se trataba de llorar todo el día, sin querer nada, asumiendo que sus cumpleaños habían perdido todo el sentido si sus padres no estaban a su lado, si tan solo... Pudiera vivir ese día una y otra vez junto a ellos. Pero era imposible, y eso era tan angustiante que le quitaba todo el ánimo, y pasaba el día entero bajo las frazadas.
Entre ese año que pasó desde sus quince hasta sus dieciséis, su relación con Lara se profundizó, comenzó a llamarla «mamá», entre tantas cosas que surgieron en ella, sus sentimientos y sus deseos, encontrando en ella esa figura que había perdido tiempo atrás con la muerte de sus padres. De esa manera, pudo soltar un poco el dolor que tal recuerdo le causaba, Lara lo consolaba, y eso hizo que muchas de las cosas que renegaba hacer porque le causaba sentimientos encontrados con ese pasado que perdió volvieran a nacer en ella, que tuvieran un nuevo significado, que se volvieran bellos momentos. Como su cumpleaños... Como el amor que decidió expresar y recibir ese día... De parte de su familia... De esa familia que eligió... Que eligió por amor.
—Quería que fuera especial, cariño... Espero no te moleste, sé que tu cumpleaños es algo que valoras mucho, no quería hacer de este excusa para dar una fiesta, pero...
—Mamá. —Leah se acercó a ella, tomando sus manos en las suyas, interrumpiendo lo que estaba diciendo—. Me encanta, es muy lindo de tu parte pensar en esto para mí... Me hace feliz... En serio —aseguró, dándole un abrazo—. Te amo, mamá... Gracias por todo.
—Mi amor... —Lara dijo, suavemente, sintiéndose tan cálida con el abrazo de su hija—. Yo también te amo, hija.
—Mucho sentimentalismo, ¿No? ¿Y la fiesta? —Rhys rompió el silencio que se había formado.
«Justo tú lo dices», pensó Lara.
—Sí, Rhys tiene razón, será mejor que vaya a cambiarme, un cumpleaños sin su cumpleañera es algo extraño —rio Leah—. ¿Me esperan? —preguntó, dando una mirada hacia abajo cuando ya estaba a mitad de las escaleras.
—Claro cariño... Ve —asintió Lara.
—Sí, ahora vuelvo.
Después...
«Necesito tu ayuda, sube por favor».
Vlas leyó el mensaje varias veces, ¿Era ella, cierto? No podía ser otra persona, era el contacto con el que había agendado a Leah. ¿Por qué lo estaba llamando?
—Emm, voy al baño rápido, llegó antes de que ella baje —avisó, poniéndose de pie. Todos ya estaban en la inmensa sala de estar, rodeados de mesas con comidas, dulces, y bebidas.
—Apúrate —dijo Rhys.
Casi no lo escuchó, pero alzó su dedo en señal de asentimiento cuando ya pasaba por la puerta. Subió las escaleras casi corriendo, el cuarto de Leah estaba tres habitaciones antes que el suyo, ubicado al final del pasillo. Tocó despacio, si hacía mucho ruido quizás lo iban a oír abajo, y lo último que quería era que pensaran algo erróneo... Tal vez.
—Vlas. —Leah abrió la puerta, por la mitad, sólo sacó su cabeza por ella—. Estoy en un dilema, necesito la opinión de alguien más... ¿Me ayudas? —preguntó.
—Claro, ¿Qué pasa? —preguntó Vlas, ella no había sido muy clara, pero seguramente no era algo tan urgente, preocuparse era en vano, lo dijo con tranquilidad.
—¿Qué piensas? —Ella abrió la puerta en su totalidad, y se paró frente a Vlas.
«Hermosa», pensó él. Tragó algo de saliva apenas verla, enteramente. Él había elegido ese vestido esa tarde, pero jamás pensó que sería algo tan encantador de ver, ella se decidió al instante luego de haber entrado a los probadores, por lo que él no vio como le quedaba. Y era magnifico.
Azul marino, pegado al cuerpo, con algunos detalles con lentejuelas que brillaban ante el reflejo de la luz con un poco de movimiento, y esos pendientes de diamante ayudaban mucho también. Pero el vestido no era lo que la hacía hermosa, era ella en sí misma, ella era la única capaz de lucirlo de tal manera. Era más que ese cabello rubio, hermoso, parecía oro, liso y suelto, era más que su sonrisa brillante, más que sus ojos, de un marrón claro que asediaban el alma, era más que todo eso... ¿Y por qué lo miraba de tal manera? La inocencia reflejada en su rostro la hacía aún más bella de lo que era, le daba ternura... Sensibilidad... Ella era un sueño... Un sueño que, por sólo un instante, anheló soñar.
—Leah... Tú. —Por poco se enredaba en sus palabras—. Es que... ¿Qué puedo decir?
—No lo sé, ¿Cómo me queda? En realidad no tenía pensando ponérmelo hoy, es un vestido elegante, no para una fiesta de cumpleaños... Pero fue tu regalo, y quería usarlo... ¿Qué crees?
Sutilmente, ella pasó su mano por la tela de este, estirándolo un poco más. El vestido no llegaba más allá de sus rodillas, si lo pensaba bien, quizás era un poco corto, no usaba mucho vestidos así, pero... Ahí estaba... Se lo había puesto igualmente.
—¿Quieres la opinión subjetiva, o la objetiva?
—Vamos, la objetiva, no lo sé... Sólo dime —ella insistió—. La objetiva primero, veamos.
—Mira... Te ves muy bien en él, yo te lo dije, ese vestido es ideal para ti.
—¿Y la subjetiva? Lo que piensas tú, ¿Cierto?
«Lo que pienso yo», Vlas pensó... Lo que pensaba él... ¿Qué no había pensado? Por Sun. Si le llegaba a decir todo lo que pensaba... ¿Qué pasaría? Ella... Ella tal vez... «No seas imbécil, bórrate esa idea de la cabeza», desvaneció tales pensamientos. Ella era la hija de Rhys y Lara, no podía verla de esa manera, vivía con ellos, sería fuera de lugar... ¿Cómo lo verían ellos después a él? O en el peor de los casos, ¿Cómo lo vería Leah? Si ella no pensaba lo mismo, iba a ser en vano, se iba a apurar sin sentido, ¿Por qué? ¿Por qué pensaba en eso si ni siquiera era algo que pretendía hacer? Con todo lo que pasó con Zenda, ¿Por qué? Aunque... Pensar en Zenda luego de pensar en Leah era complicado, y a veces no quería hacerlo, y su recuerdo, esas palabras que le pidieron que fuera feliz... ¿Qué tanto significado tenían en su vida? ¿Las iba a seguir usando de excusa? ¿Por qué pensaba en Zenda al pensar en Leah? Todo debía ser sólo una decisión suya, pero una decisión atrapada todavía por esos sentimientos que no quería soltar... Y de lo que se sostenía lo que pensaba.
«Asúmelo... Ella no volverá... Tú... Debes ser feliz por ti mismo... Vivir... Por ti... Vlas Windsor». Maldito inconsciente que no lo dejaba en paz, vivir en base al recuerdo de Zenda lo iba a acongojar siempre, ni siquiera quería intentar algo más, aun sabiendo lo difícil que se le había tornado comenzar a usar sus poderes en primer lugar... ¿Lo hubiese hecho sin Leah? ¿Sin Rhys? ¿Sin Lara? ¿Sin Clio? ¿Sin nadie? Quizás no, quizás... Hasta sin Zenda... Porque el problema no era que ella no estuviera a su lado, ni el último deseo que le dejó... Su muerte o su decisión... El problema era él, y su miedo, el miedo a dejar el pasado atrás... A dejar de sufrir por algo que no tenía remedio... El miedo a enfrentar ese mundo que no conocía... El miedo a olvidarse de Zenda... A que... Ella... Perdiese todo el sentido en su vida, a que su muerte sólo se hubiese reducido a un maldito significado vacío, un intercambio equivalente y listo, ella murió, él se hizo fuerte, ¿Qué más? A otra cosa... A amar a otra persona, a usar su poder para proteger a otros, sabiendo que no pudo hacerlo por ella... A seguir adelante, dejándola atrás... «No has aceptado su muerte... Y ese... Es el primer paso... ¿Qué piensas, Vlas Windsor?».
Todo comienzo tiene su final, y tal final sólo es el comienzo de algo nuevo. Todo lo que pasó en Remia no iba a volver, más bien, él iba a tener que hacerlo en algún momento, y cerrar esa etapa, cuando pudiera tener a Kora y a Clio a su lado otra vez. ¿Y hasta ese momento qué? ¿No avanzar? ¿Creer que salió adelante sólo porque se hizo fuerte? Cuando, en realidad, sólo quería dejar de pensar en que no tenía valor, pero atado a un sentimiento propio que limitaba su avance. Ese poder era suyo, y lo usaba por los demás... Entonces, ¿Qué se merecía? Si todo era por lo demás, ¿Él, dónde quedaba? Una y otra vez, ¿A qué lugar pertenecía? ¿Qué quería lograr luego de tanto? Esa felicidad que quería alcanzar... ¿Qué significaba?
«Tú sabrás que es lo mejor para ti, Vlas». Rhys tenía razón, él... Tenía que elegir... Su felicidad. Ante todo... Sino, nunca iba a avanzar, y la promesa, sólo se quedaría en promesa... Por siempre... «El tiempo para arrepentirse nunca llegará», ya que no viviría eternamente, y todo se acabaría antes de que siquiera pudiera responder tales preguntas... «Desafía tu destino para cumplir tu objetivo», aunque: «¿Tú conoces tu destino?», era una pregunta perpetua, ya que venía con tal respuesta: «Debes pretender luchar contra todo eso si quieres realmente ser libre... De eso no encarga tu destino... Ahora todo depende de ti».
«Ámala... Sé que quieres ser feliz... No pierdas la oportunidad... Vlas Windsor... Tú eres el único capaz de elegir aquello que te hace feliz».
—Leah... Para mí... Te ves hermosa... Como siempre... Eso es algo que no va a cambiar —dijo.
—¿Te parezco hermosa? —ella preguntó, frunciendo un poco sus labios. Esa respuesta que llegaría... ¿Qué la haría sentir?
—La más hermosa.
«Déjame vivir ese sueño contigo... Leah... Déjame ser feliz».
Horas más tarde...
Fons, Ash, Residencia Harch - 8 de Diciembre - Año 525
—Ey, abandonaste la fiesta apenas los chicos se fueron, Rhys y Vlas se terminaron lo que quedaba de pastel... ¿Te sientes bien? —preguntó Lara.
Leah había salido afuera, al balcón más alto de la mansión, aquel de la segunda planta, el que daba vista hacia la ciudad. Su mirada se llenó de puntos de colores, tantos como nunca antes vio, tal vez fue la cerveza la que la hizo quedarse prendada ante ese panorama, había pasado mucho esa tarde. Y sólo quería pensar, ese lugar... Fue el indicado.
—Muy bien, sólo... Un poco cansada, fue un día ajetreado —respondió, alzando su mirada un poco hacia su madre.
—Ni que lo digas. —Lara caminó hacia esa parte del balcón, y se paró al lado de ella, recostándose también en la barandilla—. Ese vestido te queda tan bien, no puedo creer que Vlas lo haya elegido —dijo, maravillada.
—Es lindo si... Él... Él también.
—¿Qué dices? ¿Ya aceptaste que te gusta Vlas, cariño?
—¿Tiene sentido seguir ocultándolo?
—¿Y por qué no...?
—¿Por qué no me arriesgo?
—Él nunca lo sabrá si tú no se lo dices.
—Mamá... Estoy enamorada... ¿Quién lo iba a pensar alguna vez? Ni yo puedo creerlo, me enamoré de Vlas... Y ya no sé qué pensar... ¿Cómo quieres que se lo diga? Jamás me entendería.
—Subestimas la capacidad de Vlas, él entiende los sentimientos de los demás, entendería los tuyos, entendería los motivos que les dieras, entendería todo... No es un niño, él ya amó, amó mucho, sabe lo que significa, lo que se siente... Él jamás te haría daño, mi amor... ¿Y quién sabe? Quizás siente hasta lo mismo que tú.
«La más hermosa», lo dicho por él de nuevo vino a su mente.
—Eso sería muy lindo... Cuando sus ojos me miran, quiero que no deje de hacerlo jamás. —Ella alzó su mirada al cielo, todo estaba estrellado—. Mamá... ¿Puedo amarlo? ¿Es correcto hacerlo? Yo sólo no quiero lastimarlo a él tampoco, ¿Y si al final no es lo que pienso? Si él se enamora mío... Le haría daño.
—El amor es una apuesta al destino... No puedes predecir lo que va a suceder, no puedes asumir algo que aún no ha sucedido... No tenemos ese poder, y así, como humanos que somos, debemos arriesgarnos, la vida se trata de eso, de lanzarse al vacío... Intentando sobrevivir. —Lara se inclinó de nuevo, irguiéndose en su postura, y antes de darse la vuelta para comenzar a caminar hacia la puerta, se acercó a Leah—. Piénsalo, cariño... Buenas noches. —Le dio un beso. Y se fue.
—«El amor es una apuesta al destino» —Leah repitió las palabras de su madre—. ¿Y qué destino quiero para mí? —Su mirada siguió en las estrellas—. Dime Vlas... ¿Puedo amarte? ¿Debería lanzarme al vacío por ti?
«Yo... Te quiero amar».