—Tú —la cara de Damon estaba tan roja que casi era púrpura. Una vena saltaba en el lateral de su cuello.
Había visto a Damon enojado antes. Más de una vez, de hecho. Sin embargo, esta vez parecía francamente homicida.
Blaise debió haber sentido mi inquietud, pues apretó mi mano la suya. Aunque estaba seguro de que tenía las mejores intenciones en mente, no podía evitar preguntarme si estaba intentando que me mataran.
Los ojos de Damon se estrecharon, fijándose en nuestras manos unidas. Su mirada era como si esperara y rezara porque con solo esa mirada nuestras manos estallaran en llamas. La ferocidad e intensidad de su mirada hizo que mis manos se volvieran sudorosas mientras apretaba los labios.