El dolor erizaba mi cuerpo. Cada centímetro de mi piel ardía como si estuviera en llamas, y hasta mis huesos sentían como si estuvieran todos agrietados y luego soldados juntos de nuevo. No sabía cuánto tiempo había estado dormido o inconsciente. Todo lo que sabía era que un momento estaba en el suelo de la arena y al siguiente, estaba…
¿Dónde estaba?
Había un tenue calor contra mi piel, y mis ojos siguieron el rastro hasta que se posaron en una figura. Mi vista estaba borrosa, pero aun así, podía distinguir las facciones de la persona sentada justo frente a mí.
—¿Blaise? —murmuré. Extendí la mano, parpadeando rápidamente en un intento por despejar la neblina de mis ojos, pero fue en vano. —Pareces un poco distinto. ¿Te cortaste el pelo? —hice una pausa, con un pensamiento preocupante cruzando mi mente—. ¿Fue Damon? ¿Tuvieron una pelea?