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Cuando Wei Tian regresó, se llenó de afecto al ver a su propia hija que corría hacia él.
—Nini, mi buena niña, ¿extrañaste a papá? —Wei Tian levantó a su hija. Dando vueltas con ella varias veces, era bastante claro cuánto amaba a esta niña.
—¡Sí! —Wei Jiani siempre había sido una niña cariñosa y lista, una pequeña inteligente que sabía cómo actuar. Su charla siempre hacía que Wei Tian la quisiera mucho y le daba pena regañar. Pero comparada con ella, Tang Yuxin era de habla simple y torpe. No era bonita para nada. Por eso, frente a Wei Jiani, ella era solo decoración, una hoja verde desapercibida.
—Wei Tian, mira, esta es Yuxin. —Sang Zhilan se recogió el cabello detrás de las orejas y después trajo a Tang Yuxin frente a sí, dándole un apretón firme en el hombro, algo amenazante.